La divina obsesión del CEO -
Capítulo 21
Capítulo 21:
“¡Sí!”, exclamaron al unísono.
“Con un vestido blanco”, dijo Emma ilusionada.
“Tampoco depende de ellas”, dijo Román comenzando a molestarse por la euforia de su abuelo.
“¿Román?”.
July se acercó apenada y cabizbaja.
“Frida no podrá bajar, alguien destrozó el vestido que se iba a poner…”.
“¿Qué?”, preguntó Román furioso.
“Es una lástima, yo le daría el mío, pero creo que no somos de la talla…”.
“Lo que faltaba”, dijo dispuesto a subir al cuarto.
“¡No! ¡Espera!”, se interpuso July,
“No subas, no quiere hablar con nadie”.
“Conmigo tendrá que hacerlo”.
“Entiéndela, está dolida y humillada, necesita tiempo y espacio”.
“No”, respondió Román molesto.
“Tu presencia solo la hará sentir peor, yo sé lo que te digo, solo dale un momento para que pase este trago amargo. ¡Anda! ¿Por qué no me sacas a bailar mientras las aguas se aquietan?”.
Tomó de la mano a Román y le sonrió con ternura.
“Solo una pieza. Después podrás subir con Frida. Además… mis padres no deben de tardar en llegar y querrán verte”.
…
Frida había optado por ponerse el camisón y quedarse en cama. Tenía como consuelo que dormiría temprano y no tendría que estar viendo malas caras durante la fiesta. De pronto la puerta sonó y esperando que fuera Román, contestó con un: ‘¡Pase!’.
Matilda se asomó asombrada por la escena, el vestido roto seguía colgando del gancho y Frida parecía a punto de irse a dormir. Entró pateando un par de pedazos de tela con la punta del pie.
“¿Qué pasó?”, preguntó sorprendida.
“Alguien rompió el vestido mientras me bañaba. No hay forma de que baje a esa fiesta”.
“¿Quién pudo haber hecho tal atrocidad?”.
“Más de media familia me odia, así que es difícil escoger a un culpable…”.
“No puedes quedarte aquí, la fiesta es por tu matrimonio”.
“Si bajo en pantalón y blusa, Román colapsará y la única que sufrirá seré yo”.
Tanto Matilda como Frida compartieron una risa divertida, imaginándose la cara horrorizada e indignada de Román.
“Creo que hay algo que podría quedarte…”, dijo Matilda dispuesta a salir del cuarto.
“No sé, Román escogió este vestido”.
‘Porque claramente yo no soy capaz de tomar mis propias decisiones’ pensó frustrada y suspiró.
“¿Qué tal si el que me des, no le gusta?”.
“Creo que le podrá encantar u odiar, pero la única forma de que lo averigüemos es que te lo pongas. Es mejor que nada”.
Le guiñó un ojo y salió del cuarto.
…
La melodía terminó y de inmediato July abrazó a Román. La música y sus manos sobre su cintura la habían hecho feliz. Ambos rieron, como cuando eran adolescentes y cuando Román estaba dispuesto a dejar a July e ir en busca de Frida, esta lo volvió a detener.
“¡Mira! Mis padres ya llegaron…”, dijo emocionada levantando su mano para llamar la atención de sus padres.
Estos se acercaron gustosos.
Siempre habían querido ver a Román como su yerno y entonces estrechar más la relación entre ambas familias, pero July había cometido un grave error que solo logró distanciarlos por varios años. Una vez olvidado, su amistad ya no pudo florecer como una relación más cercana.
“¡Román! ¡Qué gusto volver a verte!”, dijo el padre de July con una enorme sonrisa.
“Me comentó mi pequeña que ahora trabaja para ti”.
“Es la institutriz de mis hijas”, respondió Román con cordialidad, pero incómodo.
“Espléndido y la afortunada criatura que se casó contigo, ¿dónde está?”.
El padre de July hacía un gran esfuerzo por ocultar su inconformidad.
“Tengo que ir por ella”, respondió Román molesto. No podía creer que Frida no tuviera la educación de haberle avisado lo sucedido.
“Román, creo que necesitas darle tiempo. Si ella tuviera la intención de bajar y convivir con tu familia, lo haría incluso con pantalones y blusa. Creo que no debes de esperar interés de alguien que parece no tenerlo”, dijo July con tristeza y sobando el hombro de Román.
“Quítate de mi camino”, dijo furioso con ella. Si Frida no tenía intenciones de bajar, entonces la traería arrastrando. Había un contrato que la obligaba a seguir sus órdenes.
“Válgame el Señor…”, dijo Benjamín al dirigir su mirada hacia el umbral del salón, llamando la atención de todos.
Bajo la cascada de miradas, Frida apareció como un hermoso ángel, con el cabello recogido en una coleta que dejaba caer mechones ondulados sobre sus hombros de los que pendía un par de delicados tirantes.
Un maquillaje no muy cargado y luciendo la joyería que Román había comprado para adornarla eran lo de menos, el vestido que usaba era de un color rojo intenso y se entallaba en su delicada figura, resaltando su fina cintura y las cardíacas curvas de sus caderas.
Intimidada por sentirse observada, creyendo que la juzgaban por llegar tarde, buscó a Román entre todos, mientras se aferraba al brazo de Matilda.
“¡Mami!”.
Emma y Carina fueron las primeras en acercarse. Ambas estaban maravilladas.
“Mis niñas”.
Su rostro perdió el miedo y se llenó de ternura al ver a sus princesas.
“¿Quién te dio ese vestido?”, preguntó Román debatiéndose entre sucumbir ante la furia o perecer en la belleza de su esposa.
“Fui yo, Señor Román”, dijo Matilda apenada.
“¡No lo puedo creer! ¡¿Cómo se atreven?! ¡Esto es una burla!”, intervino July indignada, plantándose al lado de Román.
“Ese vestido es de la difunta madre de Román. ¡Qué poca empatía y respeto! ¡Él único que podría decidir dártelo es Román, no esta enfermera de quinta!”.
“¡Oye! ¡¿Le bajas tantito a tu estrés?! ¡No le digas así a Matilda!”.
Frida no dudó en ver con odio a July. Apretó los puños y esperó a que esa mujer le diera un motivo más.
“Román, Frida me está levantando la voz cuando yo no soy la culpable de nada, ellas fueron las que se tomaron la confianza de tomar lo que no es suyo. ¡Di algo!”, dijo July dedicándole una mirada de reproche a Román.
“Cállate, July”, respondió por fin Román, quien no había despegado su mirada de los hermosos ojos de su esposa.
“Lo siento, no sabía que…”, comenzó a disculparse Frida avergonzada, pero feliz por ver perder a July.
“Me iré de inmediato a cambiar. En verdad lo siento mucho, Román, no quise ofenderte”.
Aunque Román no le cayera bien, no era motivo para faltarle al respeto a su madre. Apenas iba a dar el primer paso de regreso, cuando Román la tomó de la muñeca, deteniéndola gentilmente.
“No te lo quites…”, dijo viéndola directo a los ojos.
“Pero… Te juro que yo no…”.
“Lo sé… No eres esa clase de mujer. Así como Matilda no es una enfermera de quinta”, respondió Román viendo de soslayo a July que parecía cada vez más apenada.
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