La divina obsesión del CEO -
Capítulo 89
Capítulo 89:
“No te voy a mentir, no tendrás un sueldo grande mientras la situación en esta casa no cambie, pero comida y techo no te va a faltar”.
“De momento, es más que suficiente”, contestó el hombre rascándose la barba incipiente que rodeaba su boca.
“Gracias por interceder ante ella”.
“Solo no des problemas. Esta es una gran familia y la Señora Frida es muy buena con nosotros, así como lo es su esposo. Si decides quedarte más tiempo te darás cuenta de que no solo tendrás un trabajo, sino también un hogar”, dijo Lorena con orgullo y la mirada profunda del nuevo jardinero la intimidó.
“¡Vamos, te llevaré a tu habitación!…”.
De nuevo lo tomó de la mano y lo llevó hasta las habitaciones de servicio. Eran pequeñas, pero agradables con los cambios que habían hecho.
“Ponte cómodo y descansa, la cena se sirve a las ocho en el comedor, mañana podrás comenzar con tus labores y liberarnos a nosotros del dolor”, agregó Lorena con media sonrisa y le mostró sus manos magulladas.
“Gracias, Lorena”, contestó el hombre haciéndola sonrojar con esa mirada tan profunda y cautivadora.
“De nada… Johan… ¿cierto?”.
Él solo asintió antes de que Lorena desapareciera detrás de la puerta.
Comenzó a sacar sus cosas de la maleta, un par de playeras, pantalones, una glock ““, guantes de látex negros, un inhibidor de señal, lo que cualquier jardinero llevaría consigo. Tomó su celular y llamó al único número que tenía como contacto.
“¿Señorita Raig?”, preguntó en voz grave y baja.
“Estoy dentro”.
“Sabía que sería fácil…”, respondió Marianne del otro lado de la línea.
“Frida sigue siendo muy confiada. Quiero resultados rápido”.
“El problema no es hacer las cosas, Señorita, lo complejo es planear el escape. Tengo que darme tiempo para aprenderme todas las salidas y recovecos, necesito un buen plan para salir de aquí… así que no me exija calidad si no planea darme suficiente tiempo”, dijo Johan.
“Tú lo dijiste, ‘suficiente tiempo’ no más…”
“Y no menos”, reafirmó Johan antes de colgar.
“¿Qué haces?”, preguntó Lorena tomando por sorpresa a Johan.
Eran cerca de las ocho de la noche, la cena estaba lista y él había aprovechado para vagar por la casa y ‘perderse’. Ahora sabía la disposición de las habitaciones y las principales entradas y salidas.
“Perdón, creo que me perdí”, respondió con una sonrisa de medio lado y levantó los hombros.
“Es por aquí”, dijo Lorena y lo tomó de la mano para dirigirlo hacia el comedor.
Se preguntaba si era algo común en ella agarrar a todos de la mano.
“La residencia Gibrand es un poco más grande, allá te perderás más fácil”.
Al entrar al comedor, todos los sirvientes estaban compartiendo la mesa junto a Frida, Hugo y las niñas, conviviendo con cortesía y agrado, cosa que desconcertó a Johan. De inmediato Frida se puso de pie y se acercó.
“En verdad gracias por quedarte y ayudarnos con el jardín. Te prometo que pronto las cosas mejorarán”, dijo Frida meciendo al pequeño Mateo en sus brazos, apenada por lo poco que le ofrecía a Johan.
“Señora, no se preocupe…”.
“Dime Frida, con confianza… ¿Tienes hambre? Lorena preparó un pollo delicioso…”.
“¡Mami! ¿Es el nuevo jardinero?”, preguntó Cari asomándose por un lado de Frida.
Sus enormes ojos azules se clavaron en los de Johan y le ofreció una sonrisa dulce.
“Así es, mi amor. Se llama Johan”, dijo Frida y motivó a la niña a acercarse.
“Entonces tú eres la persona indicada para hablar de rosas”, dijo Cari con elegancia y ofreció su mano esperando que Johan la estrechara.
“¿Rosas?”, preguntó Johan sorprendido por lo desenvuelta que era esa criatura tan joven.
“Sí, mi papi le regala siempre muchas rosas a mi mami, y ya que nos quedaremos aquí por un buen tiempo, creo que sería adecuado llenar el jardín de rosas rojas”, dijo con diplomacia, como toda una negociante.
“Se parece tanto a su padre, solo espero que no me grite de la misma forma”, agregó Lorena resoplando.
No soportaría los gritos de una pequeña y femenina versión de Román. Frida no pudo esconder la tristeza que pensar en su esposo le traía, intentó sonreír, pero prefirió regresar a la mesa.
“Señora Gibrand, siempre a tiempo para la visita”, dijo el director de la cárcel. Era la primera vez que la recibía en la puerta.
“Director, un gusto saludarlo…”.
“¿Me permite acompañarla? El Señor Gibrand ya la está esperando…”, dijo el hombre entrado en años. Parecía nervioso.
“¿Todo bien? Es la primera vez que viene a recibirme…”.
“Quería hablar con usted… ya sabrá que en esta misma cárcel se encuentra Gerard Raig…”.
“Sí, lo sé”, respondió Frida ocultando su molestia.
“¿Le ha hecho algo a mi esposo?”.
“No, pero su esposo a él, sí”.
“¿Cómo?”.
“En este tiempo que ha pasado aquí, se ha vuelto líder de crujía y me temo que esto se salga de control… espero que pueda hablar con él, parece un manso cordero cuando está con usted”, pidió el director, algo apenado antes de dejarla entrar al apartado donde se encontraba Román.
Cuando estaba a punto de encontrarse con su esposo, este ya la había abrazado y puesto contra la pared para devorar sus labios.
El beso era ansioso y parecía absorber su alma. Recorrió con sus manos los fuertes brazos de Román, los músculos se sentían más ejercitados. Frida intentó empujarlo suavemente del pecho, pero él no retrocedió, por el contrario, la aprisionó con todo su cuerpo.
“Te extrañé…”, dijo Román con voz ronca en cuanto bajó de sus labios al cuello.
“Román… espera…”.
“¿No me extrañaste?”, preguntó recorriendo la delicada cintura de Frida con deseo.
“Te extrañé mucho, siempre lo hago… pero…”.
El cuerpo de Frida temblaba ante el tacto insistente de Román, se combustionaba y sus piernas se debilitaban. Tuvo que recurrir a su fuerza de voluntad para poner distancia entre los dos.
“¿Qué es un ‘líder de crujía’?”.
La inocencia y confusión en la mirada de Frida provocó una sonrisa amplia en el rostro de Román.
“Aquel que controla al resto de los presos en un bloque de celdas… ¿Por qué?”, preguntó apoyando una mano sobre la pared, al lado de la cabeza de Frida, intimidándola.
“Bien… no sé si preocuparme… el director dijo que te habías convertido en eso”.
“Tengo que sobrevivir, Frida. Este lugar es complicado.”
La tomó por la barbilla y su mirada se clavó en esos labios dulces y suaves que ansiaba volver a besar.
“Solo… No hagas nada peligroso ni que ponga en riesgo todo el trabajo que están haciendo Álvaro y Jimena… Te necesito libre, Román”, dijo Frida preocupada y acarició su mejilla con ternura.
“Investigué a tu jardinero…”, dijo Álvaro viendo por la ventana a Johan que cortaba la maleza mientras la pequeña Cari se la pasaba hablando a su lado.
“¿De qué hablas?”, preguntó Lorena terminando de secar los platos.
“Salió hace unos días de la cárcel… ¿Lo sabías?”.
“¿Qué?”.
“Tiene un expediente lleno de manchas; secuestro, robo a mano armada y varios cargos por asesinato que nunca pudieron comprobar, pero no me sorprendería que fueran ciertos…”.
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