Capítulo 1610:

La mujer seguía inclinándose ante los transeúntes, suplicándoles dinero o míseras migajas de pan. A Alexis le recordaba a alguien.

«Detén el coche», instó Alexis, con la voz teñida de ansiedad.

El conductor aminoró la marcha, pero vaciló. «Señora Douglas, no podemos aparcar aquí. Va contra las normas».

Leonel intervino despreocupado: «Haz lo que te pide».

El conductor, percibiendo la solemnidad del ambiente, se abstuvo de decir nada más. En lugar de eso, aparcó el coche al borde de la carretera.

En cuanto el coche se detuvo, Alexis abrió la puerta de un tirón, pues el parto la había dejado débil e inestable. Leonel la seguía, llamándola en vano.

Al cabo de un rato, Alexis aminoró el paso. Con el corazón acelerado, extendió tímidamente la mano, esperando confirmar la identidad de la mujer. Leonel se acercó a Alexis y le puso las manos sobre los hombros temblorosos. Con voz ronca, le aseguró: «No es ella, Alexis. No volverá».

Alexis se volvió hacia él, con la mirada más fría que antes. «¿Cómo puedes estar seguro?»

Alexis insistió en querer ver a la mujer. De mala gana, Leonel sacó cinco billetes de cien dólares de su cartera y se los entregó.

Hizo algunos gestos con las manos, aunque no importaba mucho si la mujer los entendía o no. En cualquier caso, tuvo cuidado de que los transeúntes que les rodeaban no se percataran de lo que estaba haciendo.

La mujer aceptó el dinero con impaciencia, dispuesta a hacer lo que se le pidiera. Cuando Alexis le levantó el pelo de la frente a la mujer, se dio cuenta de que los rasgos faciales y los ojos eran diferentes a los de Anika. Esta mujer no era Anika.

Sintiendo una repentina oleada de debilidad, el cuerpo de Alexis se debilitó y sus fuerzas se agotaron. La mujer, inconsciente de lo que había ocurrido, miró a Alexis, que parecía pálida y regia, con una belleza que parecía etérea. La mujer continuó inclinándose y agradeciéndoles su generosidad.

De repente, unas lágrimas corrieron por el rostro de Alexis, que observaba a la mujer en silencio. Leonel la consoló, secándole las lágrimas y murmurando suavemente: «Hace viento. Volvamos al coche».

Sin embargo, Alexis preguntó: «¿Cuánto dinero llevas encima?».

El tono de Alexis carecía de su frialdad habitual. Incluso le hablaba con la misma calidez de antes. Leonel se habría enfrentado de buena gana a cualquier desafío por ese tono. Apresuradamente, vació su cartera, revelando unos cuatro mil dólares.

En circunstancias normales, habría sido más que suficiente para dárselo a un desconocido. Pero ahora, estaba decidido a hacer feliz a Alexis. «Deja que te acompañe al coche», le ofreció. «Hay un cajero automático cerca y sacaré más».

Finalmente, Alexis se acomodó en el coche, esperando pacientemente mientras el conductor acompañaba a Leonel a sacar dinero. Leonel procedió a retirar fondos de varias tarjetas hasta reunir aproximadamente cien mil dólares, que luego entregó a la mujer.

Ella, visiblemente asombrada por la importante cantidad de dinero, continuó inclinándose en señal de gratitud. En medio de este intercambio, una niña de unos diez años se acercó y comenzó a inclinarse ante Leonel del mismo modo que la mujer. La situación era innegablemente penosa.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar