Capítulo 1202:

Con una mano le abrochó la camisa, y con la otra le aseguró la cintura para aquietar sus movimientos. Una vez estuvo presentable, la envolvió entre sus brazos, con expresión y voz llenas de dolor. «Jessie, basta».

Jessie se quedó en silencio.

Permaneció quieta, con las lágrimas cayendo silenciosamente por sus mejillas. Se sentía agotada, sabiendo que no estaba bien que la sostuviera en sus brazos ahora.

«Suéltame. No me avergüences a mí ni a tu mujer».

Con un giro de cabeza, Jessie apartó la mirada, abrumada por la vergüenza.

Había sido Jessie la primera en albergar sentimientos por Albert, y él había acabado por corresponderle. Ella le había esperado durante tres largos años, sólo para verle casarse con otra. Jessie estaba resentida con él y se negaba a aceptarlo.

Con voz suave, Jessie preguntó: «Albert, si pierdo contra Melissa, lo aceptaré. Pero ¿por qué casarte con una desconocida? ¿Estás decidido a hacerme desgraciada el resto de mis días?».

«No».

murmuró Albert. «No quiero que seas infeliz, Jessie…».

No se atrevía a decir las palabras: «Te quiero».

Quizá nunca lo hiciera.

Jessie lloró una vez más.

Albert la acunó suavemente, con un tacto suave y tranquilizador, como si consolara a un niño asustado. Susurró palabras tranquilizadoras, engatusándola hasta que se despertó. No sintió el impulso de volver a reñirle o golpearle.

Mientras él preparaba el desayuno, le hizo una invitación, y ella aceptó sin vacilar.

El comedor parecía distinto al de hacía tres años, pues carecía de la presencia de Elsie. Cuando Albert preguntó por Elsie, Jessie respondió: «Elsie está ahora con Melissa. Disfruta de su trabajo y se lleva bien con todo el mundo».

Albert le sirvió un cuenco de sopa de almejas.

Era su plato favorito.

«Es fresca. Pruébala».

Contemplando la sopa de almejas, Jessie rememoró. Habían compartido momentos de felicidad, sobre todo al principio, cuando él la colmaba de afecto. Solía llevarla a un famoso restaurante de Jamdur para comer auténtica sopa de almejas, su favorita. Al volver a Duefron, había aprendido a hacerla él mismo.

A pesar de sus tendencias coquetas, siempre había sentido devoción por ella.

Con la cabeza gacha, Jessie comió en silencio.

En tono suave, Albert dijo: «Visité Jamdur el mes pasado. Estar solo no me sienta bien, Jessie… Me he dado cuenta de que no tiene sentido darle vueltas al pasado. Lo hecho, hecho está».

Ella comprendió el peso de sus palabras.

Su matrimonio seguía siendo una realidad inmutable.

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