Capítulo 164:

Eileen no esperaba que Celia, quien aparentaba ser demasiado amable e inofensiva, fuera en realidad una chica inteligente; con solo emitir unas cuantas palabras, ella no solo atrajo la atención de todos, sino que también la puso en las fauces de la tormenta, dejándola incapaz de retirarse sin que descubrieran que era la verdadera culpable.

De haberlo sabido antes, ella no habría usado ese truco.

De repente la mujer se arrepintió de haber escondido las tijeras en su bolsillo; si antes hubiera encontrado un lugar para tirarlas, no se habría hallado en medio de un gran predicamento.

Eileen cada vez estaba más nerviosa; ella comenzó a retroceder de forma disimulada mientras trataba de sacar las tijeras del bolsillo de su pantalón con la intención de arrojarlas debajo del perchero que tenía al lado.

La mujer pensó que nadie encontraría el objeto de delito debajo de los vestidos, pero para su mala suerte, Celia la iba siguiendo de cerca. Antes de que Eileen pudiera retroceder más, la chica la agarró de repente: «¿Ya te vas? ¿Acaso te sientes culpable?».

Mordiéndose el labio inferior, la mujer fulminó a Celia con la mirada y le dijo con arrogancia: «Te lo advierto, no intentes difamarme. ¿Quién dice que me quiero ir?».

Manteniendo la compostura, Celia respondió con una sonrisa: «Dado que aseguras no ser culpable, déjame revisar si llevas unas tijeras contigo».

Ella estiró una mano con la intención de tocar el cuerpo de la persona que la había acusado momentos atrás.

La mujer entró en pánico de inmediato, por lo que retrocedió y dijo ansiosamente:

«¿Cómo te atreves a revisar mis pertenencias? ¿Quién te crees que eres?».

Celia explicó sin borrar la sonrisa de su rostro: «Solo quiero encontrar al verdadero culpable, aquel que arruinó el vestido. Espero que cooperes conmigo. Si no fuiste tú, no tendrías por qué estar nerviosa, después de todo, yo no sería capaz de difamarte frente a tanta gente, ¿Verdad?».

Eileen cada vez estaba más nerviosa; obviamente no iba a permitir que Celia la revisara, pero la ansiedad era tal, que le temblaban las piernas y el estómago, casi hasta el punto de hacerla caer al suelo.

Celia aprovechó esta oportunidad para sostener con fuerza a la mujer y buscando en su ropa: «Aquí ambas somos mujeres y no sufrirás ninguna pérdida si solo te toco por unos momentos. Si quieres, puedo dejar que hagas lo mismo conmigo más tarde».

Celia estiró sus manos con una gran velocidad y estuvo a punto de tocar el bolsillo donde la mujer tenía guardadas las tijeras.

Desesperada, Eileen empujó a la chica y salió corriendo del vestuario.

“Necesito ir al baño. No puedo aguantarme más. Puedes revisar a los demás primero».

Sin embargo, Celia la detuvo, y mientras la miraba con firmeza, le dijo: «No, no puedes irte. Todos están aquí. ¿Cómo pretendes irte en un momento tan crítico? ¿Y si realmente quieres ir al baño solo para deshacerte de las tijeras?».

Eileen se sintió un poco avergonzada al notar que los ojos de todos los presentes estaba sobre ella, así que trató de desviar la atención con gritos histéricos: «No tengo tijeras conmigo. ¿Por qué eres tan agresiva? ¿Me atacas de esa manera solo porque cuestioné tus habilidades como diseñadora?».

«No, esto no es nada personal. Solo me estoy enfocando en el tema que ahora está sobre la mesa. Además, tú también dudaste de mí. ¿No tengo derecho de hacer lo mismo?», Celia replicó con argumentos bastante razonables.

«Pero ya me duele mucho el estómago. ¿Por qué me detienes? ¿Quieres que haga el ridículo en público? No estoy huyendo, ¿De acuerdo? Volveré justo después de ir al baño».

Después de distraer a todos con éxito, Eileen nuevamente intentó escapar, pero Celia no la iba a dejar ir tan fácilmente; ella tenía conocimientos de artes marciales, y como sus reflejos eran mucho más rápidos que los de la mujer, pudo alcanzarla fácilmente.

Tomada por sorpresa, Eileen estuvo a punto de chocar con Celia.

«¿Por qué huyes? ¿Acaso no puedes lidiar con el sentimiento de culpa?», Celia se burló con un tono frío.

La otra rápidamente retrocedió, y cuando alzó la vista, vio una sonrisa juguetona en el rostro de Celia.

La arrogancia y el desdén en los ojos de la chica la hicieron sentir como si estuviera atrapada en un pantano oscuro, con su cuerpo temblando incontrolablemente.

Fue hasta ese momento que se dio cuenta de que había ofendido a una oponente despiadada y terrible.

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