La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1537
Capítulo 1537:
Alexis lo fulminó con la mirada, su expresión goteaba burla sarcástica. Sabía que la estaba poniendo a prueba, intentando doblegarla.
Aunque Alexis no contestó, Leonel no pareció molestarse. Cogió una pastilla del frasco, sujetándole las manos con fuerza para que no pudiera resistirse, y se la metió en la boca.
A pesar de su incertidumbre sobre la naturaleza de la píldora, Alexis pudo darse cuenta de que no era algo beneficioso. Al disolverse en su lengua, la píldora sabía dulce, como un caramelo, pero la dulzura sólo la hizo sentir más amarga por dentro.
Intentó resistirse a Leonel, pero él no la forzó más. En cambio, la abrazó con fuerza, colmándola de besos repetidos.
Con el tiempo, Alexis sintió que una extraña sensación se apoderaba de ella, que sus defensas se debilitaban. Sus mejillas se sonrojaron y su voz se hizo más ronca a medida que un calor se extendía por ella, haciéndola desear su contacto.
En un suave susurro, pronunció su nombre: «Leonel».
«¿Qué?», respondió él, en voz baja y llena de deseo.
Leonel la besó lentamente, apartándole el largo cabello de la cara y mirándola profundamente a los ojos. La forma en que él la miraba hizo que su corazón latiera más rápido, aunque ella sabía que no debía sentirse así. A pesar de todo, no pudo resistirse a la atracción que había entre ellos.
Acercándose a él, con la respiración agitada, pronunció suavemente: «Leonel, tómame».
La habitación estaba poco iluminada.
Leonel miró a la mujer que tenía entre sus brazos. Normalmente, Alexis era fría como el hielo, pero ahora sus delicadas cejas y ojos irradiaban calidez y afecto.
Leonel era plenamente consciente de sus actos despreciables y de la probabilidad de que Alexis lo despreciara después, pero en aquel momento no le prestaba demasiada atención.
Lo único que le importaba era volver a sus vidas anteriores, con la esperanza de que Alexis acabara perdonándolo si tenían otro hijo, sabiendo lo mucho que ella amaba a los niños.
Mientras le cogía la mano y entrelazaba sus dedos, ya no la evitaba intencionadamente, sino que actuaba según sus propios deseos, entablando intimidad con ella.
Eran casi las diez de la noche cuando terminaron.
En el dormitorio, en penumbra, el aire estaba cargado de olor a sudor y sexo, suficiente para ruborizar a cualquiera y acelerar su corazón.
Alexis estaba tumbada sobre la sábana de seda negra, de espaldas a Leonel, con sólo una fina manta cubriéndole la cintura. Su sudor se había enfriado y su mente había recuperado su habitual lucidez. Albergaba un profundo resentimiento y aversión hacia él.
Detrás de ella, Leonel apoyó la cabeza con una mano, pasando suavemente los dedos por su largo cabello. «¿Cómo te sientes?», preguntó en voz baja.
Alexis se tensó ligeramente. Después de un momento, apartó la manta y se dirigió al cuarto de baño, cerrando la puerta de cristal tras de sí. El sonido de la ducha llenó el ambiente cuando abrió el grifo.
Alexis levantó la cabeza y dejó que el agua caliente le cayera en cascada sobre la cara y el cuerpo. En el cálido chorro, los recuerdos de hacía unos instantes surgieron salvajemente, casi engulléndola.
«Alexis, hacía siglos que no estabas así. Mírame a mí. Solíamos disfrutar juntos de una vida sexual plena».
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