La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1455
Capítulo 1455:
La sirvienta, que había estado conteniendo la respiración en el espeso aire de expectación, sintió una oleada de alivio con la concesión de Alexis.
«Inmediatamente», aseguró con una rápida exhalación.
«Incluye un par de huevos y un puñado de verduras», añadió Leonel, con la voz desprovista de la intensidad anterior.
El criado asintió y se retiró.
En el amplio salón sólo quedaban Alexis y Leonel, envueltos en un silencio que lo decía todo. Los pasos de Leonel resonaron hasta el comedor, donde tomó asiento. La luz de arriba proyectaba un brillo sobre su despeinado cabello negro, dándole un aspecto alborotado.
Señaló la silla que había a su lado. «Siéntate», sugirió, con tono ligero.
Alexis, que no albergaba ningún deseo de discordia y era consciente de la presencia de los niños en casa, ocupó su lugar frente a él. Buscó su teléfono, pero Leonel interrumpió: «¿Dónde están Evelyn y Daniel?».
Arriba, ocupados con sus estudios, pensó. «Están inmersos en los deberes. Los llamaré para que bajen».
Leonel insistió suavemente: «Comamos primero».
Apagó su cigarrillo y se encontró con los ojos de Alexis, su voz un suave murmullo. «Se acerca el fin de semana. ¿Qué tal si llevamos a los niños y cenamos con tus padres? Han pasado muchos años».
Alexis frunció el ceño al oír sus palabras. Pero antes de que pudiera responder, llegaron los fideos, humeantes y prometiendo una tregua temporal.
El perspicaz criado, en sintonía con el aire tenso, intentó introducir algo de calidez. «Los huevos están especialmente blandos hoy, y las verduras son vibrantes. Sr. y Sra. Douglas, disfruten de su comida».
La llegada del criado interrumpió el intercambio.
Alexis dejó que una pequeña sonrisa adornara sus labios.
Despreocupado en su silla, Leonel jugueteó con los dos huevos escalfados de su cuenco y soltó una risita. «No es más que un huevo. ¿A qué viene ese lenguaje florido, Diana?».
Las mejillas de la sirvienta se sonrojaron de vergüenza.
Se alisó el delantal y respondió con un toque de formalidad. «Espero que su comida sea de su agrado, señor y señora Douglas».
Una vez que Diana se hubo retirado, Leonel se volvió hacia Alexis, con voz despreocupada.
«Vamos a comer. Coman hasta hartarse y yo me encargaré de lo que quede».
Alexis parecía perdido en sus pensamientos, recordando cómo en sus días de juventud, Leonel terminaba con entusiasmo cualquier comida que ella dejaba.
El tiempo había desgastado ese ritual en particular, pero ahí estaba él, invocando el pasado como si quisiera reparar una fractura sólo con nostalgia.
Luchó con el recuerdo y luego susurró: «Leonel, sabes muy bien que los niños se quedan conmigo. Si quieres algo más, dilo. ¿Qué hace falta para finalizar este divorcio?».
Respondió sin levantar la vista, con la atención puesta en la comida que tenía delante.
A mitad de un bocado de huevo, se detuvo, la suave textura no le produjo ningún placer. Leonel comió el huevo, con la mirada fija en la suave yema mientras hablaba en voz baja.
«Hoy es el día en que nací. Señora Douglas, puede que para usted sea un recuerdo lejano». Sus palabras flotaron en el aire, como un recuerdo de un pasado compartido.
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