La novia más afortunada
Capítulo 1717

Capítulo 1717:

Johanna se relajó, una visible oleada de tensión abandonó sus hombros al escuchar la noticia. «Es un alivio. Con Janet cerca, me preocupaba que intentaran crearle problemas».

Beal asintió, comprendiendo su preocupación. Su deuda con Janet ya era inmensa, y ahora que por fin estaba en casa, su prioridad era garantizar su tranquilidad.

«Dejemos atrás esas cosas desagradables», sugirió Janet, una cálida sonrisa adornó sus labios mientras colocaba delante de él la carne estofada favorita de Beal. «Disfruta, papá.

Una vez que los inoportunos invitados se marcharon, el ambiente cambió a uno de comodidad y alegría mientras saboreaban juntos la cena.

Mientras los criados desempaquetaban afanosamente los objetos que Johanna había pedido, el mayordomo los llevó cuidadosamente a la habitación de Janet, asegurándose de que todo estuviera en su sitio.

Más tarde, la familia se reunió en el sofá del salón, conversando animadamente.

El recuerdo de la intrusión de su familia ensombreció brevemente a Beal, que sintió una punzada de culpabilidad. Se volvió hacia Janet y le pidió disculpas. «Siento mucho lo de tu habitación, Janet. Debería haberlas manejado con más eficacia».

Janet respondió con un suave encogimiento de hombros, su sonrisa tranquilizadora. «No pasa nada, papá. No he perdido nada importante y, además, mamá ya me ha repuesto todo lo que necesitaba».

A Beal se le encogió el corazón de alivio. Extendió la mano y la colocó sobre la cabeza de Janet, con una caricia llena de afecto. «Eres una hija tan madura y comprensiva».

Sacó una tarjeta bancaria de la cartera y se la dio a Janet. «Esto es para ti. Considéralo dinero de bolsillo».

Su madre y sus cuñadas solían venir de visita cada uno o dos años para causar problemas, y Beal no dudaba en sobornarlas con dinero para que se marcharan pacíficamente.

Sin embargo, la revelación de sus criados sobre los insultos proferidos contra Johanna y Janet mientras él estaba fuera lo cambió todo.

Una fría ira le invadió. No permitiría que siguieran explotándole. Se dio cuenta de que el dinero que ganaba incansablemente podía emplearse mejor como pensión para su hija en lugar de alimentar la codicia de unos parientes desagradecidos.

Janet aceptó la tarjeta bancaria extendida con una sonrisa de agradecimiento. No se había llevado dinero cuando salió corriendo de casa. Esta generosidad inesperada le produjo una oleada de alivio y agradecimiento.

«Gracias, papá», susurró, con la voz impregnada de auténtica gratitud.

«Descansa y diviértete, Janet. Sal, diviértete y despeja la mente. No dudes en usar la tarjeta si ves algo que te guste», dijo Beal, con un tono lleno de afecto paternal mientras le daba unas palmaditas en el hombro a Janet.

Janet frunció el ceño. Beal parecía ser consciente de su desacuerdo con Brandon. «De acuerdo, papá», respondió, guardándose la tarjeta en el bolsillo.

Después de disfrutar de una cálida conversación con Beal, Janet se dio cuenta de que su habitación seguía siendo ordenada. Deseosa de dar a Beal y Johanna un poco de intimidad, decidió salir a tomar el aire. «Papá, mamá, voy a salir un rato al jardín. Podéis charlar», dijo poniéndose de pie.

«Adelante, cariño. Ten cuidado. Y cuando tu habitación esté lista, siéntete libre de volver y descansar», dijo Johanna cariñosamente, viendo a su hija marcharse.

Sola en la tranquilidad del jardín, Janet buscó instintivamente su teléfono, sólo para darse cuenta de que lo había dejado en casa de Brandon.

Esta constatación no hizo sino aumentar su frustración.

Después de haber estado fuera durante un tiempo, había esperado al menos una disculpa por su parte. Tal vez podría haber hecho que alguien le devolviera el teléfono, pero en lugar de eso, permaneció completamente callado. Su indiferencia sólo aumentó su irritación.

«¡Brandon!» murmuró Janet en voz baja. «Ya lo has hecho y me has cabreado».

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