Capítulo 4:

Celia sintió un gran alivio cuando vio que los sujetos se alejaron para posteriormente perderse en la distancia.

Tras echarle un vistazo al hombre a su lado, ella pronunció con toda sinceridad:

«Muchas gracias».

El caballero era asombrosamente guapo, con unos rasgos tan finos como los de una escultura de mármol. Sin embargo, la frialdad que emitían sus ojos podría hacer que cualquiera se congelara de miedo.

Celia comenzó a temblar cuando se encontró con la mirada del hombre, lo que la hizo recobrar un poco la consciencia. No obstante, después de algunos segundos, sintió que la incomodidad en su cuerpo se agravaba; varias olas de calor comenzaron a recorrer su cuerpo.

Celia tenía sobre los hombros la chaqueta del sujeto, la cual olía a colonia y tabaco; la chica tiró de la chaqueta con fuerza mientras hacía todo lo posible por calmarse.

Aunque el hombre sintió que algo andaba mal con ella, no se movió, y en cambio, permaneció sentado mientras la observaba en silencio.

Se trataba de una chica realmente bonita, pura y encantadora. De repente, la mirada del hombre se encontró con la de ella; él solo tuvo que mirarla a los ojos por un instante para percibir el intenso deseo que quemaba el cuerpo de la chica y el cual estaba luchando por reprimir. Sin embargo, al mismo tiempo, los ojos de ella…

Estaban llenos de tristeza.

De repente, el hombre recordó el accidente automovilístico que su hermano planeó; solo tenía veinte años cuando sucedió, y viajaba junto con su madre.

Después del choque, pronto cayó inconsciente y todo a su alrededor se volvió borroso, pero sí podía recordar vagamente a una chica que se encargó de llevarlos al hospital.

Sin embargo, desafortunadamente para él, cuando recuperó la conciencia, descubrió que su salvadora se había ido y su madre acababa de fallecer por culpa de las graves lesiones que sufrió.

Durante los siguientes años, el hombre fue reuniendo pruebas para averiguar la verdad detrás del accidente automovilístico y el paradero de esa chica.

Él no pudo verla claramente en aquel entonces, pero aún recordaba que poseía unos ojos tristes pero hermosos; había algo único e inolvidable en ellos.

Tras recordar a la chica que lo salvó y darse cuenta de que tenía aproximadamente la misma edad que la chica a su lado, el hombre comenzó a preguntarse si se trataba de la misma persona.

Perdido en sus pensamientos, él permaneció sentado e inmóvil, haciendo que el lugar se volviera tan silencioso como una tumba.

Pero al segundo siguiente, Celia se abalanzó sobre él y cayeron sobre los asientos; el ruido fue tan fuerte que incluso Briar, quien iba concentrado en conducir, se sobresaltó.

«Me siento demasiado caliente… ¿Podría…? ¿Podría…? ¿Ayudarme?», Celia no pudo seguir conteniendo sus bajos deseos.

Ella trató de desnudar al hombre a su lado y acarició su pecho musculoso; en el momento que las yemas de sus dedos tocaron su piel, la chica sintió un gran placer.

Sin embargo, la expresión del hombre se volvió fría; él se dio cuenta de que Celia estaba dr%gada.

De repente, Briar le preguntó tímidamente: «Jefe, ¿Qué hay de la reunión que tenemos programada con el Señor O’Brien?».

«Agéndala para otro momento. Llévame de vuelta a casa».

En la Mansión Hillside…

Después de conducir por un largo camino bordeado de árboles y cruzar por tres portones, los tres finalmente llegaron a una mansión que estaba frente al mar.

Celia iba acurrucada en los brazos del hombre mientras miraba la residencia con sus ojos nublados.

La mansión era el único edificio en el área. Su construcción tenía un estilo clásico con bajorrelieves en las paredes exteriores; solo un arquitecto experto y con mucha experiencia podría haber diseñado un edificio tan lujoso y elegante.

La decoración interior era más refinada que la exterior; varias obras de pintores famosos colgaban de una de las paredes, lo que le daba un toque clásico a los interiores modernos.

Tras percatarse de las numerosas cámaras de seguridad que vigilaban cada rincón de la casa, Celia dedujo que su acompañante no era una persona común y corriente.

El hombre la llevó directo al baño y la metió en la tina. Una sensación fría llegó a la espalda de la chica, por lo que instintivamente envolvió los brazos alrededor del cuello del hombre.

«Está muy fría…», aunque parecía quejarse, lo dijo con el tono de una niña mimada.

«No tomará mucho tiempo», el hombre le acarició la espalda para consolarla, pero ella no estaba dispuesta a dejarlo ir. Él se vio obligado a abrir la ducha con la esperanza de que el agua fría extinguiera el ardiente deseo de la chica.

Sin embargo, esto no ayudó en nada, a pesar de que estuvo debajo del agua fría durante diez minutos seguidos; de hecho, el hombre también comenzó a excitarse bajo el toque de Celia.

Los botones de la parte superior de su camisa se desabrocharon, dejando al descubierto sus pectorales fuertes y definidos.

Fascinada por la sensación sedosa de su suave piel, la chica no pudo evitar apoyar la cara sobre su pecho.

Aunque el hombre intentó alejarla, ella puso uno de los dedos de él en su boca, agarrándolo con sus carnosos labios rojos mientras le chupaba la punta del dedo con la lengua; mientras lamía lentamente la yema de su dedo, ella lo miró como una ninfa, hermosa y seductora.

Mirándola directo hacia sus ojos nublados, él nuevamente escuchó a Celia suplicar: «Por favor, ayúdame…».

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