La boda del heredero -
Capítulo 1
Capítulo 1:
Hospital Universitario Pitié Salpétriere. Distrito 13, París, Francia.
Presente.
Entré al estacionamiento del hospital a una velocidad poco prudente, y estacioné en una maniobra que hubiese infartado a mi padre, pero no tenía tiempo para andarme con cuidado.
Bajé de auto sintiendo que el corazón me palpitaba a mil por hora y corrí a toda velocidad. No me detuve a hablar con la recepcionista ni a saludar a Susan, la de mantenimiento, cómo hacía normalmente, en cambio recorrí aquellos pasillos que ya se habían vuelto tan familiares como los de mi propia casa.
Llegué a mi destino, abrí la puerta de un tirón y me detuve en seco justo en medio de aquel cuarto lleno de máquinas y cables en el que había pasado tantas horas de mi último año de vida, y entonces lloré.
Jamás me había detenido a pensar en lo que haría cuando eso sucediera, pero no habría apostado por el llanto; y sin embargo ahí estaba, con las manos frías y temblorosas, viendo al hombre que me miraba confundido desde la camilla.
“¿Irina?”.
Mi llanto se intensificó cuando oí la voz de mi esposo después de tanto tiempo.
“Dios, ¡Emmett!”.
Corrí hacia él y me abracé a su cuello.
“Qué alegría que despertaras… Tuve tanto miedo de no volverte a ver”.
“¿Irina?”, preguntó una vez más, poniéndome alerta de inmediato.
Me separé de él, y posé una de mis manos en su mejilla.
“Sí, Emmett; soy yo. ¿Cómo te sientes?”, le pregunté nerviosa.
“La enfermera dice que pasé un año en coma, ¿Eso es cierto?”.
“Me temo que sí”, respondí con una mueca.
“Tuviste un terrible accidente durante un viaje a los viñedos, saliste disparado del auto y te golpeaste la cabeza contra un muro de contención. Tuvieron que raparte para poder sanar bien tus lesiones”.
Acaricié la zona de su cabeza donde se había producido el peor daño.
“Pero fue hace mucho… ya volvió a crecer”.
“¿Y qué pasa con mamá?”, preguntó, desviándonos del tema principal, no queriendo mostrar lo afectado que estaba por lo que acaba de contarle.
Me pareció increíble que incluso acabando de salir de una situación tan complicada, siguiera siendo él mismo, renuente a mostrar sus sentimientos.
“Tu mamá y tu hermana están en Obernai, se preparan para el aniversario de los viñedos. Y tu hermano… estaba en Paris, la última vez que supe”.
Me encogí de hombros, siempre trataba de no pensar demasiado en él.
“Pero ya les avisé a todos, de seguro mañana estarán aquí”.
“¿Y por qué no estás con Damien?”.
“¿Con Damien, dices?”, pregunté confundida.
“Sí, si él está en París… ¿Por qué estás tú aquí? ¿Acaso te dejó cuidándome?”.
“¿Cuidándote? ¿De qué hablas, Emmett?”.
No pude obtener la respuesta que necesitaba, porque en ese momento un par de enfermeras entraron a la habitación y empezaron a revisarlo a él y a los monitores.
“¿Está todo en orden?”, pregunté, aunque algo me estaba dando mala espina, tenía un presentimiento de que las cosas no andaban bien.
“Sí, cuando despertó le hice un par de preguntas personales y respondió sin problemas parece estar lúcido y reaccionó bien a los estímulos. El Doctor Giroud está en una operación justo ahora, pero ha sido notificado… Vendrá tan pronto como pueda, de momento estamos monitoreando su actividad cerebral, pues el señor manifestó tener dolor de cabeza”.
“Aunque es muy probable que todo eso se deba a al shock de haber enterado de que estuvo inconsciente un año entero”, añadió la otra enfermera.
“Claro… Es demasiado para procesar”, murmuré, cayendo en cuenta que Emmett se despertaría en una realidad muy distinta a la que dejó un año atrás.
“De acuerdo, muchas gracias por avisarme”.
“A su orden, Señora Lefrevbre”, dijeron ambas mujeres antes de seguir con sus labores.
“¿Señora Lefrevbre?”, repitió Emmett.
Al girarme otra vez hacia él, lo encontré nuevamente con el ceño fruncido y no pude evitar sonreír, había pasado mucho desde que no veía esa expresión.
“Sí”.
Dejé escapar una risita nerviosa.
“Admito que aún no logro acostumbrarme”.
“Por lo visto me perdí la celebración… ¿Hace cuánto te casaste con Damien?”.
Su pregunta me provocó un vuelco en el estómago.
“No estoy casada con Damien, Emmett”.
Mi corazón latía con furia, temiendo por lo que pasaría aunque no terminaba de comprenderlo del todo.
“¿Cómo no? La enfermera acaba de llamarte Señora Lefrevbre”.
Sonrió con cierta malicia, aquello también lo extrañaba, pero había olvidado lo que se sentía ser víctima de sus encantos.
“Parece que por fin lo lograste”.
“¿Lograr qué?”.
“Atraparlo, mi hermano es como un grotesco jabalí salvaje, admito que nunca creí que una lindura como tú pudiera domarlo”.
“No lo hice”, pronuncié con dificultad, entendiendo un poco lo que estaba pasando…
Una cosa terrible.
“¿De qué hablas?”.
“Sí, soy la Señora Lefrevbre, pero no estoy casada con tu hermano”.
“¿Entonces, con quién…?”.
“Contigo, Emmett; me casé contigo”.
Frunció el ceño y mostró gran confusión al oírme.
“¿Conmigo? ¿Pretendes jugarme una broma de mal gusto? ¿Cómo diablos me voy a casar contigo si tú eres y siempre has sido la mujer de Damien?”, preguntó completamente fuera de sí.
“Pues la verdad es un poco complicado explicarte pero lo que te estoy diciendo es cierto”, respondí nerviosa.
“Damien y yo hace mucho que no estamos juntos, prácticamente desde que me casé contigo”.
“Sigue sin tener sentido para mí, ¿Por qué me casaría yo contigo?”.
Me removí inquieta en el asiento; estábamos con las dos enfermeras en la habitación y no era prudente hablar de las razones reales de nuestro compromiso delante de ellas, en realidad nadie se podía enterar, ese fue parte del acuerdo; pero ahora parecía que Emmett había olvidado todo eso…
¿Qué iba a hacer ahora sí ese era el caso?
El Doctor Giroud entró en ese momento y agradecí tener la oportunidad de pensar con claridad unos minutos más.
Estuvo revisando los signos vitales de nombre y después de revisar varias veces los aparatos junto a su cama se giró hacia mí para darme una de las peores noticias que me pudo haber dado luego de que mi esposo pasara un año en coma.
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