La boda del heredero
Capítulo 62

Capítulo 62:

Entonces, mientras pensaba todo eso, noté que fijó su mirada en mí y sonrió con cansancio.

“Tienes muy mala pinta”, murmuré con algo de tristeza.

“Gracias, tú tampoco te ves nada mal”, respondió sarcástico antes de llevarse una mano a los ojos.

“Siento que la cabeza me explotará”.

“¿Tomaste los analgésicos?”

“Sí, pero para serte franco moriría por un whisky… eso me haría sentir un poco mejor”.

“Esto no te hace nada bien, Emmett”.

Me senté a la orilla de la cama, junto a él y me atreví a pasar mi mano por su cabello; nuestro avance se había estado limitando a lo sexual, pero yo seguía decidida a ir derrumbando el resto de los muros que había entre nosotros, así que me esforzaba por ser más efusiva.

“Sé que no, pero… ¿Qué hago?”

“No pensar en eso ahora, por ejemplo. Sé que es difícil, pero en este momento no puedes hacer nada, y en cambio solo estás logrando que te duela la cabeza… el doctor te aconsejó llevar las cosas con calma”.

“Están robando a la empresa, Irina”, resopló.

“Están desangrándola desde el interior y me emputa no saber quién o por qué”.

“¿Adrien no te ha dicho nada de quién puede ser el dueño?”

“No, en internet prácticamente no hay información y la verdad es que… estoy pensando si no debería viajar a California, para descubrir yo mismo qué diablos pasa”.

Torcí el gesto al oír aquella idea, pero en lugar de decir lo que pensaba, decidí voltear la cabeza y revisar el intercomunicador para asegurarme de que estaba encendido y funcionando.

“Vi ese gesto… ¿Qué ocurre?”, preguntó él sentándose a mi lado.

Al verme descubierta puse los ojos en blanco.

“No me agrada la idea de que viajes a California”.

“Creí que querías descubrir qué pasa… Esta es una forma de hacerlo”.

“Lo sé, pero uno: no quiero que vuelvas; y dos: ni siquiera sabemos si puedes viajar”. Me puse de pie de prisa y fui hasta el espejo para empezar a cepillarme el cabello.

“¿Por qué no quieres que vuelva?”

“Jennifer Paige, ¿La recuerdas?”, respondí enfadada, aunque traté de no hacerlo.

“Sí, la recuerdo… ¿Qué pasa con ella?”, preguntó con una sonrisa burlona que me hizo querer lanzarle el cepillo a la cara.

“No me agrada que vayas a ver a tu ex, es todo”, respondí continuando con mi tarea.

“Pues en primer lugar: yo no iría a ver a mi ex, iría por el tema de D’vine; y en segundo lugar: lo de Jennifer pasó y terminó antes de casarme contigo, ¿Por qué ella sería un problema?”

“Porque para Jennifer no creo que el asunto haya terminado, conozco a las mujeres como ella… si te ve, y de seguro te verá, se lanzará sobre ti. Te quiere de vuelta y… no la quiero cerca de ti”.

Emmett sonrió abiertamente divertido por mis palabras, y no pude evitar sonrojarme un poco.

“Te aseguro que Jennifer ya me olvidó”.

“No seas iluso, Emmett; estuviste un año en coma y ahí sigue la estúpida de la oficina, babeando por ti”, entorné los ojos.

“Además, la última vez que vi a Jennifer no parecía que lo hubiese superado demasiado”.

“¿Viste a Jennifer? ¿Cuándo?”, me preguntó frunciendo el ceño.

“En la fiesta de boda que nos preparó tu mamá, la invitaron, por supuesto; esa noche fue una completa m!erda, y ella no paró de actuar hostil conmigo y tan pronto te diste la vuelta… me dio un discurso barato, diciendo que no se daría por vencida y que ella era la mujer correcta para ti… Se nota que le robó unas cuantas frases a Nadine, esas víboras ponzoñosas hallaron su otra mitad cuando se conocieron”.

“No puedo creer que en serio hiciera eso”, murmuró él sacudiendo la cabeza.

“¿Me lo dijiste? ¿Qué te trató así?”

“No, pero tú lo notaste… o notaste que todo el mundo me estaba atacando, cómo sea no hizo falta… yo me encargué de ella por mi cuenta”.

“¡¿La golpeaste?!”, preguntó nuevamente, ladeando la cabeza.

“Es ofensivo que pienses eso, pero lo entiendo; pero no… Solo estiré mi mano hacia ella, le mostré el anillo de diamantes que me diste y le dije que si ella fuese la correcta ese anillo estaría en su mano y no en la mía, que guardara algo de dignidad y cerrara la maldita boca, que era mi jodido matrimonio”.

Me encogí de hombros mientras Emmett se carcajeaba.

“Pues… entonces no entiendo de qué te preocupas, si yo fuese mujer y la esposa de mi ex me dice algo así… no vuelvo a aparecer por ahí”.

“No, no… igual, prefiero que no la veas, así que nada de viajes a California, ¿Si?” dije apuntándole con el cepillo, y él alzó ambas manos en respuesta.

“De acuerdo… ¿Siempre has sido así de celosa? Es una de las cosas que me ha sorprendido mucho de ti desde que desperté y… me enteré de todo”.

Sonreía despreocupado, y aunque de momento se burlaba de mí, por lo menos había logrado que se relajara un poco.

“Soy algo posesiva, sí… pero no estoy loca, si es eso lo que te preocupa”.

“Qué afortunado soy, entonces”.

“Ja, Ja, pero… ‘¿Una de las cosas que te ha sorprendido de mí?’ ¿Hay más?”

“Oh, sí… Mucho, en realidad. Que te casaras conmigo debe ser la mayor de todas”, entorné los ojos.

“Me sorprende que te tomarás el cargo en la empresa… nunca te vi como alguien, ya sabes… ‘de poder’, por decirlo de alguna forma, pero estos días he visto que realmente te respetan en la empresa y pareces saber lo que haces… eso me gusta. Sinceramente creí que terminaría casado con una mujer cuyo único propósito sería gastar mi dinero, alguien como Jennifer o…”

“¿Nadine?” pregunté torciendo el gesto.

“Exacto”.

Sonrió pero luego me miró con intriga.

“Ahora que lo dices… ¿Dijiste que Jennifer y Nadine son amigas? ¿Cómo pasó eso?”

“Ni idea, pero son tal para cual, no me extraña, se han ido de vacaciones juntas un par de veces y creo que Nadine se ha quedado con Jennifer en California”.

“¿Nadine viaja regularmente a California?”, preguntó, esta vez con más seriedad.

“No lo sé, no le sigo la pista. Solo soy feliz cuando se va, ¿Por qué?”

“No lo sé, es una coincidencia importante saber que ella viaja a California el mismo día que nos enteramos de lo de D’vine”.

“Oh, no, Emmett, no volvamos a eso esta noche, por favor… Justo cuando creí que lo habías dejado ir”, supliqué acercándome a la puerta.

“Además, si Damien tiene algo que ver en todo esto, que no digo que no lo tenga, no lo haría a través de Nadine. Esa mujer solo sirve para escupir veneno; milagrosamente sabe usar una tarjeta de crédito porque apostaría que ni contar efectivo sabe”.

“¿A dónde vas?”, preguntó al verme abrir la puerta.

“A la habitación de Elliott, a asegurarme que todo está bien”.

Salí al corredor un poco enfadada, su recuperación o al menos sus jaquecas jamás terminarían si seguía envenenándose por todo el asunto de la empresa, lo entendía, pero tampoco quería que el asunto se lo consumiera.

Elliott estaba durmiendo con los pies sobre la almohada y una vez más agradecí por las barreras que le protegían de las caídas, porque el niño era un torbellino mientras dormía. Le acomodé y le arropé antes de inclinarme a darle un beso en la frente, y entonces salí de la habitación.

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