Capítulo 13:

Celia se asustó tanto que casi gritó. Entonces las preguntas comenzaron a invadirla.

Ella no sabía cuándo Tyson había regresado ni mucho menos cuándo se había acostado a su lado.

Para colmo, ella tenía la cabeza sobre el brazo de él y estaba acurrucada hacia su pecho. ¿Acaso había dormido así toda la noche?

Tyson sintió que ella ya estaba despierta, por lo que pronto abrió los ojos.

En contraste con la vergüenza de la mujer, él parecía tranquilo, e incluso sonrió y la saludó, «Buenos días, cariño».

Dado que acababa de despertarse, su voz era ligeramente diferente de lo habitual, pero seguía siendo muy seductora.

Al ver que él notó su vergüenza, Celia tartamudeó: «Tú… ¿Cuándo…? ¿Cuándo volviste?».

Él estaba tan cautivado por ella que no pudo evitar sonreír.

“Regresé tan pronto como terminé mi trabajo», murmuró al tiempo que le acariciaba el cabello.

Celia se sintió aún más avergonzada e inconscientemente bajó la cabeza, olvidándose de que estaba en los brazos del hombre, por lo que esta enseguida quedó enterrada en el cuello de él.

El pulso de la mujer se aceleró cuando olió la agradable fragancia de su marido.

Él le acarició el cabello de nuevo y explicó en voz baja: «Ya estabas dormida cuando regresé anoche, así que no te desperté. Y como quiero acostumbrarme al nuevo rol como tu esposo, dormí a tu lado. Pero no te preocupes, no te hice nada».

Levantando la cabeza, ella frunció el ceño hacia él.

“Te acostaste de repente conmigo sin decírmelo. Yo no estoy lista todavía».

No bien terminó de decir eso, ella se arrepintió.

Después de todo, ya estaban legalmente casados, y tarde o temprano, estaban obligados a dormir juntos. Entonces se preguntó si había herido a su esposo con sus palabras. Se decía que las personas con deformaciones a menudo eran más sensibles.

Pensando en eso, ella prestó mucha atención a las reacciones de Tyson.

Sin embargo, cuando vio que él no se enojó y que no había señales de que estuviera ofendido, se sintió aliviada.

«Lo recordaré, y la próxima vez solo me meteré en tu cama después de avisártelo. Espero no haberte asustado esta vez, y si lo hice, por favor, déjame compensarte».

Él parecía disculparse, pero cuanto más lo escuchaba, más sentía que algo andaba mal.

¿Él estaba tratando de decir que habría una próxima vez? Oh, por Dios.

Ella se estaba preparando para refutarle cuando lo vio bajar la cabeza con humildad.

«Perdóname por dejarte sola en casa en nuestra noche de bodas; fue una emergencia».

Ante eso, el corazón de Celia se ablandó de inmediato, y estaba a punto de decir que no era gran cosa cuando sintió que el brazo del hombre se apretaba alrededor de su cintura, haciéndola que se aferrara a él con fuerza.

«Cariño, ¿Qué tal si compenso lo que te debo de anoche?».

Celia se quedó atónita en el acto, obviamente nerviosa.

«No, no es necesario. No te preocupes por eso». Habiéndose negado rápidamente, ella se inventó una excusa poco convincente: «No he comido nada desde anoche. Tengo demasiada hambre como para cualquier cosa ahora. Estoy muy débil».

«Está bien. Yo lo haré todo. Tú no necesitas esforzarte demasiado», replicó él en voz baja.

Apenas su cálido aliento tocó su oreja, la debilitó por todas partes, y ahora estaba tan avergonzada que quería cavar un hoyo y esconderse. De hecho su mente se quedó en blanco y no podía pensar en una manera de decir que no.

Al ver que ella de veras no estaba lista, Tyson le pellizcó ligeramente la punta de la nariz.

“Bien… Pero todavía te debo una. Te lo compensaré la próxima vez».

Con eso, se levantó y se cambió de ropa.

En ese momento, Celia recordó de repente la cicatriz que había visto vagamente en la cintura de Tyson la noche anterior, y quería echarle un vistazo más de cerca, pero esta vez él se movió tan rápido que ella no tuvo la oportunidad.

La verdad era que si no veía la cicatriz con claridad, ella siempre sospecharía.

«Cariño, es hora de que te levantes. Lávate la cara y cepíllate los dientes».

Tras un asentimiento, ella se levantó de la cama y entró al baño. Una vez dentro, se sorprendió al ver que sus artículos de tocador ya estaban allí.

Aunque Tyson era un poco impredecible para ella, la trataba muy amablemente.

Después de alistarse, Celia salió de allí con la intención de prepararle el desayuno a Tyson para pagarle su amabilidad y consideración.

No obstante, tan pronto como entró en la cocina, lo vio colgando el delantal en la pared.

Cuando él se giró y la vio, sus delgados labios se curvaron ligeramente hacia arriba.

«El desayuno está listo».

Celia quedó desconcertada, pues no esperaba que la trataran tan bien el segundo día de casados. Tyson definitivamente parecía ser diferente de los rumores que había escuchado.

Entrando al comedor con el desayuno en la mano, él consultó: «¿No tienes hambre?

Adelante, come. Yo iré a lavarme la cara y cepillarme los dientes también».

Acto seguido, le frotó suavemente la cabeza y salió de allí.

Cuando entró al baño, descubrió que las cosas no estaban al cien por ciento cuidadas. Todos esos años, nadie había estado allí excepto él. Entonces se preguntó si su esposa podría acostumbrarse a vivir allí.

Desde el instante en el que ella declaró firmemente en la boda que iría a donde él estuviese, él la había considerado en secreto como la dueña de esa casa.

Tal vez estaban destinados a estar juntos desde aquella noche en que él la hizo suya.

Después de haberse lavado, él regresó a la cocina con la intención de preguntarle a Celia si le había gustado la comida, pero descubrió que ella aún no había comido. Y es que ella estaba esperándolo para que comieran juntos.

Sobre la mesa había dos juegos de vajilla. La sonrisa de Celia era como una brisa que soplaba en el corazón de Tyson, el cual había estado demasiado tranquilo durante muchos años; ahora este estaba agitado.

Los ojos de él siempre habían estado llenos de indiferencia, pero ahora la calidez los llenaba mientras sus latidos iban cada vez más rápido.

¿Acaso él ya tenía sentimientos por ella?

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