La novia vendida al magnate -
Capítulo 40
Capítulo 40:
POV Sofía.
“No… no… no… esto no puede ser verdad… por favor”.
Escuché su llanto y solo podía creer que esto se trataba de una pesadilla. No podía ser cierto.
“No… yo necesito verlo… necesito verlo”.
“Ha pasado algo peor, Sofí… pero no podemos hablar de ello ahora, estás muy débil”.
“¡Quiero verlo! No importa en qué condición, abuela quiero verlo… no puede ser”.
Ella tomó mis mejillas mientras todo en mí temblaba.
“Mi nieto iba en la ambulancia sin signos vitales, Sofí… pero creo que Don Rafael siguió haciendo de las suyas, porque la ambulancia nunca llegó al hospital… solo tenemos las notificaciones de la ambulancia, de que mi Gael estaba muerto… no sabemos nada más”.
Mis lágrimas se detuvieron, y mi sangre se calentó. Este hombre era peor de lo que había imaginado, pero mi mente no podía procesar todo, porque incluso sentía que me estaba partiendo en mil pedazos.
Sentí cómo la garganta me ardió cuando mis sollozos se intensificaron, y en un momento sentí que me faltaba el aire. No podía soportarlo, ni aceptarlo, Gael no podía estar muerto, Esto no podía ser cierto.
Grité con todas mis fuerzas, los cables de mis manos se salieron, y la sangre llenó las sábanas, sé que no estaba en sí, pero no podía lidiar con este dolor, y no quería aceptar esta realidad, no otra vez.
La abuela tuvo que apartarse cuando todo se salió de control, y el personal inundó la habitación mientras ella tapaba sus sollozos. No pasaron muchos segundos cuando mis ojos comenzaron a ser débiles después de que inyectaron algo en mi brazo, y di mi último sollozo, hasta que la sedación dominó mi vida.
Era por la noche cuando trajeron un caldo, pero lo rechacé enseguida.
“Cariño”, la mano de la abuela en mi cabeza solo me provocaba llorar incasablemente.
“Tenemos a alguien a quien cuidar… y aunque ya no me queden pedazos aquí adentro, aquí estoy contigo… no puedes abandonarte”.
Las lágrimas aparecieron solas, y mi rostro se inundó de ellas.
“No puedo aceptarlo”.
“Lo sé… pero nuestro bebé necesita de nosotras ahora y tienes que recuperarte para irnos de este país”.
Había algo que quemaba mi pecho con esas palabras.
“¿Y dejarlos que se queden con la suya?”.
“Yo prefiero eso, que perder a mi bisnieto… tú y él son mi familia, Sofí”.
Bajé la mirada, y aunque no estaba conforme con eso, había algo más grande que me invadía la existencia ahora, y eso era dolor. Quemaba, ardía como el infierno, y la desolación era algo que no se podía calmar.
Los días que pasé en el hospital fueron una tortura. Cada minuto se sentía como una eternidad, y la incertidumbre sobre el paradero de esa ambulancia y el cuerpo sin vida de Gael me estaba destrozando.
No tenía a quién abrazar y llorar, y solo me hacía la fuerte, porque la abuela Helena se mantenía a mi lado, tratando de calmarme y darme apoyo, pero mi mente estaba llena de preocupación y angustia.
Las noticias que recibíamos eran confusas y alarmantes. La desaparición de Gael después del accidente era un misterio. Las autoridades estaban investigando, pero parecía que alguien tenía suficiente poder y recursos para ocultarlo. Cada vez que preguntaba sobre él, las respuestas eran evasivas y llenas de incertidumbre.
Finalmente, el día en que me dieron el alta médica llegó. A pesar de que mi cuerpo aún estaba débil y adolorido, solo quería irme de aquí cuanto antes, tenía una escayola completa hasta el pie, y me afincaba a una muleta para poder caminar despacio.
Estábamos saliendo de la habitación, mientras unos hombres nos ayudaban con las cosas, cuando alguien entró de repente.
“Buenos días”, la voz era reconocida, mis ojos fueron al hombre en la puerta, y mi ceño se frunció cuando su mirada se posicionó en mí.
“Sofía, lo lamento mucho, me he enterado por las noticias, pero estaba de viaje, he venido cuanto antes”
La abuela puso la mirada rayada y luego me observó con preguntas.
“Diego”, solo pronuncié su nombre, y estaba a punto de decirle que no tenía por qué haber venido, pero me frené en seco.
No sé si era la rabia o la frustración, o tal vez una llama de querer vengar mi situación, que hizo sacar lo peor de mí. Y no me importaba que pasara de ahora en adelante, usaría todo lo que estuviera delante de mí, y no iba a descansar hasta encontrar el cuerpo de mi esposo, ni de ver a sus asesinos detrás de las rejas… o simplemente muerto.
No hubo muchas palabras en un inicio, y tampoco era mi plan entrar de lleno hacia Diego, y menos cuando la abuela estuviera presente.
Ella entendió que quería hablar de algunas cosas con este nuevo hombre, y luego de que nos instalamos en la casa, y me dejaron en la sala sentada en los sofás, la abuela solo le dio una mirada a Diego, y luego me observó.
“Hay muchas cosas por hacer… pero no soporto mi cabeza… siento que va a estallar”.
Me estremecí al verla en malas condiciones.
Así como a mí, el tema de Gael debía ser devastador para ella, y no supe qué decirle.
“Trata de descansar”.
“Tú también… no te tardes mucho. Recuerda que hay cosas que planificar”.
Asentí ante su consejo, y luego la vi subiendo las escaleras.
Ya habría tiempo para explicarle en detalle, y esperaba que ella pudiera entenderlo.
Diego estuvo silente durante todo el tiempo, y luego de que nos quedamos solos, él me miró.
“Sé que es precipitado que apareciera de la nada… además de que nunca respondiste a mis mensajes”.
“No tenía por qué hacerlo… sabes que Gael”, pero me detuve.
Había un vacío tan grande dentro de mí, que incluso quería seguir llorando.
El hombre frunció el ceño ante mi silencio y asintió, negando todo el tiempo.
“Estoy aquí por ti Sofía… sabes que cuentas conmigo para lo que necesites… lamento lo de tu esposo”.
Bajé la mirada y asentí, necesitaba tener la fuerza de poder decirlo, aun si obtuviera una negación de su parte, tenía que intentarlo.
No sabía quién era él, pero si sabía el poder que tenía aquí en México y en el mundo, además, ¿Qué podía perder?
“Sé que no me conoces… sé que no puedes confiar, pero quiero apoyarte en estos momentos, Sofía… tú… estás sola”.
Levanté mi rostro para mirarlo fijamente, y me tragué todo lo que pudiera decir en este momento.
“Gracias… agradezco que hayas pensado en mí…ahora, ¿Dime una cosa?”.
Diego se puso atento, incluso se movió un poco y asintió.
“Claro”.
“¿Conoces a Rafael Bailléres?”, noté como asintió sin titubear.
“Por supuesto… todo México lo conoce… es un empresario como su hijo, además, está inmerso en la política… incluso está pronto a entrar al senado”.
“¿Es poderoso?”, me hice la tonta, pero su gesto fue una afirmación.
“Lo es… tú deberías saberlo… pero, no entiendo por qué me estás preguntando esas cosas”.
“¿Tú tienes poder?”.
Diego profundizó más el ceño, pero, aun así, afirmó.
“Sí, Sofía… lo tengo”.
“¿Dime, Diego? ¿Cuál es tu verdadero propósito? ¿Por qué te interesas en mí, aun cuando sabía que era una mujer casada?”.
El hombre no se amedrentó por mi momento directo, incluso, lo vi más seguro de su mismo cuando lo dijo.
“Eres muy hermosa… pero no es eso lo que… captó mi atención Sofía”.
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