La exesposa muda del multimillonario
Capítulo 769

Capítulo 769:

Elma, en particular, parecía transformada por la simple alegría de jugar al aire libre. Tenía las mejillas sonrojadas y el pelo húmedo de sudor, pero su sonrisa era amplia y genuina, algo que Kallie no había visto en demasiado tiempo. Para Elma, momentos como aquel eran escasos. Su infancia había estado marcada por las restricciones. No podía salir de casa, alejada de la diversión y la libertad que otros niños daban por sentadas. Volar cometas y los viajes al parque de atracciones, llenos de risas, siempre le habían parecido sueños lejanos.

En el pasado, Betty había hecho compañía a Elma, aliviando su soledad con historias y las cosas extrañas y maravillosas que había traído del mundo exterior. Pero ahora, incluso Betty se había ido, dejando una sombra de incertidumbre en el corazón de Elma. La alegría del día era real, pero no podía ocultar por completo el dolor de echar de menos a Betty. A Elma todo le parecía surrealista, como un sueño del que nunca quería despertar.

El día había agotado a Elma, que pronto se quedó dormida y su pequeño cuerpo se desplomó incómodo en el asiento del coche.

Kallie miró a su hija dormida y su corazón se ablandó. Sin dudarlo, cogió a Elma en brazos y la acunó con suavidad. Elma se agitó, pero se sintió cómoda acurrucada contra el pecho de su madre. Kallie liberó una mano para secar el sudor de la frente de su hija y suspiró suavemente.

«Estás empapada, pero no has dicho nada. Si te resfrías, no será bueno para ti». Su tono era tierno, lleno de amor más que de regaño.

Medio dormida, Elma sintió calor y seguridad en el abrazo de su madre. Era como estar envuelta en una manta suave y protectora, y no hizo ningún esfuerzo por resistirse. En lugar de eso, se acurrucó más en los brazos de Kallie, rodeando con sus pequeñas manos la cintura de su madre, buscando el consuelo que había echado de menos durante tanto tiempo.

Kallie sonrió y acarició suavemente la espalda de Elma, adormeciéndola aún más.

Cuando Elma volvió a despertarse, estaba acurrucada en su cama, con la ropa recién cambiada y el cuerpo libre del sudor de antes. Aturdida y un poco desorientada, Elma se incorporó, parpadeando en la penumbra de su habitación. Un pensamiento susurró en su mente, una comprensión tan suave que casi parecía un hechizo. «¿Esto es magia? Por fin tengo a mi madre conmigo». Una suave sonrisa se dibujó en sus labios.

Día tras día, la sala de conciertos zumbaba con las melodías de diferentes músicos. Decidida, Sophie asistió al concierto todos los días, sin perderse ni una sola actuación. Con la esperanza de aumentar sus posibilidades de ganar, Sophie se esforzaba por conocer a los demás concursantes y estudiar en qué se diferenciaban sus interpretaciones de las suyas.

Kallie pensaba que Sophie tocaba muy bien, pero no la disuadió de asistir a los conciertos. Se alegraba de ver la dedicación de Sophie y su voluntad de esforzarse. Sólo tenía que asegurarse de que Sophie se acordara de tomarse descansos y no forzarse demasiado.

Elma, a diferencia de su hermana, perdió rápidamente el interés por los conciertos. Después de ir unas cuantas veces, le parecieron aburridos. Para mantener a Elma entretenida, Kallie le pidió a Calvin que la llevara a pasar un día divertido.

Como siempre, Kallie se aseguró de que unos guardaespaldas siguieran discretamente a Calvin y Elma para garantizar su seguridad. El recuerdo del último incidente aún permanecía en la mente de Kallie, lo que la hacía ser precavida.

Todos los días, Kallie acompañaba a Sophie al concierto, ofreciéndole su apoyo.

Un día, entre bastidores, Kallie y Sophie escucharon una discusión. Las duras palabras cortaron el aire como cuchillos.

«Este es un lugar para los mejores», se mofó una voz. «Y está claro que tú no perteneces a él. No hay más que ver tu piano destartalado. Probablemente no valga ni cincuenta mil dólares. Es una vergüenza tenerlo aquí».

El que hablaba parecía un niño, probablemente de la edad de Sophie.

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