Capítulo 122:

Apenas Tyson cerró la puerta del baño, se dio cuenta de que Celia lo veía fijamente.

Siguiendo la dirección de sus ojos, él descubrió que ella observaba su cintura.

De hecho, no era la primera vez que la pillaba haciendo eso.

«Cece, me voy a bañar. Saldré pronto…», comentó él sonriendo amablemente a la mujer.

Una vez que cerró la puerta tras él, miró la cicatriz de su cintura causada por el accidente automovilístico que Mack, su hermano, provocó años atrás.

Fue ese el accidente donde había perdido a su madre. Tyson, sin embargo, fue rescatado a tiempo para salvarle la vida pero quedó con una cicatriz indeleble.

En ese momento, él pensó que durante aquella aventura de una sola noche en la Mansión Hillside, ella había visto la cicatriz.

Lo más probable era que ya sospechara de él.

Ante esa posibilidad, Tyson no pudo evitar sentirse un poco preocupado. Cuando conoció a Celia previamente sin máscara, a ella la habían dr%gado y él la llevó hasta la Mansión Hillside, donde tuvieron relaciones sexuales.

Si ella descubría que él era el hombre con el que tuvo una aventura, entonces sus planes de venganza contra la Familia Shaw podrían arruinarse.

Por esa razón él debía asegurarse de que la cicatriz estuviera oculta en todo momento, sin importar lo que pasara.

Después de todo, ¡No podía cometer ningún error con su plan!

Tyson apretó los puños fuertemente, recordando con dolorosa claridad el rostro de su madre antes de morir.

Luego de darse una ducha rápida, él se cubrió con una bata y salió del baño.

Entonces se aceró a Celia y la abrazó por detrás, mientras ella permanecía silenciosa y aturdida.

«Cariño, ve y báñate rápido. Ya es hora de ir a la cama».

Celia, sin embargo, seguía sumida en sus propios pensamientos. Ella seguía pensando en el problema que acababa de experimentar en la residencia de la Familia Kane, y fue el abrazo de Tyson lo que la devolvió a la realidad. Entonces asintió con la cabeza en silencio, agarró su ropa y se dirigió al baño.

Inmediatamente después de que ella cerrara la puerta, Tyson le ordenó a Briar que le llevara una botella de base correctora de maquillaje.

No habían pasado ni veinte minutos cuando llegó el asistente.

Cuando Briar vio que Tyson bajó a tomar el corrector a toda prisa, preguntó confundido: «Señor, ¿Para qué necesita esto?».

¿Por qué tenía la sensación de que su jefe cada día actuaba de forma más extraña e inusual? ¡La última vez fueron mariscos y esa vez quería una base correctora de maquillaje ¿Qué diablos estaba pasando con él? Nada de eso tenía sentido.

«No te corresponde hacer ningún tipo de pregunta». Tyson lo miró con frialdad y continuó: «Envía a alguien para que vigile a la Familia Kane. Al parecer, Celia tuvo un conflicto con ellos hoy y quiero que descubras lo que pasó».

Briar asintió: «Lo haré de inmediato, señor».

«Recuerda ser muy discreto, ya sabes cómo son las cosas», enfatizó Tyson.

“Entiendo». Con eso, Briar se fue a cumplir las órdenes de su jefe.

Tyson, por su parte, regresó al dormitorio. Cubrió la cicatriz en su cintura con la base correctora hasta el punto de que era prácticamente invisible.

Afortunadamente para él, Celia siempre tomaba duchas bastante largas, por lo que aún no había salido del baño incluso cuando terminó de ocultar la cicatriz.

Cuando ella salió del baño finalmente, vio a Tyson sentado casualmente en la cama con una bata. Mirarlo en esa postura hizo que Celia lo anhelara aún más.

La mujer tragó saliva y caminó lentamente hacia él levantando la mano, con la intención de tocar su hombro. Sin embargo, resbaló.

Tyson la atrapó rápidamente con sus impresionantes reflejos antes de que se hiciera daño.

Celia, de forma inconsciente, agarró la bata del hombre para sostenerse.

Ni siquiera usó mucha fuerza, pero de alguna manera terminó desvistiéndolo.

El pecho de Tyson estaba parcialmente expuesto, revelando sus fuertes y prominentes músculos.

Los ojos de Celia se abrieron de par en par y no pudo evitar sonrojarse por completo.

Tyson levantó suavemente su barbilla con sus dedos delgados. Con una sonrisa burlona, le dijo: «Cariño, ¿Por qué estás tan activa hoy?».

Celia se mordió el labio cohibida y murmuró: «No fue mi intención…».

A pesar de que pretendía hablar en serio, no lo había logrado.

Tyson le pellizcó la mejilla y la consoló con voz seductora: «Bueno, te creo. Pero debes tener cuidado cuando caminas para que no me caigas siempre encima».

En ese punto, el rostro de Celia era como un tomate y sus orejas ardían como si estuvieran incendiadas.

Mirando fijamente los ojos encantadores de Tyson, ella soltó: «¡Estaba perdida en tu encanto y no cuidé mis pasos!».

Después de decir eso, ella se mordió el labio inferior arrepentida.

¡Oh, Dios mío! ¿Qué estaba mal con ella?

El corazón de Celia latía con tanta fuerza que lo sentía retumbar a toda velocidad dentro de su pecho.

Estaba tan avergonzada por sus palabras atrevidas que solo quería que la tierra se tragara a ella.

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