La novia más afortunada
Capítulo 1718

Capítulo 1718:

Bañada por la clara y brillante luz de la luna, Janet sintió una inesperada oleada de añoranza por Brandon.

Sin embargo, el recuerdo de sus acciones ensombreció su rostro.

Resuelta, Janet decidió que no sería la primera en disculparse. Tenía que ser Brandon quien buscara la reconciliación.

Perdida en sus pensamientos, Janet se dio cuenta de repente de que un par de ojos se fijaban en ella por detrás, provocándole una ligera inquietud.

Muy atenta, se dio la vuelta, sólo para ser recibida por una luz tenue y el follaje del jardín.

Su ceño fruncido dejaba entrever su incertidumbre, preguntándose si no estaría dándole demasiadas vueltas a la situación.

Instintivamente, Janet se levantó. Contemplando el hecho de que Jeremy seguía en libertad y las intenciones hostiles de Nightingale hacia ella, decidió que lo mejor era volver a casa.

Sin embargo, al darse la vuelta y ver a los guardias de seguridad apostados cerca, una sensación de alivio la invadió de nuevo. Desde el regreso de Janet tras su desaparición, la familia White había invertido mucho en medidas de seguridad. La villa debería estar a salvo.

Acariciándose el pecho, Janet dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo que estaba siendo demasiado sensible.

Con la seguridad de que no había ninguna amenaza inmediata, Janet volvió al banco y reanudó su mirada contemplativa a la luna.

El jardín nocturno desprendía una inquietante quietud, con la luna oculta tras veladas nubes y sólo unas pocas estrellas titilando en el cielo.

Sin querer, Janet sucumbió al sueño en el banco. En el silencioso jardín, una figura sombría se infiltró, eludiendo a los guardias y acercándose a Janet.

Janet, ligeramente adormilada en el banco, sintió vagamente que alguien se acercaba. En su estado de aturdimiento, sintió un par de manos que exploraban su cuerpo, aparentemente buscando algo.

De repente, Janet abrió los ojos y reaccionó con rapidez, alargando la mano para agarrar a la persona e impedir que se apartara.

La sensación tangible en la palma de la mano la despertó. Al levantar la vista, Janet vio ante ella a un hombre joven y desconocido.

Llevaba ropa de diseño y su aspecto no llamaba la atención, pero sus miradas furtivas y su postura encorvada proyectaban un aire de sospecha.

En la mano llevaba la tarjeta bancaria que Beal le había dado a Janet.

Janet agarró con fuerza la muñeca del hombre, pero él consiguió sacudírsela de encima. Empujándola con fuerza, intentó huir con la tarjeta bancaria.

«¡Socorro! Atrapad al ladrón!»

La fuerte súplica de Janet resonó, provocando la rápida respuesta de un grupo de guardias que se apresuraron a llegar al lugar.

Al ver que los guardias se acercaban, el hombre echó a correr con la tarjeta en la mano. Sin embargo, su velocidad no pudo igualar la de los guardias. En un santiamén, uno de los guardias le propinó una rápida patada que hizo que cayera al suelo, con la boca llena de tierra y hierba.

«¡Ah!» El hombre lanzó un grito de dolor cuando la tarjeta bancaria se le escapó de las manos y cayó al suelo.

Al ver al hombre en apuros, uno de los guardaespaldas aplicó presión con su bota negra en la espalda del hombre.

«¡Ah! ¡Me duele! Suéltame. ¿Sabes quién soy?» El hombre gimió en agonía, tratando de intimidar a los guardias.

A pesar del dolor, su deseo por la tarjeta bancaria seguía imperturbable. Imprudentemente, alargó el brazo para cogerla del suelo, apretándola con fuerza en la mano.

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