Exesposa voy a conquistarte
Capítulo 90 (FIN)

Capítulo 90: (FIN)

Él sonrió, negando y besándole los labios con parsimonia.

“No hace falta, lo vi todo”

Kathia pasó un trago.

“¿Y estás molesto?”

“Estoy cabreado si prefieres que sea honesto, pero cuando me hiciste saber que habíamos pasado por tanto, y aun así, tomamos la sabia decisión de permanecer aquí, comprendí que no había poder humano que ya pudiera separarnos”

“Oh, Cassio, yo no quiero separarme nunca de ti”

“Me alegra, porque de todas formas no te hubiese dejado ir”

Los dos rieron.

Más tarde, mientras sus amigos disfrutaban en el jardín, Cassio se robó a su mujer.

“¿A dónde vamos?” le preguntó ella, viendo que se dirigían a la playa.

“Es una sorpresa” y con el corazón acelerado, la cargó y la pegó a su cuerpo.

Kathia soltó un pequeño grito, riendo, mientras cruzaban el atracadero de yates.

“¿Qué haces?” lo miró emocionada, después él la dejó a los pies de un barco con luces decorativas en el interior y cubierta.

Kathia abrió los ojos y él se inclinó contra su oreja.

“Ex esposa, voy a conquistarte” susurró profundamente, antes de ayudarla a subir y que pudiese descubrir por ella misma de qué se trataba todo eso.

Ahogó un jadeo.

¡Iban a casarse!

El yate estaba decorado perfectamente, como si hubiese tomado un buen par de días hacerlo. En realidad, había sido así. Cassio no había dejado de pensar en que quería volver a contraer matrimonio con Kathia, así que a escondidas, diariamente, se encargó de organizarlo todo para que al fin fuesen del otro legalmente.

Kathia se llevó las manos a la boca para contener la impresión. Todo estaba de ensueño. Flores blancas, un camino de velas hasta el final de la pasarela que caminarían juntos y un arco de ramas secas y luces tenues que enmarcaban el mar perfectamente.

“Cassio…” sollozó conmovida.

“¿Cuándo hiciste todo esto?”

Él le besó la coronilla de la cabeza mientras la rodeaba por detrás.

“Dediqué un par de horas cada tarde de la última semana” respondió, satisfecho con el resultado, y la giró entre sus brazos para hablarle mirándole directo a los ojos.

“La verdad es que no quiero pasar un día más sin ser tu esposo, Kat”

“Oh, Cassio” miró a su alrededor, todavía sin poder creerlo.

“Es sencillamente perfecto”

“Tú eres perfecta, cariño. ¿Te quieres casar hoy conmigo?”

Ella asintió entre lágrimas y risas.

“Pero no tengo un vestido” dijo, señalando los pantalones de maternidad que tenía puesto ese día. Él tampoco lucía como un novio.

“Ve al camarote, en la cama encontrarás una caja. Ábrela”

Los ojos de Kathia chispearon de alegría, y no perdió tiempo.

En la caja había un precioso y sencillo vestido blanco, largo hasta los tobillos, también una coronilla de más flores blancas.

Nuevas lágrimas se agolparon en sus ojos y se cambió en seguida, mirándose en el espejo del baño con una sonrisa de ilusión.

Cuando volvió al exterior, él ya estaba allí. Se había cambiado por pantalones y camisa de lino blanca. Se encontraba de espaldas cuando la presintió, y se giró para esbozar una sonrisa brillante.

“Te ves preciosa, Kat” le dijo sincero, embelesado. ¡Enamorado hasta lo indecible de esa mujer!

“Tú también luces muy bien” respondió, enroscándose a su cuello.

“Jamás me esperé que estuvieses planeando esto durante la última semana”

“Hacerte mi esposa es una necesidad, ¿Vamos?”

Kat se sorprendió al ver al oficiante allí, después escuchó el rumor de unas voces y unos pasos. Cuando se giró, los amigos y la hija de ambos también estaban allí, vestidos para la ocasión.

Cassie llevaba un vestidito precioso y una coronilla igual a la de ella.

¡Lo había planeado todo y considerado cada uno de los detalles!

Se echó a llorar como una niña, y los demás rieron.

La ceremonia fue un evento muy íntimo y romántico.

Ninguno de los dos tenía los votos preparados, así que improvisaron desde lo más profundo de su corazón, prometiéndose que se amarían, respetarían y confiarían en el otro hasta el último día de sus vidas.

“Te amo, Kathia Garibaldi” le dijo él. Ella sonrió, porque acababa de despojarse otra vez de su apellido de soltera.

“Gracias por recibirme de nuevo en tu vida”

“Te amo, Cassio Garibaldi” respondió, rodeándolo por el cuello, mientras la luna y el mar eran testigos de ese amor irrepetible.

“Y gracias a ti por regresar a mi vida”

Sellaron aquel romántico momento con un largo beso, reverencial y posesivo.

Meses más tarde, nació el pequeño hijo que ambos procrearon y a quien llamaron Remo cuando lo vieron por primera vez.

Cassio fue un padre ejemplar con el recién nacido, y sin descuidar ni un segundo a su primogénita, hizo que Kat se enamorara más de él.

Los cambios constantes de pañales, las noches en vela, no hubo un momento en el que la dejara sola y se involucraba con la intención de aprender y ser el mejor padre presente que pudiese existir sobre la faz de la tierra.

Sarah ya no estaba con ellos, pero decidieron que por el momento no contratarían a nadie para ayudarlos, así que la relación de pareja la aprovechaban al doscientos por ciento cuando podían. En la cama, en el tapete, en la tina. Cada rincón de la casa era un buen momento para disfrutar del deseo que seguía existiendo en ellos.

Y así fue su rutina durante los próximos meses, hasta que un día, Kathia, casi a punto de su segundo hijo cumplir el primer año, comenzó a sentir náuseas.

“Kat, creo que deberías realizarte una…” intentó decir Cassio, pero ella le peló los ojos.

“No, ni se te ocurra. ¡No puedo estar embarazada otra vez!”

Pero lo estaba.

Lloró del miedo.

Todavía tenía un hijo pequeño y Cassie también necesitaba de su afecto; sin embargo, recordó que su esposo había sido el mejor papá durante el último año y sabía que iban a estar bien, así que dejó de llorar… al menos hasta que se enteró de que vendrían mellizos y se desmayó.

“Dime que ha sido un sueño” musitó cuando despertó, y el silencio de su marido le dio la respuesta.

Literalmente… ¡Volvió a desmayarse!

Tuvieron que contratar a alguien que les ayudara, y así mismo, mudarse a otra casa. Allí ya no entrarían tantos.

Cassio se encargó de todo. Una enorme casa a la orilla del mar y un jardín precioso que sus hijos se disfrutarían muchísimo.

El nuevo embarazo la sensibilizó al máximo, siempre buscando la calidez y el contacto en los brazos de su marido, que no paraba de consentirla y cumplirle todos los caprichos.

Cassie ya era más independiente, y había hecho muchos amiguitos el último año.

Remo era un niño precioso y se parecía a Kathia.

Los dos últimos fueron una niña y un niño igual de preciosos. Lyon y Marcela.

“Tenemos una familia preciosa” dijo Kathia, tumbada en el jardín.

Sus dos últimos hijos ya gateaban, Remo caminaba y Cassie no veía los juegos infantiles tan atractivos como el móvil que bajo supervisión le habían comprado.

“Tú me diste una familia preciosa” respondió Cassio, besándole el cuello.

“¿Ya sabes el nombre que le pondrás a la nueva biografía que estás escribiendo?”

Ella asintió.

No había tenido un nombre hasta ese momento, que vio todo lo que había construido junto a él.

“La Familia Garibaldi”

“Es un título perfecto” concordó él, tomándole la barbilla para besarle los labios.

Ella respondió ávidamente al contacto, y se perdió en ese sabor que se había convertido en su favorito.

Kathia y Cassio formaron una familia y una relación de pareja con momentos decisivos y de altibajos. Discusiones pequeñas que terminaban en risas largas, decisiones complejas que al final los arrastraban a la cama.

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FIN

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