La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1820
Capítulo 1820:
Como Kiley había montado una escena en el hospital, Raphael decidió trasladarla a otro centro para que no volviera a molestar a Olivia nunca más.
El día antes de que Olivia recibiera el alta del hospital, Raphael se presentó allí. De hecho, vino a recoger los resultados de la prueba de ADN. Sin que nadie lo supiera, había conseguido una muestra de pelo del bebé, que utilizó para hacer la prueba de paternidad.
Cuando el médico le entregó el expediente, dio una palmada a Rafael en el hombro y le dijo rotundamente: «Piénsatelo, tío. Ahora estás comprometido con Sharon. Si esta noticia sale a la luz, no hará ningún bien ni a ti ni a Olivia. Además, seguro que Sharon montará una escena».
Cuando Raphael oyó esto, supo inmediatamente el resultado sin ni siquiera abrir el expediente. «Entonces ayúdame a guardar el secreto, amigo», dijo con una leve sonrisa.
«Claro que lo haré», prometió el doctor. «Pero ya que Olivia es viuda, y usted sabe ahora que el niño es suyo, ¿qué sigue? A veces no consigo entenderte, amigo. ¿De cuál estás enamorado de verdad, de Olivia o de Sharon?».
Rafael no contestó porque sentía que no importaba. Nunca estuvo enamorado de Sharon, ni siquiera por un segundo. Cuando salió de la consulta del médico, abrió el expediente y echó un vistazo al resultado. Demostró que el bebé era realmente de su sangre.
Allí mismo, en el pasillo vacío, Raphael se quedó mirando el resultado durante largo rato mientras recordaba una y otra vez la escena de la habitación del hotel. Por aquel entonces, había obligado a Olivia a tomar la píldora del día después. Le había dicho que le causaría muchos problemas si se quedaba embarazada.
Hacía unos minutos, el médico también le había dicho que los informes médicos mostraban que Olivia había estado embarazada años atrás, pero que había abortado más tarde. Se dio cuenta de que fue después de que rompieran durante su época universitaria. Le dijeron que su útero estaba herido y que probablemente no podría volver a quedarse embarazada.
Sin embargo, la dejó embarazada por segunda vez cuando volvieron a verse años después. Sin embargo, al final, fue él quien arruinó sus posibilidades. Aún podía recordar vívidamente cómo Olivia lloraba amargamente aquella mañana.
La había rechazado y le había dado a Dylan la oportunidad de tenerla. Ahora que Dylan se había ido, su corazón se había ido con él. Para ella, Rafael era sólo un extraño.
Rafael estaba de pie en el pasillo, con el informe en la mano, la mirada fija durante lo que pareció una eternidad hasta que sus ojos se cansaron. De repente, una oleada de náuseas lo envolvió y se tambaleó contra la pared, llevándose una mano al pecho mientras le daban arcadas violentas. Recordar el pasado le resultaba increíblemente doloroso.
La gente que pasaba miraba a Rafael con curiosidad. Por su expresión y por el documento que llevaba en la mano, suponían que su mujer le había engañado y había tenido un hijo de otro hombre. Sin embargo, Rafael parecía indiferente a sus suposiciones.
En ese momento, sólo dos pensamientos ocupaban su mente. No podía quitarse de la cabeza el sentimiento de culpa por el aborto de Olivia en el pasado, y ahora ella había dado a luz a su hijo.
En realidad, Rafael comprendía que la decisión de Olivia de quedarse con el bebé no era el resultado de sentimientos persistentes hacia él. Su elección se debió simplemente a una postura moral en contra de acabar con una vida. Además, la amabilidad de Dylan se extendía a aceptar el hijo de otro hombre.
La idea de que Dylan aceptara de buen grado a su hijo y se casara con Olivia sin dudarlo hizo que Raphael sintiera que podía matarse a bofetadas. A pesar del sol abrasador, Rafael se sentía como empapado en agua helada. Pasó toda la tarde sentado en un banco fuera del hospital, sumido en sus pensamientos.
A pesar de las repetidas llamadas de Sharon, Rafael se quedó allí sentado. Finalmente, sintiéndose algo irritado por su teléfono que no paraba de zumbar, contestó de mala gana y, en tono desinteresado, preguntó: «¿Qué pasa?».
Sharon, estupefacta por su tono, habló en voz baja. «¿Dónde estás? Douglas lleva media hora esperándote. Aunque es paciente, no es apropiado hacer esperar a nuestro cliente».
Fue entonces cuando Rafael recordó la reunión para firmar el contrato con Leonel. Habían desarrollado una estrecha relación comercial durante el último año.
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