Capítulo 34:

Durante unos segundos, Keith se quedó mirando a los transeúntes del parque. Finalmente, reveló:

“Me empezó a gustar esta chica cuando tenía veintitrés años. Es más joven que yo, pero por desgracia, estaba enamorada de otro hombre”.

“Intenté presentarme ante ella de varias maneras: el tipo sensual, el vecino de al lado, el empresario destacado, pero nada. Ni una sola versión de mi la atrajo. Nunca se fijó en mí”, dijo él.

“Y hace unos dos años, me rompió el corazón por completo”.

“¿Qué pasó? ¿Te rechazó?”, preguntó Shantelle.

“Se podría decir que sí”, respondió Keith.

“¿Por eso te fuiste de la ciudad durante dos meses sin hablar con nadie? Me acuerdo de eso. Evan estuvo quejándose sobre eso toda la semana”, dijo Shantelle.

“¿Él estuvo quejándose de mí durante tu luna de miel?”, preguntó Keith frunciendo el ceño.

“Si, sobre algo relacionado con el hospital infantil de Lockwood”, dijo Shantelle mientras levantaba la ceja.

“Ah, eso, jeje”, se burló Keith.

“Bueno, me ocupé de esos reclamos de seguro cuando volví”.

Un silencio incómodo se extendió entre ellos. Shantelle no recordaba que Evan hubiera dicho algo sobre que a Keith le gustaba una chica.

Le dirigió la mirada a él y le preguntó:

“¿Es alguien que conozco?”. Keith soltó una risita.

Se pasó los dedos por el cabello y, sin mirarla, respondió:

“No, la verdad es que no. Quizá con el tiempo te la presente. Aún no sé si ese momento llegará”.

“Bueno, de todos modos, fue entonces cuando empecé a”, Keith frunció el ceño, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

“¿Salir con cualquiera?”, dijo Shantelle antes de reírse.

“Estoy bastante segura de que salías con chicas antes, pero admito que el número de corazones que rompiste se duplicó, o hasta se triplicó, en los últimos dos años”.

“Quería olvidarla. Sabía que nunca tendría un lugar en su corazón, pero mis formas de expresarme tampoco eran las correctas”, dijo Keith al final.

“Las idioteces que hacemos por amor, ¿Verdad?”.

Shantelle se echó a reír. Lo señaló con la mano y le dijo:

“Esto no suena como tú, Keith”.

Keith se rio con ella y dijo:

“Ríete todo lo que quieras. Querías mi historia, así que te la di. ¿Cómo te atreves a burlarte?”,

Los dos siguieron riendo y charlando mientras terminaban sus bebidas, pero al cabo de un rato, Keith recibió una llamada.

Por el rabillo del ojo, Shantelle vio que en su pantalla aparecía el nombre de Evan. Rápidamente desvió la mirada y fingió no estar afectada.

Keith se levantó y caminó hacia un árbol, el mismo tronco que había golpeado la última vez cuando se enteró que ella estaba embarazada. Al cabo de dos minutos, regresó diciendo:

“Tengo que irme, Shanty. ¿Te llevo a casa?”.

Shantelle asintió y preguntó:

“¿Tienes que regresar a Rose Hills?”

“No. Todavía no. Tengo que viajar a Lockwood y reunirme con los demás allí”, dijo él. Al notar su curiosidad, Keith le explicó:

“Evan ganó la licitación para el Parque Nacional de Lockwood”.

“Oh”, dijo Shantelle.

“Eso solo significa una cosa. Comprará el Hospital de Niños de Lockwood”.

“Si”, reconoció Keith.

“Es su mayor proyecto de beneficencia”.

Shantelle sonrió mientras se levantaba. Expresó:

“Puede que odie a Evan por romperme el corazón, pero debo admitir que puede ser todo un filántropo”.

Keith asintió con la cabeza. Comentó:

“Asumió un riesgo empresarial, uno grande, pero todo es por caridad”.

“Tú también eres generoso, Keith. Sé que ofreciste cobertura de seguro a esos niños pobres de Lockwood”, dijo Shantelle.

Keith hizo una pausa, como si estuviera pensando. Luego sonrió y respondió:

“Sí, así es, Shanty. ¿Por qué no hablamos más de mis proyectos de beneficencia? Puede que… Te enamores de mi”.

Shantelle se echó a reír. Respondió:

“¡Qué rápido cambias!”.

“¿Puedo contarte un pequeño secreto?”, dijo Keith mientras caminaban hacia su coche.

“¿Qué?”, preguntó Shantelle.

“Siempre he pensado que las madres solteras son guapas”, bromeó y le guiñó un ojo.

Shantelle soltó una carcajada histérica. Ella respondió:

“Tus frases no funcionan conmigo, Keith”.

“¿En serio? Pero mi objetivo no era tu corazón, sino tu sonrisa”, respondió él, haciendo que Shantelle se riera aún más.

“Evan, hijo. ¿De verdad tenemos que ir?”, preguntó Erick Thompson.

Los Thompson estaban en el coche, dirigiéndose al aeropuerto. Se dirigían a Lockwood para terminar los trámites de la recién adquirida propiedad de Evan.

“Claro que sí, Erick. Evan quiere que veamos sus planes”, dijo Clara en el coche.

“Por favor, padre”, dijo Evan débilmente.

“Reservé un vuelo privado, así que será cómodo para todos. Quiero que vean el potencial del lugar”.

Con un suspiro, Erick respondió:

“Está bien”.

Evan estaba trabajando en su portátil dentro del coche, leyendo los correos electrónicos que no había revisado el otro día.

El trabajo tenía que continuar para Evan, ya que era el Director Ejecutivo de la empresa de su padre, pero se veía infeliz.

Había perdido la vitalidad de su rostro. Se dejaba crecer la barba más de lo habitual y sus ojos parecían cansados. Todos podían notar que Evan no había dormido bien.

Mientras leía un correo electrónico, de repente notó a una persona conocida que caminaba por la calle.

Sus ojos se abrieron de par en par, recordando cómo su investigador privado no había podido encontrar la nueva dirección de aquella persona.

Vivía en la misma ciudad, pero resultaba bastante difícil encontrarla.

“Karise”, dijo Evan en voz baja. Su corazón se aceleró al ver finalmente una esperanza.

“Para el coche, Howard. ¡Para el coche!”.

Después de que el vehículo se detuviera en la acera, Evan salió corriendo y persiguió a Karise.

“¡Karise! ¡Karise!”, gritó él.

“¡Para, por favor! Tengo que hablar contigo”.

Karise lo escuchó y miró hacia él. Evan vio cómo sus ojos lo evitaban y cómo corría hacia otro lugar.

“¡Karise! Por favor, ¡Para!”.

Al final, Karise se quedó sin aliento y Evan la acorraló en un callejón. Karise respiraba hondo mientras se aliviaba el pecho con la palma de la mano. Gritó:

“¡¿Qué quieres, Evan?!”

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