Capítulo 24:

Ella abrió los ojos y enterró los suyos en su espalda. Hace un rato se había aferrado a ella porque temía perder el equilibrio en cualquier pestañeo.

“Dios, mujer, estás tan estrecha. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tú…?”

Kathia bajó la mirada, avergonzada, y pasó un trago.

“No voy a responderte eso” le dijo con la voz entrecortada.

Cassio se humedeció los labios y sonrió.

“No ha habido otro hombre, ¿No es así?” preguntó con sorprendente quietud. Ella no respondió y los ojos de Cassio refulgieron como si estuviese observando una fogata.

“No ha existido otro hombre después de mí” ahora lo decía como una orgullosa afirmación, y Kat tomó su mano para apartársela bien lejos.

“Mi vida sexual no es tu problema” siseó, mirándolo seria.

“Eres un arrogante de lo peor. Ni siquiera sé cómo permití qué…” bufó y se ató el cabello en una cola mal hecha. Había comenzado a sentir calor.

“Debes irte”

“Kat…”

“No, ya tuve suficiente de ti por hoy, y si es que estás tan necesitado de se%o, ve y desfógarte con las mujeres que sueles frecuentar” zanjó, enojadísima, más con ella misma que nada. ¿Cómo siquiera había permitido que cruzara los límites de volver a besarla? No y no. Él ya no tenía cabida en su vida como hombre.

Cassio entornó los ojos.

“¿De qué mujeres hablas?” quiso saber, porque después de ella, de verdad que no hubo nunca ninguna otra mujer, al menos no de la forma a la que se refiere.

Kat negó y volteó los ojos sin poder creerlo.

“Cassio, por favor, no te hagas el idiota. Hay cientos de fotos tuyas en internet con mujeres colgadas a tu brazo”

“Ellas no eran nada, simplemente modelos de campaña y nada más”

“Modelos de cama, será” gruñó en voz baja, pero todo estaba en tan extremo silencio que él alcanzó a escucharla.

“¿Es que estás celosa?” preguntó, discretamente complacido y ella lo miró como si fuese a degollarlo en cualquier segundo.

“De todas formas, no sabía que buscabas sobre mí en las noticias”

Kathia se cruzó de brazos.

“Soy periodista, ¿Recuerdas?” en más de una ocasión se le había atravesado en el camino, incluso en el portal de la revista, con una nota en la que aparecía su cara y la de alguna que otra modelo posando para diferentes alfombras rojas.

A ella nunca le gustó aparecer en cámaras, al contrario, su vocación siempre fue estar detrás de la misma.

“Como sea, pero de verdad créeme que no ha existido otra mujer después de ti, cariño” murmuró Cassio con total sinceridad. Nunca hubo una que, ni siquiera intentándolo, pudo apartar el recuerdo de su ex mujer, así que a todas terminaba quitándoselas de encima tan rápido como podía.

“Pues eso es muy tu asunto. Tú pudieras acostarte con la mujer que quisieras y a mí importaría. Y no me digas así, porque no soy tu cariño” le dijo Kathia.

Cassio entornó los ojos, estudiando sus palabras por un segundo, y la forma en la que las decía.

“¿En serio no te importaría que estuviese con otras mujeres?” quiso saber Cassio.

“¿Incluso cuando sabes que estoy aquí por ti, y que no hay nada que desee más en este punto de mi vida que arreglar esto entre tú y yo?”

“Aquí no hay nada que arreglar, Cassio” zanjó Kathia, molesta, y tomó una profunda respiración. Estaba cansada de odiarlo y guardarle rencor. Era tan agotador.

“Lo que ocurrió entre tú y yo es cosa del pasado, nada más. Mi presente es mi hija”

“Nuestra hija”

“Presunciones, nada más”

Cassio sonrió con nostalgia. Había decidido que no iba a insistir respecto a Cassie, aun cuando podía exigir una prueba de paternidad y custodia compartida, con su poder podría conseguirlo en un tronar de dedos, pero con eso solo la lastimaria y desconcertaría a su hija, así que lo más viable, por el momento, era ganarse el corazón de las dos.

Se acercó hasta ella. Kathia retrocedió, porque si no lo hacía, sus últimas defensas caerían.

“Kat, por favor… no seas tan cruel”

“Tú hablas de crueldad” musitó con ironía y se cruzó de brazos.

“Sé que te lastimé, pero de verdad estoy aquí porque quiero resarcir el daño causado… y recuperar el tiempo perdido”

Otra vez se acercó, pero ella no tuvo oportunidad de escapar y Cassio tomó entre sus manos sus mejillas para que lo mirase.

“No me apartes de ti ahora que te tengo otra vez”

Kathia pasó un trago en seco.

“Tú no me tienes, y ya suéltame y vete” se zafó y caminó hasta la puerta para abrirla.

“No compliques más mi existencia, por favor”

Cassio soltó una larga exhalación, tomó su chaqueta de la entrada y la miró antes de salir.

“No me rendiré, Kat, que lo sepas, ni contigo ni con Cassie” le dijo.

“Las tendré por encima de cualquier cosa”

Ella ladeó la cabeza.

“¿Incluso por encima de tu hermana?” no sabía por qué había hecho esa pregunta, pero la respuesta la dejó helada:

“De quien sea, Kat. Te prometí que investigaría y es lo que haré. Si Francesca fue capaz de hacernos este daño, no sabrá todo el dolor que le puedo proporcionar”

Después se fue, y el corazón de Kathia se fue con él… porque a pesar de todo, de tanto y mucho, ella todavía lo quería, y ese sentimiento dolía muchísimo porque no podría volver a estar con él hasta que Francesca no fuese un peligro para la vida de su hija, y la suya propia también.

Esa misma noche, cuando llegó a su pent-house, Cassio contactó al equipo de investigación que había dado con el paradero de Kathia, y tan pronto explicó la situación, prometieron esperar darle noticias al respecto muy pronto.

La idea de que Francesca haya tenido que ver con aquel horrible malentendido del pasado, esperaba en el fondo que fuese eso… una idea y nada más, porque ella era su hermana, compartieran la misma sangre o no, la quería como una.

La mañana siguiente, apenas despertó, recibió un mensaje de Kathia. No podría verse ese día para seguir con el asunto de la biografía porque la niñera de Cassie había pedido un permiso especial para ausentarse ese día y ella no confiaba en nadie más para cuidarla, salvo ella misma.

Cassio sonrió, y contrario a responderle con un simple:

“Ok, no pasa nada”.

Se plantó en su puerta temprano esa misma mañana, con el desayuno que había comprado de camino y un regalo que sabía le gustaría a su hija.

Cuando Kat abrió la puerta y lo descubrió allí, su corazón trepidó sin remedio a toda marcha.

“¿Qué haces aquí?” le preguntó en seguida.

Cassio no pudo evitar admitir lo hermosa que se veía esa mañana, así, desenfadada y sin una gota de maquillaje; todavía en pijama.

La observó con avidez.

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