Capítulo 58:

“Podemos solucionarlo de otra forma, pero si no sueltas a mi hija, entonces no llegaremos a ningún acuerdo. ¡Hagamos un intercambio! ¡Mi vida por la de ella!”

Kathia ahogó un jadeo.

Francesca dudó, pero no era tonta.

“Me volverás a traicionar” le dijo con gesto destrozado.

“Me denunciaste y ahora no solo todo el mundo está buscándome, sino que mis socios me dieron la espalda y no tengo ni un centavo. ¡Debo huir del país para no tener que ir a la cárcel!”

“Entonces huyamos juntos…” le propuso.

“Sacaré todo mi dinero en efectivo y nos fugaremos de aquí. ¿Qué dices?”

“Que me parece una propuesta tentadora”

“Entonces suelta a mi hija y deja que se vaya con Kathia. Me quieres es a mí”

“¿Y que tus hombres nos persigan?” se burló.

“¡No insultes mi inteligencia! Las cosas se harán como yo diga, y por ahora, me llevaré a dos rehenes hasta que tú saques el dinero. ¡Tráiganme al niño!” ordenó.

“¡Nooo!” Clara y Kathia gritaron al mismo tiempo.

Se llevaban a sus hijos.

“¡Francesca, el niño está en una incubadora, necesita cuidados especiales!” habló Cassio.

Ella volteó los ojos y miró a una de las enfermeras. De pronto miró que varias camionetas a lo lejos se acercaban y se inquietó.

“Tráiganse a esa también” pidió a uno de sus hombres y después miró a Cassio.

“Nos daré una última oportunidad para ser felices, Cassio, no vuelvas a traicionarme o ellos pagarán las consecuencias. Te enviaré la ubicación de nuestro lugar de encuentro, sobra decir que no quiero heroicidades…”

Hizo un ademán despectivo a los refuerzos que se aproximaban y se subió a la camioneta.

“¡No, no! ¡Francesca!” gritó Kathia, queriendo con todas sus fuerzas ir en busca de su hija, pero Cassio la tomó por la cintura.

“La rescataremos… la rescataremos. Lo prometo” susurró contra el cabello de la mujer. “Ella no la tocará si sabe que puede tenerme a mí”

Pero ella se zafó y lo empujó con fuerza.

“¡No me prometas nada! ¡Yo misma iré por mi hija y el hijo de Clara!”

Y en una maniobra, al mismo tiempo que hombres y mujeres se bajaban de las camionetas y Cassio los reconocía como a los Ferragni y los Mancini, Kat tomó el arma la cinturilla de Piero y la miró entre sus manos que temblaban de histeria.

“¡Que alguien me explique cómo se usa esto!”

“Yo soy Isabella Ferragni, y me encantará enseñarte unos buenos trucos”

Se asomó una mujer de más o menos su edad, y se soltó de la mano del que parecía su esposo para acercarse a ella y ofrecerle todo su apoyo.

“Soy madre, y le arrancaría la vida a pedazos a quien se atreva a tocar a mis hijos”

Kathia exhaló largo.

¿No crees que pueda recuperar a nuestra hija?

“Tienes que tranquilizarte” le pidió Cassio, intentando buscar su contacto, pero ella lo rechazó dolorosamente y se cruzó de brazos.

“¡No puedes pedirme una cosa así cuando esa loca tiene a mi hija!” replicó Kathia entre dientes.

“Kat…”

“¡No! ¡Déjame!”

“Si no lo haces por ti, al menos hazlo por el bebé, por favor” le suplicó y colocó las manos sobre sus hombros.

Ella se estremeció y cerró los ojos.

“Él necesita que estés tranquila”

“Mi hija…”

Sollozó al girarse y lo miró con dolor asfixiante.

“¡Nuestra hija, Cassio!”

“Lo sé, cariño, pero te juro que la vamos a recuperar”

Ella bajó la mirada y negó con la cabeza. En ese momento, llegó Maurizio a la propiedad en Santa Marinella; había sido soltado.

Clara se incorporó con esfuerzos del sofá y corrió a sus brazos.

Él no dudó en recibirla.

“¡Nuestro bebé! ¡Francesca se ha llevado a nuestro bebé!” le informó, exaltada, pero esa era una información que Maurizio ya sabía, así que la estrechó en brazos al tiempo que la mujer se debilitaba y compartía una mirada con su primo.

Una mirada que revelaba que estaban dispuestos a todo por recuperar a sus hijos.

El trío de la mafia los invitó a reunirse con ellos en el anexo privado, mientras la mujer del alcalde, Analía, ordenaba a las muchachas del servicio que prepararan té para el resto.

Más tarde, Clara tuvo que ser asistida en una de las habitaciones porque sus defensas habían caído, y Kat todavía miraba esa arma entre sus manos como si quisiera encontrar en ella todas las respuestas a todo lo que estaba ocurriendo.

“¿Todavía quieres aprender a usarla?” escuchó la voz de Isabella a su lado y señaló con el gesto la pistola.

Kathia se relamió los labios.

“No hay nada que me apetezca más en este momento” respondió, decidida, porque con esa arma esperaba hacerle pagar a Francesca el infierno que estaba viviendo en ese momento al arrebatarle a su hija.

Isabella sonrió.

“Sígueme”

Caminaron hasta la orilla de la playa, acompañadas únicamente por dos hombres que parecían ser de la entera confianza de la Ferragni.

Uno de ellos, Rigo, así había escuchado Kathia que se llamaba, le entregó una pistola a la joven que se parecían mucho a la que ella tenía.

Desde el porche de la casa, Cassio miró a lo lejos que Kathia empuñaba un arma al aire, siendo guiada por la mujer del Mancini.

“Joder” gruñó, preocupado y negó con la cabeza.

“… no hace caso”

“No le pidas a una madre que entre en razón cuando le arrebatan a su criatura” le dijo Sebastian.

“Ella no debería estar pasando por esto, es todo… mi culpa” se reprochó.

“Si te sirve de algo; en mis años de experiencia, he aprendido que en estos casos no sirve de nada echarse la culpa”

Aconsejó y colocó una mano en su hombro.

“Mi mujer en este momento es buena compañía para la tuya. Ella también estuvo a punto de perder a uno de nuestros hijos”

Cassio alzó la vista.

“¿Y qué hizo?”

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