Capítulo 56:

“Se le acusa de un delito que no cometió, así que lo más probable es que su abogado trabaje para que lo dejen en libertad, pero, Clara… debes saber que Maurizio cometió errores que se pagan con cárcel”

Ella bajó el rostro, triste.

“Lo sé, es solo qué… yo lo amo, y tenemos un hijo” susurró. “Me gustaría tanto poder tener una familia a su lado”

“Tranquila, por el momento lo que puedes hacer por él es cuidar de ti y de tu hijo. Tenemos que irnos hoy de aquí”

“¿Irnos? ¿A dónde?”

“Un lugar seguro. Esta tarde enviaré a gente de confianza por ti y por tu hijo”

Ella asintió y no hizo preguntas. Confiaba en Cassio con los ojos cerrados.

“Maurizio… ¿Puedes mantenerme al tanto de él?”

Cassio le besó la frente y salió de allí.

Kathia caminaba de un lado a otro en el pasillo, y tan pronto lo vio, sus ojos saltaron de preocupación.

“Tu pierna… está sangrando otra vez” musitó, acercándose.

“Pediré a un médico que te la revise”

Cuando ella le pasó por el lado, la tomó suavemente de la cintura y la pegó a él.

“Harán preguntas que por el momento no voy a poder responder, y tampoco quiero perder el tiempo aquí”

“Pero no sirve de nada que esa herida empeore, tendremos que revisarla primero y después haremos lo que tengamos que hacer”

Él sonrió y le besó la sien.

“Me gusta cuando me mandas” le susurró y ella se sonrojó bajo el suave contacto de su mano en su cadera.

Piero le entregó el botiquín que cargaba siempre para emergencias cuando saltaron dentro de una de las camionetas blindadas.

“Cassie se ha quedado dormida en otra de las camionetas” musitó ella, y suspiró largo.

“Creo que todo este asunto, el viaje, la ha agotado”

“Pronto estaremos en casa” le dijo él, acariciando su mejilla.

Kathia lo miró con tristeza.

“¿Cuál casa?” preguntó.

“Todo ha quedado destrozado, los daños son casi irreparables. Esto es una locura, he dejado tirado mi trabajo, mi vida…”

“Kat… de verdad lo siento” le dijo él, con sinceridad.

“Creo que tenías razón cuando dijiste que yo llegue a desestabilizar todo aquello que habías construido”

“No se trata de culpas, y si hay una, esa es Francesca” susurró.

“Y de no haber sido expuesta, todo seguiría igual… y ella continuaría causando daño a las personas. Mira lo que le hizo a Clara”

“Lo sé, por eso no descansaré hasta verla tras las rejas”

Ella asintió con una media sonrisa.

“Ahora bájate los pantalones”

Apenas dijo eso, los ojos de Cassio saltaron. Una risita afloró de la boca femenina de Kathia.

“No seas tonto, debo verte la herida”

Con cuidado, comenzó a trabajar en la herida. No se veía mal, pero tampoco muy bien y eso comenzaba a preocuparla.

Tomó un par de vendas extras del kit y rodeó la pierna lastimada.

“¿Mejor?”

Cassio asintió con una sonrisa, prendado a ella, y aprovechó que la ventanilla que los separaba del conductor y el copiloto estaba cerrada para besarla, mientras la camioneta serpenteaba por la ciudad.

“¿Es un mal momento para decirte que te deseo aquí y ahora?” le preguntó contra la rosada boca.

Ella sonrió.

“¿Ahora?”

“Ahora, Kat”

La joven miró a los lados para asegurarse de que verdad nadie podía observarlos y se subió a horcajadas sobre él.

“Siempre has sido un hombre que sabe aprovechar los momentos” le dijo, enmarcando su rostro entre las manos.

“Demuéstrame que eso no ha cambiado con los años”

Cassio sonrió, la tomó de la cintura para elevarla solo unos centímetros… y cuando la regresó a su sitio, la empaló profundamente a él.

“Oh, cariño, echaba de menos esta parte de ti”

“Entonces tómame fuerte, lo necesito”

Y fue lo que Cassio hizo.

Ella ahogó un grito mordiéndole el hombro… mientras él le entregaba todo de sí mismo, allí, en la parte trasera del auto, mientras se movían bajo el ocaso de las ocho treinta.

¡Yo misma iré por mi hija!

Santa Marinella era una propiedad a la orilla de la playa que se asemejaba más a una fortaleza impenetrable que cualquier otra cosa.

Ramiro, uno de los hombres de confianza de Maurizio, guio el traslado de Cassio y lo ajustó todo para que la reunión se llevara a cabo a la hora prevista.

“¿Qué sabes de la situación de mi primo?” preguntó en cuanto atravesaron el anillo de seguridad.

“El abogado ya está trabajando para sacarlo esta misma noche” informó el hombre, y Cassio asintió. Por el momento, Maurizio no le convenía estar en la cárcel, pues él conocía los movimientos de Francesca y sabría cómo ayudar a detenerla.

Echó un vistazo a todo mientras dos escoltas de la casa lo guiaban al interior. Risas, niños, comentarios relajados y un ambiente bastante familiar, fue lo que Cassio pudo percibir.

“Señor, el primo de Maurizio” habló uno de los escoltas a un hombre que pronto se incorporó para recibirlo y presentarse como Sebastian Mancini.

En seguida, estrecharon manos, y junto a un par de hombres más que, a uno de ellos lo reconoció como el reelegido alcalde de las últimas elecciones, se encerraron en un anexo privado con paredes de cristal y sistema anti ruido.

“Maurizio ya nos ha puesto al tanto de la situación” habló Mancini.

“Pero tengo entendido que está detenido ahora mismo. ¿Es cierto?”

Cassio asintió.

“Fue arrestado esta mañana por la policía de Trevi”

“Tengo un par de contactos dentro del departamento policial, haré una llamada para ver qué se puede hacer”

Más tarde, Cassio se había enterado de las verdaderas atrocidades en las que Francesca llevaba años participando, y según los amigos de Maurizio, el tráfico humano era un turbio negocio que había comenzado siendo una pequeña mafia local en Cerdeña, y que hace casi dos años, cuando intentaron secuestrar al hijo de uno de los hoteleros más importantes de Roma, Emilio Arcuri, lograron desmantelar casi en su totalidad al cartel.

“¿Pero cómo vences un negocio que tiene demasiadas cabezas?” preguntó Carlo, irónicamente.

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