La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1654
Capítulo 1654:
Cuando la soledad se hizo excesiva, Leonel se volvió hacia Noreen y le ordenó tajante: «¡Vamos!».
Noreen se acercó, dispuesta a empujar su silla de ruedas.
«Me gustaría caminar solo», declaró Leonel, con la voz ronca, agarrando con fuerza los reposabrazos.
Noreen parecía preocupada y le recordó suavemente: «Sr. Douglas, ¿recuerda lo que le aconsejó el Dr. Glyn? Dijo que debía permanecer en la silla de ruedas al menos otras dos semanas».
Leonel permaneció en silencio, apretando con más fuerza los reposabrazos.
Al darse cuenta de que la persuasión era inútil, Noreen le apoyó de mala gana mientras se levantaba, haciendo una mueca de dolor cuando él se agarró a su brazo con una fuerza sorprendente, reflejo del dolor que debía de estar soportando.
Una vez que Leonel encontró el equilibrio, Noreen sugirió con cautela: «¿Qué tal si te ayudo a subir al coche?».
«No, gracias», Leonel rechazó bruscamente su ofrecimiento.
Noreen hizo una pausa, insegura de qué hacer a continuación, y luego añadió: «El aparcamiento está al aire libre, y está lloviendo…».
Leonel se irguió, con el cuerpo rígido por la tensión.
Noreen se arrepintió al instante de sus palabras, sintiendo que había tocado un nervio.
Tras un pesado silencio, Leonel habló en tono constreñido: «¿Te preocupa que resbale? Crees que estoy roto, ¿no?».
Al oír esto, Noreen sintió una punzada de tristeza. Rápidamente trató de tranquilizarlo: «¡En absoluto! El doctor Glyn dijo que con una rehabilitación constante, tu pierna recuperará…».
Leonel la interrumpió, con voz amarga. «Recuperará parte de su función, ¿verdad?».
Su tono sarcástico dejó a Noreen sin habla. Se había dado cuenta de que Leonel estaba bastante malhumorado últimamente, sobre todo desde el regreso de Alexis. Se preguntó si el problema estaría más en su corazón que en su cuerpo.
De mala gana, soltó su agarre pero permaneció vigilante, lista para atraparlo si flaqueaba.
«¡No necesito que me vigiles como si fuera un niño pequeño!» espetó Leonel, como si tuviera ojos en la nuca.
Noreen suspiró y se volvió para recoger la silla de ruedas, mientras Leonel se dirigía a la entrada del club.
Como había dicho Noreen, afuera lloviznaba. La lluvia era ligera, pero había humedecido el pavimento. Su coche estaba a sólo diez metros, pero el suelo mojado y resbaladizo hacía que la distancia pareciera mayor.
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