Capítulo 621:

La voz frenética de Sophie resonó en los oídos de Kallie, amortiguada por la agonía.

Cuando Kallie recobró el sentido, se encontró en una cama de hospital. Lo primero que vio fue el rostro de Sophie, cubierto de lágrimas y enrojecido por la preocupación.

Al lado de Sophie, Calvin parecía igual de angustiado, con los ojos hinchados de llorar. A pesar de ello, se mantuvo fuerte, calmando a Sophie con una suave palmada en la espalda mientras le daba pañuelos de papel.

Cuando Kallie se despertó, Sophie dejó de llorar, con una mirada mezcla de alivio y culpa tácita.

«Mami, ya te lo he dicho, tienes que cuidarte. ¿Te das cuenta de lo asustada que estaba?». La voz de Sophie temblaba con una mezcla de frustración y preocupación.

Kallie sintió que la invadía una oleada de culpabilidad. Hacía tiempo que sabía que su cuerpo no estaba bien, pero sus días habían sido tan ajetreados que no había espacio para bajar el ritmo.

Además, cada vez que intentaba descansar, su mente volvía a pensar en Jake y Chloe. Su destino incierto la carcomía y la llenaba de temor.

Kallie era dolorosamente consciente de que su estado mental se estaba deteriorando, pero la idea de ir al médico la aterrorizaba. Tenía demasiadas responsabilidades. Si le ocurría algo, ¿quién estaría ahí para sus hijos?

Sophie pareció captar la preocupación en los ojos de Kallie y le ajustó suavemente la manta. «Mami, lo que más temo es verte así.

Si no te cuidas, ¿cómo vas a encontrar a mi padre y a Chloe?». Sophie hizo una pausa y su voz se quebró al continuar: «No te preocupes por nosotros. Yo me ocuparé de Calvin y tú puedes dejar a un lado la compañía por ahora. Lo único que quiero es que te mejores».

Calvin se unió a ellos, cogiendo la mano de Kallie. «Mami, nos has asustado mucho. Sophie se quedó contigo toda la noche, y yo… Yo también he estado muy triste. Por favor, haz caso al médico y descansa».

El peso de sus palabras presionó a Kallie. Había estado tan consumida por sus propios problemas que no se había dado cuenta de lo mucho que sus hijos se preocupaban por ella.

Kallie suspiró y finalmente asintió. «Está bien, descansaré un rato», dijo en voz baja.

El rostro de Sophie se iluminó de alivio y recuperó la sonrisa por primera vez en días.

Poco después llegó el médico para evaluar el estado de Kallie.

El diagnóstico era claro: exceso de trabajo, mala alimentación y malestar estomacal. La receta era sencilla: descanso, relajación y tiempo para recuperarse.

Tímidamente, Kallie sacó a relucir sus problemas emocionales. Tomándose en serio sus preocupaciones, el médico pidió a un psicólogo que la evaluara.

El veredicto fue difícil de escuchar. El psicólogo le explicó que Kallie tenía que aceptar la posibilidad de que Jake y Chloe no volvieran nunca.

Era una dura verdad que había estado evitando, pero había llegado el momento de afrontarla. Su salud mental dependía de que aceptara esta incertidumbre, aunque la esperanza de que regresaran seguía latente.

Nadie podía decir si Jake y Chloe volverían o cuándo lo harían. Esa noche, Kallie permaneció despierta, con los pensamientos enredados en la oscuridad.

Se dio cuenta de que lo más importante ahora era vivir plenamente el presente. Si seguía como hasta entonces, sólo conseguiría preocupar más a la gente que la rodeaba.

Después de una semana de reposo en el hospital, Kallie decidió llevarse a sus hijos a unas muy necesarias vacaciones.

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