Capítulo 44:

POV Sofía.

Bajé con la abuela tomándome mi tiempo, y casi me reí al ver a la tal Camila, y a su hermana Fernanda sentadas en el sofá, con una sonrisa en la boca.

Ellas se pusieron de pie al vernos, y no esperarán que llegáramos, cuando ya había un hombre que sacó una hoja.

“Es una orden de desalojo, Señora Koch”.

El hombre se refirió a la abuela, y ella tomó el papel.

“Puedo darle la explicación”.

“Espere..”..

Camila levantó la voz mirando mi barriga.

“Yo resumiré… como dueña y señora, quiero que te vayas… Helena, si usted desea, puede quedarse… pero esta mujer, debe irse de mis propiedades”.

Apreté mi mandíbula, y solté el aire, debía mantener mis emociones a raya, pero juro que, si no estuviera embarazada, la agarraría del cabello sin pensar en las consecuencias.

“Por supuesto que no me quedaré… y no hay nada que hablar Camila”.

“Estoy muy afectada por lo que pasó, Señora Helena, y también quiero que se sepa lo que pasó me arde en el alma… por favor, cuente conmigo”.

“Realmente eres una descarada”.

Las palabras salieron de mi boca de forma apresurada.

“No te atrevas a hablarle así a mi hermana”.

Fernanda se metió e imagino que estaba esperando un momento como este.

Sonreí mirándolas y negué.

“Son demasiado bajas”.

“¡Te largas de aquí! Tú y ese hijo tuyo..”..

“Ese hijo de Gael”, la apunté.

“Y no creas que las cosas van a quedarse así, Camila… llorarás mucho… te arrepentirás de traicionar al único hombre, que pudo haber movido cielo y tierra por ti”.

La mujer abrió los ojos desmesuradamente y noté como su boca tembló.

“¡Fuera!”.

Ella caminó hacia mí con furia, pero la abuela se interpuso.

“Ni te atrevas, porque lo juro Camila, que gastaría toda mi fortuna por verte en la ruina si la lastimas”.

Camila se quedó anonadada por la intervención de Helena y mi pecho subía y bajaba ante la situación.

“Entonces váyase con ella, Doña Helena… usted no lo entiende”.

“Por supuesto que me iré… pero primero, todas las cosas de esta casa, que son mías, de Gael y de Sofía, serán desalojadas”.

“Llévese lo que quiera, pero se van”.

Esta vez alzamos la mirada hacia Fernanda, y negué tratando de que no me diera un infarto aquí.

Tomé la mano de Helena, y comenzamos a caminar, pero cuando llegamos a la puerta, Diego estaba en la entrada anunciándose para venir.

Por el rabillo del ojo noté como Fernanda, el abogado que estaba presente y Camila salieron, y todos nos quedamos viendo cómo Diego se bajo y ellas fruncieron el ceño sin saber de qué se trataba.

“Parece que consiguió un nuevo amante, tan rápido”, dijo Fernanda sonriendo como si esto fuera un circo.

“Increíblemente rápida… primero Don Rafael… luego Gael, y ahora… este hombre”.

Me giré para mirar a Camila sin un ápice de emoción en mi cara, era evidente que sabía todo de mí, y di un paso hacia ella, aun cuando Helena tomó mi brazo.

“Pero le fui leal a Gael y solo a él… algo que a ti te quedó muy grande… y haré todo lo que puedas pensar, solo con un objetivo principal”.

Ella me sonrió un poco cruzándose de brazos.

“Destruirte… dejarte sin nada, porque sé que en algún momento todo este disfraz, se caerá Camila… estoy segura de que vendré yo misma a sacarte de esta casa”.

Fernanda se rio atrás, pero no la miré.

“Y no por el dinero, no… sino por Gael… porque incluso murió odiándote, y despreciando a la mujer a la que él solo ayudó”.

La sonrisa de Camila se borró y estaba por decir algo cuando me adelanté.

“Vas a preferir volver a tu muerte cerebral inventada, y quedarte allí para siempre”.

“¡¿Me estás amenazando?!”, la mujer casi gritó.

“Sí… lo hago… delante de todos, de tu abogado de pacotilla… de todos… te amenazo… y prepárate loca, porque no va a quedar ni restos de ti”.

“¡Vete…!”.

Noté como Diego corrió hacia mí, interponiéndose, y con sus brazos me sacó a mí y a la abuela del sitio

Una vez fuera de la casa, Diego nos llevó a su auto y nos subimos en silencio. El ambiente estaba cargado de tensión, y la abuela y yo no podíamos evitar sentirnos afectadas por la confrontación con Camila y Fernanda.

Diego ordenó un lugar, pero la abuela se apresuró a negar.

“No. mi nieto está por llegar, debo reunirme con él”.

“Puede darle mi dirección, ya que no podrá llegar a la mansión”.

“Ella me observo con duda, y tomé su mano”.

“Es lo mejor, al menos hasta que vuelen a E$tados Unidos”.

Helena no pareció muy segura, pero asintió en silencio y allí es cuando miré a Diego que estaba un poco incómodo.

“Sofía, entiendo que estés furiosa, pero no podemos permitir que esta situación se vuelva aún más complicada. Tenemos que lidiar con esto de manera legal y cuidadosa… amenazaste a esas personas delante del abogado”.

Asentí con resignación. Sabía que Diego tenía razón, pero no podía evitar sentirme impotente ante la actitud de Camila y Fernanda.

“Lo sé… pero me sacaron de quicio. No puedo soportar que hablen de esa manera… Además, esta casa es de Helena”.

“Es de Gael, está a su nombre”, la abuela suspiró y puso una mano en mi hombro.

“No tienes que preocuparte por esa mansión Sofí, además, él tiene razón, tenemos que mantener la calma y enfrentar esto con inteligencia. No ganaremos nada si nos dejamos llevar por la rabia”.

Diego asintió y me miró con intensidad, y solo me quedé en silencio, pensando como hubiese actuado Gael en este momento.  Una vez dentro, nos sentamos en la sala y comenzamos a discutir y de cómo esa mujer ahora contaba con los bienes de Gael.

“Hay unos abogados que son de mi confianza… los he puesto al tanto de lo que me dijiste y están reuniendo las pruebas necesarias, como ese informe médico, ellos tienen investigadores”.

“Gael ya tenía todo esto, pero estaba actuando con sigilo porque necesitaba hacer a su padre primero… y hacerlo pagar por lo que le hizo a su madre”.

Diego se levantó y tomó mi mano.

“Confía en mí, no habrá una sola cosa que quede en el aire, y por Rafael, pronto comenzará la prensa a arruinar su reputación”.

La abuela observó las manos de Diego sobre las mías, y pidió un momento a solas. Diego le ofreció una habitación de invitados, y nos quedamos para la comida mientras él me adelantaba algunas cosas, pero mientras lo veía, yo solo estaba ida en otros pensamientos.

Esa noche, antes de ir a dormir en una de las habitaciones de invitados, agradecía Diego por su apoyo.

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