La enfermera del CEO -
Capítulo 150
Capítulo 150:
«No lo sé, hay días que me siento peor que otros. Estoy haciendo quimioterapia para tratar de desacelerarlo un poco, pero el tratamiento hace que me vea así de mal. Lo inicié hace poco, antes no había querido», respondió.
«O sea que dejaste que ganara terreno», murmuré, culpándome por no haberlo presionado antes.
«Eres el menos indicado para reprocharme algo, tú eres igual de terco que yo. Por algo eres mi nieto», señaló con una sonrisa triste.
Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos.
Lo estreché con fuerza.
Nunca esperé que este día llegara.
Era consciente de que mi abuelo no era eterno, pero siempre imaginé que estaría conmigo mucho más tiempo.
Con todo esto, ya olvidé el motivo por el que estaba tan enojado con él y…
«Alec, escúchame bien. Sé que a lo mejor estoy siendo un poco intenso con todo esto, no quería perjudicar a Madison, eso que hizo Jennifer estuvo mal, pero…»
“Espera, ¿Qué hizo Jennifer? ¿No lo sabes?», preguntó sorprendido.
«Recién acabo de llegar. Dejé a Patrick en su casa y vine de inmediato», expliqué.
«Oh, entonces no te gustará lo que voy a contarte”
Mi abuelo vuelve a sentarse en el sillón y respira otra vez. No sé si hace eso para prepararse o si tiene que ver con el cáncer, pero de cualquier forma, de nuevo me ha puesto nervioso.
«Luego de salir del juicio, se apareció de la nada y atacó a Madison», le revelé, sintiendo una oleada de rabia al recordar el incidente.
«¿Qué? ¿Qué pasó?», preguntó, visiblemente preocupado.
«Le dio una cachetada, la insultó, no fue nada bonito», le informé, conteniendo mi enojo.
En ese mismo momento me entran unas ganas locas por ahogar a esa mujer. Ha llegado a límites que jamás creí posibles.
«Todavía se viene a quedar aquí?», cuestioné con preocupación.
«Ya no, logré echarla, pero no se quedarán las cosas así. El juicio es dentro de poco, ¿No?», comenté, tratando de mantener la calma.
«Esa mujer no va a salirse con la suya, te lo juro, y tampoco el desgraciado de su amante», afirmé con determinación, deseando justicia.
Mi abuelo abrió los ojos con sorpresa. Al parecer él lo sabía, lo que le sorprendía era que yo estuviera enterado.
«¿Lo sabes?», me preguntó, asombrado.
«Sí, y ya sé quién es: Mason», confirmé, decidido a hacer lo que fuera necesario para proteger a Madison.
«A veces me da miedo cómo te enteras de las cosas», bromeó mi abuelo.
«Ya lo sabía, solo lo estaba reservando para el juicio», admití.
«¿De qué sirve que sepamos todo eso si no tenemos pruebas?», cuestionó, volviendo a la realidad del caso.
«¿Quién dice que no las tenemos? Alec, no te imaginas todo lo que he descubierto», respondió, dejándome intrigado.
«¿Eso era lo que te tenías bien guardado?», indagué, ansioso por conocer más detalles.
«Sí, pero no te diré nada hasta ese día. Todavía me falta reunir un poco más de evidencia. La más importante de todas, y es, por supuesto, la más difícil de hallar. Espera un poco y lo verás. Jennifer no tiene idea de lo que le espera», dijo, dejándome intrigado.
Nos quedamos en silencio por un buen rato. Deseo preguntarle por Madison, pero no sé si eso sea una buena idea.
Se pone de pie y va hasta la cocina, donde no hay nadie. Hasta ahora no me había percatado de que no está ninguno de mi personal, a excepción de Harry, que es el único que he podido ver.
«¿Dónde está la gente de esta casa?», inquirí, notando la ausencia del resto del personal.
«Ah sí, ella los despidió a todos. Por el momento yo he estado cocinando, pero creo que es hora de regresar al personal», respondió mi abuelo.
«Abuelo, ¿Cómo está Madison?», pregunté, preocupado por su bienestar.
«No lo sé, supongo que bien. Mañana tengo que verla otra vez para el final del juicio», informó.
«Debe estarla pasando muy mal, si Jennifer la abofeteó en público», comenté, sintiendo compasión por Madison.
«Me siento terrible por eso. No creí que esa bruja fuese capaz de asomarse por la corte para hacer algo así. Su imagen pública ahora mismo está por las nubes, eso no nos favorece, pero algunas personas la tachan de irrespetuosa por haberla golpeado», explicó mi abuelo, compartiendo mi preocupación.
«Sí, pero seguro que otras la felicitan»
Asentí con pesadez, sabiendo que la situación era complicada.
De nuevo, Madison ocupa casi el cien por ciento de mis pensamientos.
Allá en Suiza podía contenerme un poco, pero aquí, estando tan cerca de ella, sabiendo que puedo ir a verla a una hora de distancia, me es difícil suprimir ese deseo.
Tengo que recordarme constantemente que ella tiene novio, que está con su prometido y yo no tengo nada que hacer allá.
Decido por el momento pasar la tarde con mi abuelo, tengo que aprovechar los momentos con él todo lo que pueda.
Le cuento todo lo que pasé en Suiza con Patrick, y a él se le ilumina el rostro cuando le cuento que ya soy capaz de sentir y de dar algunos pasos.
Incluso me pide que se lo demuestre.
Uso el gimnasio de rehabilitación que tengo en casa para que lo vea con sus propios ojos.
Por su lado, él me cuenta lo que ha sucedido con los abogados y el caso del divorcio.
No hay otro modo de demostrar mi inocencia más que en un juicio.
El de mañana será determinante para descubrir si es que ella manipuló mi silla para hacerme caer de ese barranco.
…
Luego de que pasa la tarde, Patrick llega, a pesar de que le he dicho que no.
«Lo siento, pero no puedo dejarlo a su suerte», asegura.
«Patrick, eres un verdadero amigo», le aseguro, agradecido por su apoyo incondicional.
A pesar de todo lo que me ha pasado, no he dejado de confiar en la gente. Solo creo que debo ser mucho más precavido con las personas que dejo entrar en mi vida a partir de ahora.
En la noche, luego de cenar, cada quien se mete en lo suyo.
Yo por mi parte, decido dar un paseo por el jardín. Me detengo en el lugar especial donde tuve mi primera cita ‘no oficial’ con Madison, y que Rara había preparado para Jennifer.
Jugueteo con mi celular en la mano, tengo ganas de escuchar su voz.
«¿Y si la llamo?», me pregunto en voz alta.
No tengo que contestar, solo dejarla hablar por un par de segundos, pero ella reconocería mi número.
Tengo otro celular que no uso, voy hasta la biblioteca y lo saco del cajón donde lo tenía escondido. Marco su número y espero a que timbre algunas veces.
Mi corazón se detiene, y luego empieza a latir a toda prisa. Ella sigue provocándome todas esas emociones que quería sepultar en lo profundo de mi ser.
«¿Hola? ¿Quién habla? Puedo escuchar su respiración», pregunta al otro lado de la línea.
Cuelgo antes de que siga interrogándome. Mañana voy a verla, pero no podré ni siquiera acercarme a ella, no si quiero guardar las apariencias.
Ay Madison, te sigo amando como un tonto.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar