Capítulo 1603:

Apoyado contra las almohadas, Alexis asintió. Una vez que Rena salió, la mirada de Leonel se posó en Alexis. No tenía buen aspecto. El parto le había pasado factura, y la recuperación podría llevar un tiempo.

Con un nudo en la garganta, Leonel tomó la palabra. «Alexis…»

Alexis mantuvo la compostura, encontrándose con su mirada. «El bebé está ahí. Echa un vistazo, pero está inconsciente. No la molestes».

Pero Leonel no se atrevía a moverse. Miró a su ex, la madre de sus tres hijos. Había estado tratando de recuperarla desde que se separaron.

«Alexis, déjame ayudarte. Respetaré tus deseos. Los niños necesitan a su padre».

Su barco había zarpado hacía tiempo. A pesar de que Alexis intentaba mantener la calma, sus palabras removieron algo. «Los niños están bien sin uno», espetó.

Los ojos de Leonel se ensombrecieron. «Es culpa mía», admitió, esperando otra oportunidad. La tensión flotaba en el aire.

Finalmente, Alexis rompió el silencio. Se ablandó. «Leonel, lo entiendo. Quieres que volvamos por el bien de los niños. Pero nos conocemos demasiado bien. ¿Realmente podemos volver? Ser civilizado es todo lo que puedo ofrecer».

Su expresión se ensombreció. Alexis era la que acababa de dar a luz, pero él parecía más pálido que ella. Asimiló sus palabras. Cuando levantó la vista, su mirada se suavizó. «Entendido».

Alexis sabía que él no renunciaría, pero ella se sentía atascada. Con el bebé allí, no podía ser testaruda. Señaló la cuna. «¿No quieres conocerla?».

Leonel asintió.

Acercándose a la cuna, Leonel estudió al bebé dormido. Parecía tan delicada, respirando suavemente.

«Es adorable», comentó. Su mirada se desvió hacia Alexis. «Se parece mucho a ti de niña».

Alexis se limitó a sonreír, sin responder. Leonel sintió una punzada de decepción.

Entonces, Cordelia empezó a quejarse. Tenía la cara sonrojada y las piernas pataleaban furiosamente. Leonel la cogió en brazos y le miró el pañal con una mano. Estaba seco.

Mirando a Alexis, sugirió: «¿Tal vez tenga hambre?».

Su comentario quedó en el aire, incómodo. Llevaban tiempo divorciados y hablar de bebés era delicado. Tres días después del parto, Alexis empezó a amamantar al bebé. Ante las palabras de Leonel, Alexis murmuró: «Tráela».

El corazón de Leonel se aceleró cuando le entregó al bebé que lloraba. Sus manos se rozaron, y fue un roce raro después de tanto tiempo. Hacía siglos que no sentía su contacto. Incluso a través de la tela, despertó algo dentro de él. «Alexis», susurró.

Ella acunó al bebé con ternura. Hizo una pausa y dijo suavemente: «Puedes volver. Ya he dicho lo que tenía que decir».

Se quedaron juntos, con el bebé acurrucado entre los dos. Leonel le pasó un brazo por encima del hombro, inclinándose hacia ella. «Alexis, por favor. Danos otra oportunidad. Yo no…» Sus palabras se interrumpieron. Alexis se había puesto rígida bajo su contacto, resistiéndose a su cercanía.

Resultó que, incluso después de casi un año, Alexis no había olvidado el dolor de su época en Gaveland y Merblune. No lo había superado, y mucho menos le había perdonado.

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