La enfermera del CEO
Capítulo 109

Capítulo 109:

“Espera un momento, necesito resolver cómo vamos a salir de aquí.»

“Tal vez si gritas alguien venga. No están tan lejos como para no escucharnos.»

“No creo que nadie venga, en realidad sí estamos lejos de la reunión, y con la fiesta y los gritos, nadie nos va a oír en un buen rato. A menos que de alguna forma noten nuestra ausencia, es mejor que descubramos cómo salir de aquí por nuestra cuenta.»

Miro hacia arriba, el borde de la cornisa está un poco alto, podría llegar, el problema es Alec.

Él no puede escalar por obvias razones, y dejarlo aquí no creo que sea una opción.

Hacia abajo, el camino parece un poco más sencillo, podría deslizarme por la ladera con él a mis espaldas.

Una vez abajo, seguramente habrá alguna forma de regresar a la fiesta.

“Madison, gracias. Creí que iba a morir, no entiendo qué le pasó a la silla, fue demasiado extraño.»

“Después pensamos en eso, ahora creo que tenemos que bajar.»

“¿Bajar? ¿Estás loca?»

“Pues tú no puedes subir, y no voy a dejarte aquí solo.»

“¿No te parece que lo mejor es que subas a buscar ayuda? Alguien vendrá con algún equipo de rescate.»

No había querido pensarlo, pero lo de la silla realmente fue muy raro. Si tuviera que apostar, diría que alguien la saboteó.

La primera que se me viene a la cabeza cuando maquino una teoría tan descabellada como esa, no es otra que Jennifer.

“No, vamos a bajar.»

Tengo miedo de que lo que pienso sea cierto.

Si es así, entonces esa mujer es mucho más malvada de lo que pensé, y Alec corre mucho más peligro que simplemente perder la mitad de su dinero.

“Madison, no podrás bajarme tampoco, en ambas situaciones, estoy atrapado aquí», refuta.

“Te llevaré a mis espaldas.»

Él abre los ojos como platos y comienza a negar repetidas veces con la cabeza.

“No, no. No te dejaré hacer eso.»

Hago que se siente en la saliente, así puede ver el panorama donde estamos atascados. Mira hacia abajo y traga en seco.

“No tenemos otra salida, y ya te dije, no voy a dejarte aquí.»

Cargo a Alec en mis hombros, lo obligo prácticamente a que rodee mi cuello con sus brazos, pues sigue negándose cual niño chiquito.

“Te aprovechas de mi indefensión», acusa.

“Soy tu enfermera, mi trabajo es cuidarte.»

Una vez lo tengo a mis espaldas, vuelvo a asomarme hacia abajo.

En realidad, sí estoy loca. La ladera es ligeramente empinada, pero estoy segura de que es más vertical que otra cosa.

Sé que podría salir terriblemente mal, sin embargo, es lo único que se me ocurre ahora para salvar su vida.

Si su mujer de verdad intentó atentar contra su vida, ¿Qué me consta que no intentaría tirarlo de la ladera en el supuesto rescate?

Lo peor es que no puedo decirle a Alec mis sospechas sin tener pruebas.

“Espero que sepas lo que estás haciendo.»

“Yo también», susurro antes de deslizarme por la empinada pared de piedra.

Alec se aferra a mí con fuerza, mientras yo trato de no ir tan aceleradamente.

Trozos de roca y tierra se desprenden a nuestro paso, hasta que, por fin, logramos llegar hasta abajo. No consigo frenar a tiempo y me voy de bruces contra el suelo.

“¡Madison!», grita Alec.

Lo empujo de mi espalda hacia un lado, por suerte, caímos en tierra suave, aunque no puedo negar que me dolió.

Por culpa del vestido que decidí ponerme, ya tengo múltiples raspones en las piernas y los brazos, y ahora la cara llena de tierra, incluso creo que tragué un poco.

Me levanto sacudiendo todo eso de mí lo más que puedo, mientras él me mira con cara divertida.

“¿Qué?»

“Es que estás toda llena de tierra.»

“Tú también.»

Sí, pero yo no caí de cara.

Lo fulmino con la mirada.

Mi vestido ha quedado por completo arruinado, pero eso es lo de menos, lo importante es saber cómo volver.

Ahora que nos encontramos abajo, me doy cuenta de lo alto que estábamos.

“Bueno, ¿y ahora qué hacemos?», pregunto en voz alta.

“Mi celular está en la silla, debió caer por aquí.»

Busco la silla de ruedas peinando la zona con mis ojos hasta que la veo. Siento a Alec y lo arrastro hasta donde ha caído.

“¡Qué bueno que me sacaste de ahí!» exclama.

“¡Mira cómo quedó, hecha m!erda!»

En efecto, la silla había quedado destruida.

Si él hubiese ido ahí, no la hubiera contado.

Reviso en el bolsillo de esta hasta que doy con el teléfono, pero para nuestra mala suerte, también corrió el mismo destino.

“Dudo que esto sirva», le digo mostrando la pantalla hecha trizas.

“¿Y el tuyo?»

Lo dejé en la cartera que traía, es nuevo y no quise que se me fuera a caer en el vuelo.

Ya he matado suficientes celulares este mes.

“Genial, entonces oficialmente estamos perdidos.»

“Yo no diría que perdidos, sabemos dónde están todos, solo tenemos que rodear esto y ya.»

“Madison, mira a tu alrededor, esto ya no es el sitio de los parapentes.»

Alec tiene razón…

Aunque no me guste admitirlo.

Detrás de nosotros solo hay árboles y más árboles, y a pesar de que tengo experiencia en el campo, tampoco es que haya sido girl scout o algo así.

No sé ubicarme en el bosque.

“Bueno, yo creo que ahora sí se darán cuenta de que no estamos, pero quedarnos aquí tal vez no sea buena idea.»

“¿Qué propones? La silla no sirve, no podrás transportarme», dice Alec con preocupación.

“Eso no es problema, te llevaré en mi espalda como hice hace un momento», respondo con determinación.

“Ya está anocheciendo, yo creo que mejor nos quedamos aquí», sugiere Alec, mirando a su alrededor mientras la luz del día se desvanece.

Entre lo que debatimos qué deberíamos hacer, la luz nos abandona más y más.

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