Capítulo 30:

Simón la rodeó y la miró con detenimiento, algo no estaba bien, al observar cada detalle del atuendo lo entendió, la ropa le quedaba grande.

“Tú no eres Madison. ¿Dónde está mi esposa, Marga?”.

“Madison está a salvo y no podrás verla hasta que escuches lo que tengo que decirte”, respondió Margaret sin una pizca de humildad.

“No me interesa escuchar nada de lo que digas, Margaret, lo único que me interesa saber es donde está mi esposa”, dijo Simón mirando furioso a su cuñada.

El silencio de ambas, le hizo saber que no se lo dirían de buena gana, así qué se decantó por el eslabón más débil.

“Meredith, necesito que me digas dónde está Madison”.

Pidió acercándose a su suegra para clavar sus ojos en ella.

Meredith se removió incomoda ante la fuerza de su mirada, apretó las manos lo que evidenciaba lo nerviosa que estaba.

“Ordenaste que la encerraran a la fuerza si era necesario, Simón”, señaló Meredith sin responder a la pregunta.

“Por ningún motivo íbamos a permitir que abusaras de Madison, puede ser que ella no te contara la verdad sobre cómo sucedieron las cosas, pero firmaste para casarte con una mujer llamada Madison y con ella te casaste”.

“No fue la mujer que entrevisté para ser mi esposa y la madre de mi hijo, la que me pareció adecuada en ese momento. Me engañaron desde el principio”, replicó Simón.

‘La mujer de la que me enamoré y que me engañó como un tonto’. Pensó para sí mismo.

Ese era el motivo de su rabia, sentir que ella lo había manipulado.

“No, no fue la mujer que entrevistaste, pero sí la que pasó a la entrevista por sus referencias, así que no te quejes porque te llevaste a la mejor de las dos”, respondió Margaret con ironía.

“Por lo menos la mejor para ser esposa y madre”.

“Eso no implica que no me hayan engañado”.

“Simón yo estoy dispuesta a darte esta casa como compensación por el dinero que le entregaste a Marga si rompes el contrato y no envías a mis hijas a la cárcel”.

“No quiero tu casa, Meredith, quiero saber dónde está mi esposa”.

Insistió molesto por la oferta.

“Mira, todo lo que pasó fue culpa mi culpa, yo fui la que se gastó el dinero y después se echó para atrás. En un principio Madison no aceptó casarse contigo, tuve que chantajearla para que accediera”, aseguró Margaret.

“¿Cuál era el secreto oscuro que usaste para chantajearla?”, preguntó Simón con los ojos entrecerrados.

“Mi hermana no tiene secretos oscuros, yo le dije que estaba embarazada de Roy y que si ella no aceptaba ser tu esposa tendría que ab%rtar para poder casarme contigo y eso es inconcebible para Madison porque ella es una ferviente defensora del movimiento provida”.

“Nadie aceptaría a casarse y tener un hijo con un desconocido para evitar un ab%rto ajeno por muy hermana que sea. ¿Acaso crees que soy tonto?”.

“No me queda ni la más mínima duda de que lo eres”, murmuró Margaret con sarcasmo.

Simón bufó por el atrevimiento de Margaret.

Meredith se metió entre ambos y le entregó a Simón el teléfono de Madison.

“Es el teléfono de Maddy, está desbloqueado, si no le crees a Marga sobre lo fuerte que son las convicciones de mi hija revisa sus redes sociales, y no lo que haya publicado recientemente, mira desde antes de que se casara contigo, si quieres desde antes de que comenzaras a buscar esposa. Verás que lo que dice Marga es verdad”.

Simón comenzó a revisar lo que decía Meredith, la mayoría de las publicaciones de Madison eran de apoyo al movimiento antiab%rto, inclusive fue a varias manifestaciones mientras estaba en la universidad.

“Ni siquiera le dije a Madison que se casarían en México o que tendría que darte un hijo, solo que necesitabas una esposa de mentira para presentársela a tu abuela”, explicó Margaret.

Simón levantó la vista del aparato para mirarla con desconfianza.

“Madison no supo cuánto me pagaste, ni tocó un centavo de ese dinero. Cuando fui con ella me quedaba lo de la hipoteca y la reparación de la casa. Ya me había gastado el resto”.

“Vamos a suponer que todo lo que dices es verdad, tendrías que ser una desalmada para hacerle eso a tu hermana. Lo que no entiendo es porque quieres asumir toda la culpa”.

“Soy una m%ldita bruja, y si hoy te estoy confesando lo que hice es porque nunca había visto a mi hermana llorar y derrumbarse como lo hizo cuando te fuiste. O quizás lo que me pasó con Roy me haya removido los sentimientos, pero lo cierto es que me dolió verla de esa manera porque a pesar de todo la amo, es mi hermana. Y en todo caso solo yo puedo pegarle, pero si alguien más le pega se las verá conmigo”.

Simón levantó las cejas con incredulidad.

“¿Acaso no tuviste una relación de hermanos? Es una regla no escrita”, aseguró Marga con las manos en las caderas.

“Tengo dos hermanos y entiendo lo que quieres decir, pero solo se aplica cuando son niños”.

“No, se aplica siempre”.

“Todo lo que te ha dicho es cierto”, aseguró Meredith.

“Ella fue la que armó todo este embrollo y te juro que nunca me imaginé que ella pudiera hacer algo así”.

“Yo… puedo llegar a ser muy egoísta, pero amo a mi madre por sobre todas las cosas y ver su cara de decepción cuando confesé lo que había hecho me dolió”.

“Vamos a suponer que les creo, igual necesito hablar con Madison, tienen que decirme donde está”.

“No lo sabemos”, dijo Meredith.

“¿Cómo que no lo saben?”, dijo Simón en voz baja y peligrosa.

“Nuestro plan fue sacarla de la casa, ella se llevaría el coche de Margaret, vendería la ropa, el anillo de compromiso y el coche y se escondería en algún lugar. Ella quedó en llamarnos, así que solo nos queda esperar”, contó Meredith.

Simón sintió que su cabeza iba a explotar.

“¿A quién se le ocurrió un plan tan estúpido?”, pregunto desesperado pensando en la amenaza de Los Zetas.

“A mí y no es estúpido, es un plan magnífico”, replicó Marga.

“Solo si estás huyendo del FBI”, respondió Simón molesto.

“Estaba huyendo de ti que es casi lo mismo, sí estás desesperado por encontrarla contrata un detective o pídele a la policía que te ayude, distribuye carteles o dale una disculpa por las redes sociales y pídele que regrese, ofrece una recompensa a quien te dé información, cualquier cosa es válida”, contestó Marga con un encogimiento de hombros.

Simón pensó que si era verdad que se había casado con la mejor de las dos hermanas, porque por un momento tuvo hasta ganas de pegarle a Margaret.

“La casa que tengo en el pueblo de mi abuela fue destruida por una explosión causada por el grupo de narcotraficantes Los Zetas, fue una advertencia para que accediera a pagarles una fuerte suma de dinero, me querían extorsionar. Me amenazaron diciéndome que si no pagaba ellos iba a secuestrar a Madison. Y te aseguro que si ella cae en las manos de esos criminales lo mejor que le puede pasar es que la maten. ¿Puedes ver ahora lo estúpido de tu plan?”, explicó Simón.

Ambas mujeres palidecieron.

“Por favor, dime que pagaste”.

Pidió Marga.

“Por supuesto que no pagué, no voy a financiar a un grupo de criminales”.

“¡Oh, por Dios! Mi hija”, exclamó Meredith rompiendo a llorar.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar