La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso
Capítulo 103

Capítulo 103:

«Kiley, ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás llorando?».

Algunos de los colegas no tardaron en acercársele y consolarla amablemente.

Al ver que le estaban prestando atención, ella de inmediato señaló a Celia y lloró más fuerte con expresión agraviada.

“Todo es por ella. Traté de ayudarla, ¡Pero solo me humilló! Le di mis consejos amablemente, pero dijo que mis opiniones eran inútiles y me miró por encima del hombro. Yo solo estaba tratando de ayudar. ¿Por qué tuvo que tratarme así?».

Cuando sus compañeros de trabajo escucharon eso, comenzaron a susurrar entre ellos.

«Celia es solo una recién llegada. Al menos debería mostrar algo de respeto a los que ya tienen tiempo y experiencia aquí».

«Ella es diferente a nosotros porque es la diseñadora exclusiva de Brea, y cree que tiene derecho a faltarle el respeto a Kiley».

«Pero ella no ha ganado siquiera un premio. No puede ser tan arrogante solo porque trabaja para Brea, ¿O sí? Además, Brea aún no es tan popular que digamos».

Celia sintió un dolor de cabeza al escucharlos, y no pudo evitar fruncir el ceño.

Todo lo que ella quería era concentrarse en su trabajo, pero Kiley no tenía nada que hacer y volvió a causarle problemas.

Haciendo lo posible por calmarse, ella trató de explicar: «Yo nunca le pedí ayuda o consejo a Kiley en primer lugar. Ella vino a mí por su cuenta, le echó un ojo a mi boceto y voluntariamente me dio un montón de comentarios. Yo ya tengo mi propio plan de trabajo, y no necesito que me diga cómo hacer lo mío. Además, tengo la libertad de rechazar opiniones irracionales».

Temiendo que las palabras de esa estúpida convencieran a los demás, Kiley gritó: «¿Entonces por qué aceptaste los consejos del gerente? ¿Acaso crees que solo lo que él diga tiene valor? Las opiniones de los demás no te sirven de nada, ¿Cierto? Pero creo que realmente no tiene nada que ver con los consejos; simplemente no te gusto. Además, tú y el gerente estaban demasiado cerca el uno del otro. Quién sabe si siquiera estaban discutiendo sobre el diseño…».

Mientras lloraba, ella continuó: «De veras no sé qué hice para ofenderte. ¿Por qué tienes que humillarme una y otra vez?».

Por lo visto, sus palabras estaban funcionando porque varios colegas chismosos comenzaron a susurrar de nuevo.

«Bueno, no me sorprende. Supongo que Celia quiere que la asciendan, y por eso se mete con el gerente».

«Claro, tiene sentido. Además, ella es muy hermosa. ¿No sería una pena no aprovechar ese rostro al máximo?».

«Yo también lo creo. No es de extrañar que siempre esté cerca del gerente. Ella apenas comenzó a trabajar aquí hace solo dos días, pero ha ido al comedor con él siempre».

Celia estaba muy molesta por las acusaciones de Kiley, y sabía que sin importar cómo lo explicara, esas personas seguirían hablando de ella.

No obstante, ella nunca fue una presa fácil, y mirando a Kiley con frialdad, dijo: «No me importa cómo trates de calumniarme, pero te aconsejo que tengas cuidado con tus palabras, ya que no soy el tipo de persona a la que puedes intimidar fácilmente como crees. Mi paciencia también tiene sus límites. Si quieres guerra conmigo, no me importa».

Kiley se asustó tanto por la actitud imponente de Celia que retrocedió, mostrando un poco de cobardía.

Pero con tantos colegas allí presentes, ¿Cómo podría admitir la derrota?

Ella no quería dar su brazo a torcer. Agarrando el vaso de leche caliente de la mesa, intentó verterlo encima a Celia.

“Entonces empecemos la guerra. Yo no te tengo miedo. Pero que conste que tú eres la que está buscando pelea, no yo. Eres una repugnante y desvergonzada mald…».

Celia había esperado durante mucho tiempo que esa molesta chica hiciera tal cosa, por lo que rápidamente levantó el brazo para bloquear el vaso.

Antes de que Kiley pudiera terminar sus palabras, el vaso rebotó y se estrelló contra su rostro.

La leche fluyó desde su frente y bajó por sus mejillas al piso, empapando la parte delantera de su vestido. Ahora estaba hecha un desastre.

En ese instante, Derek abrió la puerta de su oficina y caminó hacia todos.

.

.

.