La enfermera del CEO
Capítulo 153

Capítulo 153:

“Está bien, si necesitas algo, avisa.”

Los dos salen de la oficina.

Jennifer se apoya contra el escritorio y me mira con una ceja enarcada.

“Se te acabó el juego”, espeta.

“¿Qué juego? Esto apenas comienza. Le acabo de vender mi parte de la empresa a Collins.”

“¡¿Qué?!“

“Es mi mitad y puedo hacer con ella lo que me plazca.”

“Todavía no lo es, y no lo será nunca. ¡No puedes hacer eso!”

“Claro que puedo, ya lo hice”, dice con una sonrisa burlona.

“Sabes que eso no tiene validez, además de robarme a mí, lo estás estafando a él.”

“Ay, Alec. Como si eso le importara. Vio su oportunidad para tomar algo que quiere y lo hizo.”

“Igual que tú, ¿No es así?”

La miro con desprecio, quiero echarle en cara que la policía está a punto de venir por ella, pero antes necesito ver si tiene los suficientes ovarios de aceptarme en la cara que tiene un amante.

“Igual que tú, ¿No es así?”

La miro con desprecio.

Antes de señalar su inminente situación con la policía, necesito corroborar si tiene la audacia de admitir su relación extramarital.

“Yo solo estoy tomando lo que me pertenece,” responde, tratando de desviar la conversación.

“¿Ah sí? ¿Y dónde me dejas al amante que has tenido?”

La observo atentamente, esperando su respuesta.

Su reacción es evidente, aunque breve.

Intenta disimular, pero su mirada delata su sorpresa.

“¿Amante? ¿De qué estás hablando? Aquí el único que me ha engañado has sido tú,” responde con una actitud desafiante.

“Entonces ¿me negarás que Mason y tú son amantes? Ya lo sé todo Jennifer, no puedes mentir más,” le digo, esperando su reacción.

Jennifer queda enmudecida por un momento.

Luego, adopta una postura más rígida, intentando mantener su compostura.

“No sé de qué estás hablando, Mason y yo no somos nada más que amigos,” insiste, aunque su tono revela cierta incomodidad.

“Me pregunto cuánto tiempo más podrás sostener esa mentira. Tuviste que esperar mucho para poder lograr captarme ‘siéndote infiel’,” digo, haciendo un gesto con mis manos.

Jennifer sonríe de manera arrogante, como si esperara mi reacción.

“Yo me preguntaba cuánto tiempo tardarías en darte cuenta,” responde con cinismo.

No puedo creer lo hipócrita que es.

Continúa negando su infidelidad, convencida de que no tengo pruebas.

“Eres una desgraciada mentirosa,” le reprocho, sintiendo un profundo desprecio por su actitud.

“Y tú un ingenuo y tonto,” responde con un tono sarcástico.

Reconozco su punto.

He sido ingenuo al confiar en ella.

Pero eso está a punto de cambiar.

“Ni siquiera vas a esforzarte en negarlo,” le acuso, decidido a confrontarla.

“Yo no estoy admitiendo nada, y no tienes pruebas de lo que dices. Así que eso no hace ninguna diferencia. El juicio sigue en pie, y yo me quedaré con todo,” contraataca con seguridad.

“Vamos a ver si eso termina así. No creo que un juez falle a tu favor teniendo una denuncia por intento de homicidio,” le advierto.

La sonrisa se borra de su rostro ante mis palabras.

“¡¿Qué has dicho?!” Exclama, visiblemente alarmada.

“Debiste haber visto el juicio de hoy,” le digo con firmeza.

“Te lo advierto Alec, si esa p%taa de la enfermera me denunció yo…”

Intenta amenazar, pero no termina su frase.

Aprovecho el momento para enfrentarla directamente.

Me acerco, consciente de que mi silla de ruedas no me intimida tanto como antes.

“No te atrevas a amenazar a Madison, ni siquiera te atrevas a decir su nombre, o te aseguro que te irá mucho peor. Ella no te ha denunciado, yo lo hice,” le advierto con determinación.

Justo en ese instante, la policía irrumpe en la oficina.

Su rostro se descompone al verlos.

Dos agentes entran, uno de ellos esposándola mientras el otro habla.

“Jennifer Martin, está bajo arresto por el intento de asesinato del señor Alec Fairchild. Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede y será usado en una corte del estado,” anuncia el policía.

Ella pone resistencia, pero es inútil.

La sacan de la oficina ante la mirada atónita de los empleados.

Mi abuelo la observa desde el pasillo con una sonrisa de felicidad y burla.

En ese momento, Mason aparece y se acerca a Jennifer.

“Jen…”

Comienza a decir Mason, pero Jennifer lo interrumpe de inmediato.

“Mason, llama a mi abogado ya mismo,” le ordena con desesperación, su voz llena de urgencia.

Mason me mira a los ojos y en ese momento sé que es consciente de que yo lo sé todo.

Veo cómo traga saliva nerviosamente.

No dice nada más y solo se queda ahí parado, observando cómo se llevan a Jennifer.

“Alec, amigo, ¿De qué se trata todo esto?”, pregunta Mason, confundido por la situación.

“Solo estoy poniendo las piezas en su lugar. Todos los que intentaron traicionarme van a caer. Te lo juro como que me llamo Alec Fairchild,” le advierto con determinación, sin revelarle aún que conozco toda la verdad.

Mason intenta aparentar desentendimiento, pero puedo ver el nerviosismo en su mirada.

No le respondo y simplemente lo miro fijamente a los ojos.

Luego, entro a mi oficina seguido de mi abuelo, quien cierra la puerta tras de sí.

“Debiste ver su cara,” comenta mi abuelo con una risita maliciosa.

“Oh, la vi,” respondo brevemente.

Ahora que he retomado el control de mi empresa, siento que todo está volviendo lentamente a la normalidad.

Sin embargo, hay algo que no encaja del todo en mi vida:

Madison.

Como te extraño.

¿Por qué no estás acá conmigo?

Ojala pudiera verte.

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