Capítulo 1536:

Sus delgados dedos rozaron ligeramente la piel de ella mientras hablaba, con un brillo travieso en los ojos. «¿Sabes que durante aquellas noches en las que yacías a mi lado, lo único que deseaba era desnudarte y compartir juntos momentos apasionados?

Me contuve, temiendo que te resintieras. Pero ahora parece que ya no hay necesidad de contenerse, ya que nada de lo que hago parece ganarse tu afecto o tu perdón.»

Leonel entonces arrastró a Alexis a la fuerza fuera del coche, rodeado por sus hombres y con Evelyn aún dentro de la villa, no dejando a Alexis otra opción que obedecer. Ella no quería que Evelyn presenciara las acciones enérgicas de Leonel.

Las lágrimas corrían por su rostro. En una súplica desesperada, Alexis susurró: «Leonel, por favor, ¡no hagas que te odie!».

Sin embargo, Leonel no prestó atención a sus palabras. Tiró de Alexis en sus brazos y la llevó a través del vestíbulo y el pasillo, directamente hacia su dormitorio principal en el segundo piso. Allí la tumbó en la cama. Antes de que pudiera siquiera intentar levantarse, la inmovilizó, mostrando una peculiar inclinación por atarla con sus corbatas.

Alexis se encontró indefensa sobre la amplia y mullida cama, con la mirada fija en Leonel cuando éste se acercó, desabrochándose la camisa con una intensidad penetrante en los ojos. El aire estaba cargado de tensión por aquel encuentro involuntario.

Leonel le agarró la barbilla, obligando a Alexis a mirarle. Con voz ronca, dijo: «Alexis, las cosas no siempre fueron así entre nosotros. Antes te encantaba cuando hacíamos esto».

Sin embargo, a Alexis no le consumía más que un profundo asco hacia él. Enterró la cara en la almohada, con la voz temblorosa de dolor.

«¡Sabes muy bien que eso es cosa del pasado! ¿No recuerdas esos vídeos en los que besabas a Anika? Cada vez que te veo, todo vuelve. Me repugnas. ¿Por qué someter a este tormento a una mujer que no siente nada por ti, cuando hay otras innumerables que apreciarían tu afecto?».

Al oír sus acusaciones, Leonel se limitó a soltar una suave risita. Apoyando la cabeza en su hombro, exhaló un cálido aliento contra su piel, haciéndola estremecerse de disgusto.

«Entonces, ¿no sientes nada por mí?», le preguntó en voz baja.

Incorporándose, Leonel le acarició suavemente la mejilla y comentó: «Sabes que siempre consigo lo que deseo, Alexis. Si afirmas que no sientes nada por mí, entonces tendré que idear una solución, ¿no?».

Alexis se quedó helada ante sus palabras, el miedo se apoderó de ella al darse cuenta de hasta dónde podía llegar.

Con una sonrisa, Leonel cogió una botellita de la mesilla de noche. No te preocupes, es totalmente natural y no te hará daño. Sólo te hará sentir bien y desearme».

Alexis gritó de rabia, golpeando sus puños contra los hombros de él. «Leonel, ¿te has vuelto loco? ¿Cómo has podido hacer algo así?»

Leonel la miró en silencio antes de afirmar: «Si admites que aún me amas, no seguiremos con esto. Persistiré esperando a que cambies de opinión».

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