La novia más afortunada
Capítulo 898

Capítulo 898:

Brandon se sintió sombrío ante el cambio de tema, incluso se erizó en su asiento, Frank le había contado cómo el farmacéutico había manipulado los medicamentos de algunos pacientes y les había hecho sufrir graves repercusiones por sus enfermedades.

Él no experimentaba ningún síntoma que pudiera apuntar a tal escenario, pero no dejaba de ser una posibilidad, no obstante, Brandon miró la cara de preocupación de Janet y esbozó una sonrisa.

«No te molestes. Frank ya me ha hecho un chequeo y me ha dicho que no hay efectos secundarios graves. Salvo la pérdida de memoria, no debería haber ningún problema». Habló en un tono tranquilizador que no dejaba lugar a dudas.

Janet sonrió y asintió. antes de poner los ojos en blanco hacia Beal: «No te preocupes por nosotros, papá, soy muy consciente del estado de Brandon. Además, ya hemos visto a muchos médicos y los resultados son todos los mismos».

Johanna dio un codazo a Beal y sonrió sin poder evitarlo. «A tu padre le gusta preocuparse por cada pequeña cosa. No le hagas caso. Pero ya que Brandon está mejor, deberían intentar tener un hijo».

Tal vez fuera porque se estaban haciendo viejos, pero Johanna y Beal estaban deseando tener nietos.

Janet miró a Brandon, con las mejillas enrojecidas. Brandon le cogió la mano con una sonrisa.

«No tienes que preocuparte por eso, mamá. Lo estamos haciendo lo mejor que podemos».

«La adivina tenía razón, pronto voy a tener un nieto», dijo emocionada.

«¿Qué adivina? ¿Cómo pueden saber estas cosas?». preguntó Janet con ligereza.

Beal hizo una pausa en su masticación para explicarse. «Conocimos a una adivina cuando estuvimos en Sri Lanka. Le dijo a tu madre que pronto tendría nietos”.

Janet no pudo evitar reírse de aquello. Después de cenar, el chófer llevó a Johanna y a Beal de vuelta a la Mansión White.

Antes de subir al coche, Johanna se giro hacia su hija y le reiteró. «Ya te lo he dicho antes. Pero si sufres algún daño, debes informarnos».

«Lo sé, mamá. Deja de darme la lata, ¿Vale? Llámame cuando llegues a casa». Janet se regodeó en la calidez del afecto de sus padres. Era maravilloso tener una familia. Cuando el coche desapareció por fin en la distancia, respiró aliviada.

La sonrisa desapareció de su rostro. Miró a Brandon a los ojos y le preguntó: «¿Me estás ocultando algo? ¿Algo relacionado con tu estado?».

Brandon se puso rígido, pero pudo mantener la compostura. «Sabes que sólo es pérdida de memoria».

Janet frunció el ceño. «Parecías indeciso cuando te pregunté por los efectos secundarios. Me incomoda. Estoy preocupada».

La mente de Brandon se agitó mientras pensaba en una forma de esquivar sus preguntas. Después de un rato, levantó una ceja e inclinó la cabeza provocativamente.

«Luego podrás comprobar por ti misma si me pasa algo o no».

Entonces, antes de que Janet pudiera replicar, la cogió en brazos y se la echó al hombro antes de volver al salón.

La arrojó suavemente sobre el sofá y apretó su cuerpo contra el de ella.

Janet forcejeó un poco. Sus mejillas habían adquirido un delicioso tono rosado y una sonrisa juguetona bailaba en sus labios. «Deja de hacerte el tonto. Bien, confiaré en ti».

Se abstuvo de seguir curioseando y se concentró en sus padres. «Cariño, tenemos que ocuparnos de este asunto lo antes posible. El rumor se ha extendido por todas partes. Mis padres están preocupados y ansiosos por hacer algo al respecto. Dolores debe ser castigado».

Brandon se dejó caer a su lado y le acarició el pelo, con ojos oscuros e insondables. Sus siguientes palabras fueron pronunciadas con claridad y fuerza: «No te preocupes, Dolores no puede escapar».

Aquella noche un coche negro circulaba a toda velocidad por la autopista de Barnes. Dolores parecía completamente agotada.

De vez en cuando miraba por el retrovisor, con los ojos muy abiertos y un poco loca. Sujetaba su teléfono con una mano, mientras con la otra cogía el volante. No sabía adónde ir ni dónde esconderse.

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