La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1766
Capítulo 1766:
De vuelta en la villa, la casa estaba en silencio. Sólo estaban Leonel y Alexis, concentrados en su recuperación. Esa noche, después de cenar, Leonel se retiró a su estudio para ocuparse de unos asuntos de negocios. Mientras tanto, Alexis descansaba en el sofá de su dormitorio, con el albornoz suelto, dejando entrever sus largas piernas mientras se secaba el pelo.
Leonel entró en la habitación con voz ronca. «No dejes a los niños despiertos hasta muy tarde», murmuró.
Alexis levantó la vista, terminando su llamada con los niños. Le sonrió y bromeó: «¿Necesitas ayuda con tu baño de esponja?».
Leonel parpadeó, sorprendido. «Creo que puedo hacerlo yo solo».
Pero Alexis ya estaba de pie, cogiendo un albornoz nuevo para él. «Déjame ayudarte. Después de todo, somos pareja, ¿no?». Empezó a llenar la bañera de agua caliente, mientras Leonel, algo divertido, la escuchaba trajinar.
Una vez que el agua estuvo lista, Alexis lo llamó. «Siéntate junto a la bañera y ten cuidado de no resbalar», le indicó.
Leonel se acercó y le pasó suavemente los dedos por el pelo. Su voz era grave y cálida. «Eres tan cariñosa de repente. No estoy acostumbrada».
Alexis apretó la cara contra su pecho, sintiendo la firmeza de su cuerpo. «No has hecho ejercicio en dos años, ¿verdad?», se burló. «¿Cómo es que sigues así?».
Leonel rió entre dientes. «He sido célibe».
Alexis sonrió ante su sinceridad. Le desabrochó lentamente la camisa, pero cuando llegó a los pantalones, Leonel la detuvo. «Yo me encargo de esta parte», susurró, sintiéndose ligeramente cohibido.
A pesar de sus dudas, Alexis estaba decidida. Le bajó suavemente la cremallera y le susurró: «Somos pareja, Leonel. Al final, nos veremos desnudos. No hay necesidad de esconderse».
Leonel bajó la mirada, avergonzado. «Pero no es atractivo. Temo que mis cicatrices te asusten».
Alexis negó suavemente con la cabeza, su voz llena de compasión. «No es poco atractivo, Leonel. No dejaré que te sientas inferior por esto».
Cuando se bajó los pantalones, dejando al descubierto su pierna herida, Leonel se sintió expuesto. Las cicatrices eran graves, los trozos de piel desiguales y nada parecía liso.
«Te lo dije, Alexis. Es horrible», murmuró, tratando de cubrirse la pierna.
Pero Alexis se arrodilló, mojó una toalla en el agua caliente y empezó a limpiarle el cuerpo con suavidad. Cada pasada era delicada, llena de cuidado. «Hacía tiempo que no me dolía, Alexis. Está bien», murmuró Leonel.
Pero Alexis no se detuvo. Se inclinó y presionó besos suaves en sus cicatrices, cada beso un testimonio de su amor.
Aunque Leonel no podía verlo, las lágrimas corrían por el rostro de Alexis mientras seguía lavándolo con suavidad. Rápidamente se recompuso, realizando cada movimiento con cuidado. Cuando intentó quitarle la última cubierta, él la detuvo, susurrando suavemente su nombre.
Alexis sonrió suavemente y le soltó la mano, quitándole el resto de la ropa sin vacilar. Su tacto era tierno, deliberado. Leonel inclinó la cabeza, profundamente conmovido por sus acciones. Desde que la conocía, Alexis siempre había sido más dura que él, más fuerte de un modo que nunca llegaría a comprender del todo. Sin embargo, aquí estaba ella, mostrando una suavidad y vulnerabilidad que él no había previsto.
«Alexis», susurró Leonel, con la voz llena de emoción.
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