Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 2
Capítulo 2:
¡¿Cómo pudo hacerle algo así?!
¡¿Es que no se daba cuenta de que él la amaba?!
¡¿Qué habría dado su maIdita vida por ella?!
Se recargó contra el respaldo del asiento.
Se había quedado sin fuerzas, pues aunque fuese un hombre de temple, amaba a esa mujer como nadie tenía una idea, y con una traición de esa magnitud, sabía que no podría recuperarse nunca.
…
Habían transcurrido casi dos horas desde los hechos cuando recibió la llamada de Francesca. Al principio, no tenía planeado contestar, pero ella era la única que lo podía ayudar con todo el sufrimiento que estaba experimentando en ese momento.
“Tenías razón”, sollozó con un crío al contestar
“Kathia es una…”
Selló sus labios de forma abrupta y negó con la cabeza.
¡Ni siquiera podía referirse a ella como una cualquiera!
Y es que de verdad la amaba tanto… tanto.
Cielos, todo era tan abrumador.
¡Tan imposible de creer!
“Cariño, sé por lo que estás pasando en estos momentos, y no sé si debería echar más leña al fuego, pero para como ya están las cosas… lo mejor será que lo diga. Me ha contactado una amiga que trabaja en un hotel, y me ha dicho que tu… bueno, esa mujer, pidió una suite con Maurizio y se veían muy… juntos”
Cassio estrujó el móvil sintiendo que sus pulmones colapsaban.
“Envíame la dirección”
“Cassio, pero…”
“¡Envíame la p%ta dirección ahora, Francesca! ¡Y lárgate de esta casa!”
…
Minutos más tarde, después de sobornar a la recepcionista del hotel para que le facilitara el número de la habitación, tomó el ascensor y se plantó en el piso indicado.
Tomó el pomo entre sus manos que ahora sudaban y temblaban de rabia, dolor, de sentimientos encontrados… y abrió.
La escena fue lo más escalofriante que hubiese presenciado jamás en su vida.
El cuerpo de su mujer, ese que tantas veces había tocado… poseído como un salvaje, estaba completamente desnudo sobre las sábanas, sudando de saciedad, felizmente dormida, y a su lado, el vicepresidente del corporativo también reposaba.
¡Hijo de…!
Quiso gritarle, quiso tanto arrancarle las extremidades, una a una, hasta que colapsara de dolor, de sufrimiento… del mismo que él estaba sintiendo en ese momento.
De esa sabandija podía esperarse cualquier cosa, pero, ¿De ella?
¡De ella no!
Negó con la cabeza, y asqueado, salió de allí.
Ninguno de los dos valía tanto la pena cómo para formar un escándalo, pero que les quedara claro que eso tampoco iba a quedarse así, los dos estaban acabados y pagarían el daño, sobre todo ella, quien suponía, bajo el juramento que hizo en la iglesia cuando contrajeron matrimonio, le debía lealtad y respeto; lo mismo que él le había entregado desde que se conocieron, dejando a un lado todas las mujeres que intentaron cazarlo sin resultados.
Así que no solo le exigiría el divorcio, sino que se tendría que largar de su vida de la misma forma en la que había llegado, sin nada, seguro estaba, como que se llamaba Cassio Garibaldi.
…
Más tarde de esa terrible pesadilla, Kathia tomaba un taxi a casa mientras todas las llamadas a su esposo la enviaban al buzón.
“¿Cassio…?”
Llamó a su nombre con la voz pastosa.
Necesitaba saber por qué él no se había presentado al hotel en el que la había citado.
Estaba desconcertada y triste, aunque debía haber una explicación.
Él jamás la hubiese plantado así por así.
Todo estaba en penumbras y en completo silencio, a excepción del despacho.
Allí se dirigió porque sabía que lo encontraría.
Tan pronto entró, él la recibió con una expresión que jamás esperó ver en su rostro.
Todo estaba hecho un caos a su alrededor.
“Cassio… ¿Qué es todo esto?”
Intentó acercarse, preocupada.
¿Habían asaltado la mansión?
“Ni un paso más”, le dijo con tono frio, autoritario, Kathia pasó un trago y se quedó paralizada por varios segundos, horrorizada.
El rechazo de su marido acababa de ser por demás esclarecedor.
“¿Qué sucede? ¿Por qué me hablas así?”, preguntó quedamente.
“,Emira ya tiene todo tu equipaje listo”, le informó, todavía a una distancia prudente.
No la quería ni medio metro cerca.
“Mi abogado te hará llegar los papeles del divorcio mañana a primera hora”.
El corazón de Kathia marchó a un ritmo desbocado.
¿Divorcio…?
Negó, más confundida que antes.
“¿Qué…?”
“Ay, por favor, no me hagas repetirlo, tampoco quiero teatro ni escándalos de ningún tipo” dijo Kathia amargamente mientras bebía un sorbo de su trago y le daba la espalda. Una lágrima se derramó por su rostro mientras perdía la mirada a través de la ventana.
“Firmarás y saldrás de mi vida de forma inmediata, justo como llegaste, sin nada”
“Cassio, no entiendo. ¿De qué estás hablando?” preguntó ella, rodeando el escritorio que los separaba y buscando sus ojos con el alma apabullada.
“¿Por qué me estás diciendo todas estas cosas?”
Él la miró de forma incluso tenebrosa, tanto que Kathia casi sentía que se reducía a nada. Cassio nunca le había hablado de esa forma, ni siquiera cuando estaban discutiendo por cualquier cosa.
“No seas descarada, Kathia, por amor a Dios. ¡Ten un poco de vergüenza!” le recriminó.
“¡Deja de faltarme el respeto y dime qué diablos te ocurre!” exigió ella, con los ojos inundados de lágrimas.
“¿Por qué me hablas de esta forma? ¡Soy tu esposa!”
“¡Mi esposa!” bramó él, ya exasperado e iracundo.
“¡¿Y qué es lo que hace mi flamante esposa a mis espaldas, eh?!”
“Cassio…” sollozó ella, agotada.
“¡Responde, maldita sea!” reclamó él, y ella solo pudo guardar silencio y negar con la cabeza.
“¡¿Quieres que sea yo quien te lo diga?! ¡Bien! ¡Esto es lo que hace mi esposa mientras yo pensaba en un jodido futuro con ella!”
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