La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 3
Capítulo 3:
“No quiero casarme con un extraño, mamá”, Sienna vio su oportunidad para tratar de convencer a su madre de buscar otras alternativas y librarse de aquel compromiso hecho por su padre.
Fiona negó.
“Lo hemos hablado, Sienna, tu matrimonio con ese árabe es lo único que le permitirá a Scarlett tener la misma vida que tú gozaste, piensa en su educación y su futuro ¿Qué clase de vida le espera a tu hermana por culpa de tu egoísmo?”, preguntó en medio de un sollozo.
Sienna apretó los puños con rabia y se olvidó del dolor entre sus piernas, bajó el único escalón que había subido y se enfrentó a su madre.
“Soy muy capaz de darle a Scarlett una vida digna, quizá no llena de lujos, pero si lo suficiente para garantizarle estudios y un mejor futuro. Tengo experiencia suficiente para conseguir un trabajo que me sea bien remunerado…”
“¡No, Sienna!”, gritó Fiona escandalizada ante la sugerencia de su hija.
“¿Por qué te niegas, mamá? ¿Por qué me condenas a un matrimonio sin amor?”
“Piensa en tu padre, en tus propios esfuerzos por mantener la ensambladora a flote durante estos meses, Sienna. No tires por la borda nuestro patrimonio por algo superficial como el amor. Nadie vive de sentimientos”.
“Mamá, por favor…”
“Vístete esta noche con tu mejor traje, tenemos una reunión a la que no podemos faltar”, sentenció girándose y dejando a Sienna con el corazón roto.
Sienna subió a su habitación, se desvistió y se dio una larga ducha, mientras pensaba en las palabras de su madre y en el último deseo de su padre. También pensó en Scarlett, su hermana y en todas las necesidades que tendría que pasar si no aceptaba convertirse en la esposa del árabe.
Sin embargo, la decisión no era tan fácil de tomar y menos luego de haberse entregado a un desconocido. ¿Qué pasaba si su futuro esposo descubría que ya no era v!rgen? ¿Qué castigo podría recaer sobre ella y su familia? Sienna desconocía las reglas del país de Hassan Rafiq, no tenía idea a lo que podría enfrentarse.
El resto del día y parte de la tarde, Sienna estuvo en la cama, ignoró las llamadas de Callie, pues no quería hablar de lo sucedido y estaba segura de que Callie no iba a dejarla tranquila hasta tener los pormenores de la aventura que había vivido con aquel guapo extraño.
[Espero que estés bien, tu silencio me tiene en ascuas. Escríbeme, no me dejes con la angustia]
Sienna suspiró al leer el mensaje de su amiga, pero decidió ignorarlo y dormir un poco. Necesitaba borrar las ojeras que se marcaban bajo sus ojos…
Entre tanto, Hassan se preparó para reunirse con Fiona Mackenzie, había tomado una rápida y drástica decisión con respecto al acuerdo firmado con Steven y se lo haría saber de inmediato a la viuda.
“Señor, si me permite un consejo”, dijo el hombre con voz temblorosa.
Hassan no respondió, guardó silencio lo que fue interpretado por el hombre como una permisión.
“Cancelar su matrimonio con la señorita Mackenzie puede ser nefasto para su imagen, sin contar que puede perder las acciones de la ensambladora, el contrato es claro, quién se rehúse a contraer matrimonio, lo perderá todo”, dijo el hombre.
Hassan lo miró, pero siguió en completo silencio.
“Lo siento, señor, pero es mi deber hacerle ver su error. La mujer con quién yació anoche no puede ser más importante que sus negocios”, se atrevió a decir.
Hassan se giró sobre sus talones y dejó la habitación para dirigirse al restaurante donde Fiona Mackenzie lo esperaba.
El trayecto fue corto, la zona financiera de Nueva York no estaba lejos de su lujoso ático, por lo que esperó a que su chofer estacionara y uno de sus guardaespaldas le abriera la puerta luego de asegurarse de que no había ningún peligro para él.
Hassan bajó del auto y caminó al interior del lujoso restaurante, había reservado todo el lugar para asegurarse de que no hubiese ojos curiosos y oídos habidos de información que pudieran escucharle, lo que él jamás esperó fue encontrarse cara a cara con la chica que escapó de su cama aquella mañana.
“Señor Rafiq, permítame presentarle a mi hija, Sienna Mackenzie”, pronunció al tiempo que la joven levantaba la mirada.
Sienna se quedó de piedra al descubrir la identidad del hombre a quién le entregó su pureza…
Hassan miró a Sienna con ojos que advertían peligro, el Emir jamás se había sentido engañado cómo en ese momento. Sus pensamientos fueron rápidos y recordó exactamente las palabras que su consejero había dicho mientras se preparaba para venir a este encuentro y cancelar el trato.
´Quién se rehúse a contraer matrimonio, lo perderá todo´.
“Me gustaría decirle que es un placer conocerla, pero el placer ya lo hemos tenido”, dijo de manera mordaz.
Sienna tragó el nudo que se había formado en su garganta, sus manos se apretaron bajo la mesa mientras rogaba porque el hombre delante de ella no dijera nada sobre la noche que habían pasado juntos.
“¿Qué quiere decir con eso?”, preguntó Fiona mirando a Sienna y luego a Hassan.
“Su hija sabe muy bien de lo que hablo, señora Mackenzie”, dijo, tirando la piedra sobre el tejado de Sienna.
“¿Cariño?”, llamó Fiona.
“Mamá, no tengo idea de lo que habla el señor Rafiq”, mintió con voz temblorosa.
¡Descarada! ¡Eso era lo que Sienna era, ¿Cómo era capaz de negar lo que había ocurrido entre ellos la noche anterior! ¿Cómo se atrevía a negar que había yacido en su cama? ¡Qué se había entregado con tal libertad como si no le perteneciera a otro hombre!
Hassan nunca había estado tan furioso como en ese momento, sin embargo, él no era un hombre que dejara mostrar sus emociones. Jamás se expondría a tal humillación, si Sienna Mackenzie quería fingir que no lo conocía, él iba a jugar su propio juego hasta ponerla en jaque mate.
“Señor Rafiq, debe haber confundido a mi hija con otra joven. Ella apenas sale de casa y si lo hace es para dirigirse a la oficina. Sienna es una mujer de bien, una chica de su casa”, dijo Fiona sin saber que estaba quedando como una gran mentirosa ante los ojos del Emir.
“Me imagino lo decente que es”, dijo con voz afilada.
Sienna no pudo responder el ataque, si él no había mencionado que ya se conocían, ella no iba a llevarle la contraria. Si su madre descubría que se había acostado con él antes de saber su identidad, estaría en grandes problemas.
“No se imagina cuánto”, respondió Fiona con una amable sonrisa.
Hassan miró a Assim y negó, sabía que su consejero no tendría ningún jodido problema en abrir la boca y desvelar que ellos ya se conocían y de manera íntima y profunda.
“Señor”, dijo.
“ ‘atrukuni qafl hadha wahidi”, (Déjame hacer esto solo), le habló en árabe..
“Sayidi…”, (Mi señor…), intentó refutar en el mismo idioma.
“Kun hadyaan”, (Guarda silencio), le ordenó.
Assim apretó los labios y se alejó unos pasos de su jefe, sabía que jamás debía contradecir al Emir en público.
Entre tanto, Sienna se preguntó sobre la discusión de Hassan Rafiq y su hombre de confianza. Temía ser el tema de conversación de esos dos.
“Relájate, cariño”, pidió Fiona cerca del oído de Sienna, restándole importancia a lo que fuera que el Emir discutía con su empleado.
¿Relajarse? ¡Eso era imposible! Sienna estaba al borde de la locura, ni siquiera sabía cómo era que seguía allí y no salía huyendo como era su deseo.
“Supongo que solo nos resta ponerle fecha a la boda”, dijo Hassan mirando fijamente a Sienna, quién era incapaz de mirarlo a los ojos. Lo cual para él era sinónimo de culpabilidad.
“No tenemos prisa, señor Rafiq, podemos discutir los pormenores de la fiesta. Me gustaría que fuera algo digno de una reina”, mencionó Fiona.
Hassan elevó una ceja.
“Nos casaremos en dos días”, aseguró.
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