La novia vendida al magnate -
Capítulo 33
Capítulo 33:
POV Sofía
Gael me miró por un momento, y luego le dijo a Helena.
“Lo resolveré… no te preocupes”.
Vi cómo salió un suspiro cansino de su boca, y luego colgó la llamada.
“¿Qué ocurre?”, Gael negó.
“Han llevado a Camila al hospital… está teniendo mareos, y dolores de cabeza”.
Mi boca se frunció un poco y aparté la mirada de él.
Ella podía ser todo lo que él quisiera, pero le había hecho mucho daño a Gael. Y no me creía nada de su parte.
“Entonces… ¿Tendrás que irte?”, Gael se sentó nuevamente a mi lado y negó.
“No tengo ningún compromiso con ella… pero es una pieza clave para darle sentido al accidente… tengo cuentas que saldar con ella… y no se librara fácilmente, Sofí”.
“¿Por qué te noto extraña?”. Negué varias veces.
“¿Me trajiste aquí para apartarme de todo? Porque no me dejaste en la mansión”.
“Sofí… ellas se irán… pero deben pensar que desconozco su plan… necesito saber a dónde van a llegar”.
Asentí de nuevo.
“Entonces… todo esto, ¿Mientras vas sacrificando tu vida? Olvídalo… necesito descansar… creo que he recibido mucha información”.
“No voy a dejarte sola”.
“¿Vas a quedarte conmigo?”, Gael asintió con una sonrisa y luego tomó mi cuerpo para llevarme a una amplia habitación.
“¿Qué ibas a decirme? Parecía importante.
Tomé su rostro, y besé sus mejillas.
“¿Recuerdas que antes de ir a la mansión, te dije que me había enamorado de ti…?”.
Gael soltó el aliento dejándome en la cama y luego tomó mi mandíbula.
“No sabes lo que eso me hizo”.
“Quiero preguntarte algo… ¿Esta misma mirada que viste ese día en que nos topamos? ¿Fue la misma sensación que sentiste cuando conociste a Camila?”.
Gael se quedó callado por un momento, y luego negó.
“No. Hay una sola palabra que se me cruzó por la mente, una vez te vi”.
Me recosté en el espaldar, y tomé mi v!entre descuidadamente para calentarlo con mis manos.
“¿Cuál es?”.
“Poseer… quería que fueras mía, Sofí… y es que tú no sabes lo que causan estos ojos”, sus dedos delinearon mis ojos, mientras yo los cerré.
Me quedé dormida en sus brazos, pero a la mañana siguiente, cuando desperté, noté que Gael se estaba vistiendo.
“¿A dónde vas?”.
“Buenos días”, sonreí un poco aceptando su beso.
“Iré a la mansión”. Tomé el aire, pero estaba decidida.
“lré contigo”.
“Sofí”.
“Iré contigo”, me levanté de la cama, e intenté ir al baño, pero él me retuvo.
“Quiero que descanses”.
“Estoy bien… descansada y con prisa. Me voy contigo Gael”.
Sus ojos brillaron un poco, y luego asintió.
“Bien… entonces vámonos… pero te lo advierto”.
“No me adviertas, sé lo que puedo conseguir”.
Su mandíbula se apretó, asintió lento y me apresuré a salir con él cuanto antes, mientras volví a sentir la presión en mi estómago.
Durante el camino él tomó mi mano y yo me miré a mí misma con este vestido que tenía días conmigo, pero nada me importaba más que mi ropa. Cuando las rejas de la mansión se abrieron, pude notar la tensión en el cuerpo de Gael, pero su rostro era impenetrable.
Bajamos del auto, y él tomó mi mano para ingresar. Y nada más pasamos las puertas, parecía que todos los que estaban en la sala, estaban llegando como nosotros.
Sin embargo, yo solo noté una cabeza que se giró con nuestra presencia, y esos ojos un poco asustadizos que bajaron a nuestras manos unidas.
“¿Gael?”, apreté mi boca, su voz era dulce, incluso delicada.
“Camila… ¿Llegaste del hospital?”, ella miró a su madre un poco confusa.
“Si… y nunca fuiste… te llamé muchas veces”.
“Estaba ocupado, con mi esposa”.
La mirada de la mujer se amplió mirándome detalladamente, y fue notable que su expresión se puso pálida.
“¿Qué?”.
“No le hemos dicho nada”, Laura se adelantó a explicar y Gael soltó el aire.
“No nos quedaremos mucho”, y tuve que mirarlo con una expresión fría.
“¿Cómo no?”, hice la pregunta clara.
“Esta es nuestra casa… y aquí voy a quedarme con la abuela… y contigo… Gael frunció el ceño por un momento, pero antes de que él dijera alguna cosa, ambos nos giramos cuando Camila lo dijo.
“No sé qué juego tengan ustedes dos… y no entiendo nada en lo absoluto… yo sigo siendo la esposa de Gael…soy Camila Koch… ¿Me escuchan?”.
“Cariño”, su madre intentó retenerla, pero ella no se detuvo.
El aire en la sala pareció condensarse cuando Camila pronunció esas palabras. Los ojos de Gael se entrecerraron mientras sopesaba la situación, y yo me mantuve a su lado, sintiendo la tensión en el ambiente.
Camila estaba desesperada por afirmar su posición, pero algo me decía que su confianza estaba empezando a tambalear.
Gael se aclaró la garganta, manteniendo su mirada fija en su exesposa. Era obvio que estaba evaluando sus opciones y calculando cómo abordar la situación.
“Camila”, Laura rompió el silencio levantándose definitivamente y tomó el brazo de su hija.
“Por favor cariño, te lo explicaré”.
“No… ¿Qué puedes explicarme? ¿Qué mi esposo no pudo esperarme? Que no tuvo esperanzas y me enterró ese mismo día”.
Apreté mi boca. Ella sabía jugar muy bien.
“¡Camila, ya basta!”, la mujer tenía las lágrimas en las mejillas cuando Gael alzó la voz, y ella lo miró con evidente molestia.
“Te diré una cosa… buscaré un abogado… nunca he firmado un papel, y el divorcio debe ser consentido… por ahora, sigo siendo tu esposa, y debo morir Gael, para que te separes de mí”.
Mis ojos se abrieron mucho, e inmediatamente Gael dio los pasos como si estuviera muerto de ira, y tomó su brazo. Él le dijo algo a ella de forma baja, que no pude entender, pero la palidez de su rostro me indicó que le había afectado.
“No deberías tratar a mi hermana así”, me giré de golpe al ver la entrada de Fernanda y ya me estaba hirviendo la sangre.
“Si quieren discutir cualquier cosa… lo hacen fuera de esta casa… ¡Váyanse!”, no sé cómo tuve la valentía de decirlo, pero esos tres pares de ojos, madre e hijas, casi me arrancaron la piel con la mirada.
“¿Qué? ¿Ella es sorda acaso?”, Camila me señaló, y antes de que dijera una palabra más, Gael tomó el brazo de Camila y comenzó a salir con ella.
“Te quedarás en otra parte”.
“¡Gael por favor!”, Laura pidió, pero él no se detuvo.
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