La boda del heredero
Capítulo 33

Capítulo 33:

“Dios, es hermosa, Emmett: muchas gracias. Pero ahora me siento peor por no tenerte nada”.

“Descuida… Si quieres ve a descansar un poco”.

“Y si no quiero… ¿Me servirás algo de vino?”.

Él sonrió y se inclinó para tomar otra copa para servirme.

“Hay suficiente para los dos”.

Acepté gustosa la copa que me acercaba y me dispuse a relajarme.

Un rato después ya ambos estábamos un poco afectados por todo el alcohol que habíamos consumido, pero al menos la estábamos pasando bien. Estábamos en el balcón, admirando la maravillosa vista Parisina.

“¿Y qué pasa con ese misil que hay en medio de la ciudad? Es como una mosca en tu deliciosa sopa”, pregunté luego de que él estuviera un rato hablando sobre la belleza de París.

“La torre Montparnasse, un fabuloso rascacielos de estilo neoyorkino que cada alma en París odia con todo su ser, es como tener… sillas plásticas en el Louvre… ¡Inaceptable!”.

Sonreí y me levanté del sofá, acercándome al balcón mientras él me seguía.

“Si haces así…”, cerré un ojo y alcé la mano, para tapar con el pulgar aquella horrorosa torre.

“Es como si no estuviera… y entonces la vista sería perfecta, pero sigo pensando que Obernai es mucho más bonita”.

“No te lo discuto, nada puede compararse con las floreadas colinas de Alsacia, eso todo el mundo lo sabe”.

“¿Los egocéntricos parisinos lo saben?”, pregunté con humor y él sonrió.

“Bueno, vale… casi todos. ¿Podrías alejarte del barandal, por favor?”.

“¿Por qué?”, pregunté mientras él extendía su mano hacia mí.

“Porque no pudiste caminar en línea recta los dos pies de distancia que hay entre el sofá y el balcón… Estás ebria y puedes tropezar, y como yo también estoy un poco ebrio no voy a poder reaccionar a tiempo si eso pasa… Por favor, ven”, pidió una vez más haciendo un movimiento impaciente con la mano.

Al sujetarme, inmediatamente haló de mí para hacerme entrar. No fue un movimiento brusco en absoluto, pero él tenía razón, el alcohol había comprometido un poco mi equilibrio, así que no pude evitar tropezar con el borde metálico de la puerta corrediza.

Emmett intentó sujetarme pero, fiel a lo que había dicho, no pudo ser tan rápido.

“¡Maldición!”, gruñó mientras ambos nos tambaleamos hasta pegar contra el pequeño muro que había junto a la puerta, y entonces el aire pareció esfumarse por completo, dejándome solo la colonia del hombre que se pegaba a mí mientras se incorporaba del choque.

“¿Te golpeaste muy fuerte?”, preguntó mirándome fijamente.

“No, estoy bien”.

Mi voz fue a penas un susurro, pero él asintió.

Nos quedamos un momento así, mirándonos en silencio, mientras la fría brisa de la noche se colaba entre nosotros y la luz de la luna se tornaba verdosa a través del cristal. Emmett alzó una mano y la llevó a mi mejilla.

Su tacto ardía, pero no de forma desagradable, sino poniendo en alerta todos mis sentidos y erizando mi piel; me acarició lentamente y luego dejó que su pulgar se deslizara por mis labios, haciéndolos temblar y acelerando mi respiración.

Tragué con dificultad mientras sentía su roce, pero cuando él intentó dar un paso atrás, en un movimiento involuntario e instintivo, le sujeté de la camisa y tan pronto como puse una mano sobre su pecho… sentí su respiración acelerarse igual que la mía.

Emmett y yo no teníamos un matrimonio normal, pero la tensión se%ual que había entre nosotros era difícil de describir, y justo en ese momento… no tuve ganas de pensar demasiado en eso, simplemente llevé mis manos a su cuello y lo atraje hacia mí.

El calor fue inmediato, y el frenesí… inevitable.

Emmett me besó como si hubiese esperado toda su vida por ese momento; su boca se movía frenética sobre la mía, pero cada movimiento de su lengua parecía estratégico, porque cada uno de ellos me fue subiendo un escalón más arriba de excitación.

Jamás me habían besado de esa forma, y cuando, en medio del abandono, dejé que mi lengua se abriera paso para encontrarse con la suya… le oí gruñir y ahondar el beso, rodeando mi cintura para pegarme más a su cuerpo.

Obsceno y lascivo eran adjetivos a nivel, pero también demasiado burdos para lo que estábamos haciendo, el beso más caliente de mi vida, porque no conforme con todo lo que me estaba haciendo sentir…

Emmett deslizó sus manos sobre mi cuerpo hasta llegar a mis senos… Rociando gasolina sobre lo que ya estaba siendo consumido por las llamas.

Arqueé la espalda mientras soltaba un profundo g$mido de satisfacción al sentir sus manos apretarse sobre mí.

Entendí que Emmett era implacable y peligroso no solo en los negocios, sino en la intimidad también, porque el eco de mi g$mido aún colgaba entre nosotros cuando sentí su boca húmeda besando mi cuello… bajando hasta deslizarse por la línea de mi clavícula y terminar entre mis pechos, besando la piel que dejaba expuesta el escote sin dejar de acariciarlos.

Yo no podía dejar de retorcerme bajo sus expertas caricias, pero justo cuando creí que perdería la cabeza, él se detuvo y se incorporó para mirarme a los ojos, luciendo igual de agitado que yo.

“Si no me pides que pare justo ahora… Terminaré haciéndote el amor aquí, y no voy a parar, te juro que no podré hacerlo”.

Su voz ronca caló profundo en mí, estremeciéndome de pies a cabeza, yo tenía poca experiencia en esas cosas, pero podía notar lo excitado que estaba y saber que yo era la fuente de esa reacción me hizo sonreír; Emmett era un hombre guapo…

Y apasionado, y era mi esposo.

“¿Por qué tendríamos que parar?”.

Sonreí, en una oleada de confianza que fue recompensada con otro beso húmedo mientras me alzaba en vilo, haciéndome envolver su cadera con mis piernas, para que me llevara hasta la habitación… Perdidos en un beso ansioso.

Nuestras bocas no se separaron ni un segundo durante el trayecto a la habitación, y me sentía como si alguna parte inconsciente de mí supiera que era mi último día de vida y necesitara desesperadamente de él para seguir existiendo.

Aquel beso parecía estar dominándonos por completo, él no detuvo el azote de su prodigiosa lengua contra la mía, y yo no podía parar de morder y lamer su labio inferior… Estaba como poseída por una fuerza que nunca antes había tocado a mi puerta, pero que no pretendía dejar escapar nunca.

Mis dedos se hundían en su cabello mientras sus manos apretaban mi trasero; Emmett me llevaba en brazos como si yo no pesara más que una almohada, ninguno de sus movimientos parecía costarle y eso me parecía fantástico, saberle tan fuerte se me hacía maravilloso.

Cuando estuvimos al borde de la cama, él decidió sentarse en ella en lugar de acostarme, que fue lo que pensé que haría; pero al verme sobre su regazo fue como si otra oleada de frenesí me hubiese sacudido, llevándome, ahora sí, a la perdición.

Mis manos y las suyas ayudaron a que mi vestido terminara recogido en mi cintura; luego sus manos se fueron una vez más a mi trasero, apretándolo y pegándome más a él.

Al sentir la prominente muestra de su excitación en contacto con el epicentro de la mía… Perdí cualquier rastro de pudor que quedaba en mi ser.

Tan pronto empecé a moverme, la boca de Emmett soltó un gruñido de satisfacción y regresó a la mía, pero sus manos viajaron hasta mi espalda y bajaron la cremallera.

Mis senos quedaron expuestos al instante que la prenda cayó por completo en mi cintura, y entonces… finalmente supe lo que era ser deseada por un hombre.

La mirada de Emmett se oscureció drásticamente y su gesto se contraía de a segundos mientras me veía.

Sus manos rozaron mis pezones en ligeros roces que me hicieron temblar de pies a cabeza bajo su atenta mirada, que se deslizó de mis pechos a mis ojos y entonces sus caricias se volvieron apretones que me dieron una pizca de dolor, pero al mismo tiempo cientos de descargas de placer.

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