Exesposa al poder -
Capítulo 75 (FIN)
Capítulo 75: (FIN)
Vlad entro a la habitación en la que Samantha fue hospitalizada. En sus manos llevaba un pequeño ramo de flores. La observó descansar sobre la cama, tenía cables conectados a su cuerpo y hasta se veía cansada.
Su apariencia era como la de un zombie, pálido y demacrado. Aún lado se encontraba una cuna, donde estaba el culpable de su dolor. Una pequeña sanguijuela que descansaba sin preocupaciones, mientras que él pasó toda una noche sin poder dormir
Camino hasta llegar a la silla y sentarse para agarrar una de las manos de Samantha como apoyo.
“Samy”. Llamó esperanzado que responda.
Ella abrió sus ojos, el abdomen le dolía, hasta respirar era una tortura.
“Vlad, cariño”. Respondió tratando de sonreír: “No te preocupes, estoy bien. Gracias por haber salido, pensé que ibas a meterte en problemas”.
Estrujó la mano de Vlad. El parto no resulto complicado, lo que realmente complico todo, fue que Vlad amenazara a todo el personal médico y se negara a salir de la sala.
“Vlad, tienes que salir, no puedes estar aquí. Pones nerviosa a Samantha y a las enfermeras”. Dijo el Doctor Richard tratando de razonar con el hombre.
El hombre se había sembrado en la entrada como un árbol. Que se atrevieran los guardias a querer sacarlo o incluso llegar a tocarlo.
“Es la tercera cesaría de Samy, anteriormente tuvo una herida de bala y ahora está sufriendo”. Dijo Vlad: “No pienso moverme de aquí, yo voy a protegerlos”.
“Es un proceso rápido y natural que se necesitan de especialistas. A menos que seas un doctor, puedes irte”.
De uno de los bolsillos, Vlad sacó un certificado.
“Seguí un curso avanzado en medicina, no fue difícil ganarlo”. Habló al ponerlo frente al doctor: “Un título más a mi muro”.
“Está bien, ya que crees ser experto en la materia, toma una de las herramientas y ayuda a Samantha a tener al bebé. Vamos, hazlo”.
Vlad observó todas las herramientas sobre la mesa, era cosa de cortar, ¿Pero era cortar a su Samy! Que difícil se le hizo. Era más sencillo cortar a quienes lo traicionaban.
“Yo sólo soy enfermero, tengo la experiencia necesaria para cuidarla, no para lastimarla”.
“¡Vlad!”. Gritó Samantha por las contracciones, Su cesárea debía de estar lista hace diez minutos. – deja que el Doctor Richard haga su trabajo, vamos a estar bien. Podrás entrar cuando el bebé esté fuera, pero por favor sal.
Él respiró con fuerza, parecía que todos se pusieron en su contra. Las enfermeras y guardias trataron de sacarlo, pero no lo consiguieron. El Doctor Richard lo intentó, tan poco lo logró. La desesperación de Samantha hizo que obedeciera. Dio media vuelta y salió de la sala de partos.
“¿Te duele?”. Preguntó.
“Un poco, pero ya pasará ¿Los niños vinieron?”.
“Están a fuera impacientes por conocer al bebé”.
“¿Ya les levantaste el castigo?”.
“El castigo se levanta cuando vean al bebé ¡¿Cómo se les ocurrió apostar el género?! En qué cabeza cabe”.
Samantha dejó escapar una sonrisa. Cuando Vlad se enteró de la apuesta que hicieron sus hijos el infierno cayó en la mansión. Matías y Salome fueron obligados a ser voluntarios en un hogar para ancianos durante los fines de semana. Los y las abuelas acariciaban a los niños y pellizcaban sus cachetes. A veces era bueno, pero se convertía en tortura para ellos por el exceso de amor que los abuelos compartían.
Vlad también decidió no revelarles el género del bebé para que su tortura sea agonizante y desesperante. Por nueve meses ellos intentaron convencer a Samantha de decirles el género del niño, pero la respuesta era siempre un no.
“Son nuestros hijos, Vlad. Una combinación peligrosa de ambos”.
“He creado bombas de tiempo”. Respiró, se puso de pie y fue a abrir la puerta: “Pasen en completo silencio”.
Les dijo a sus hijos que esperaban a fuera.
Matías y Salome asintieron. Caminaron hacia Samantha, observando de reojo una cuna que no les decía nada. Las mantas eran de color amarillo, difícil saber si era un niño o niña a dentro.
“¿Te duele, mamá?”. Preguntaron ambos al mismo tiempo.
Samantha negó y acarició las mejillas de sus hijos. Son de mentes brillantes, pero también tienen el mismo instinto de protección que Vlad tiene en ella. Sus dos hijos la cuida muy bien al igual que su esposo.
“¿Podemos ver al bebé?”. Preguntó Salome cuando miró a Vlad.
Él tomó las manos de sus hijos y caminaron hasta la cuna.
Ambos niños observaron a un bebé dormir. Su piel estaba arrugada, tenía los ojos hinchados y tenía muy poco cabello. Tampoco les decía nada del género.
“Parece un koala recién nacido”. Fueron las palabras de ambos. Miraron a sus padres y preguntaron: “¿Están seguros que es un bebé?”.
Vlad también pensó en un Koala, pero no lo dijo por respetar a Samantha.
“Es una recién nacida, es una niña”. Respondió Samantha acostumbrada a que ellos veían el mundo al igual que Vlad.
“Pero está algo arrugada. Parece que nació anciana”. Salome trataba de darle una explicación a la apariencia de la niña. “¡Mamá la bebé es una anciana! ¡Hay que cuidarla como a los abuelitos!”.
Matías respiró y decidió intervenir ante tal comentario.
“Su piel está arrugada debido al líquido amniótico que se encontraba dentro de la placenta que la rodeaba. Todos nacemos así”.
“¿También era una anciana?”.
“El nombre de alíen no fue de cariño. Pero hay que aceptar que definitivamente la bebé es un Koala”.
“Suficiente de apodos”. Vlad agachó su cuerpo hasta estar a la medida de ellos: “Ya que saben el género del bebé, espero y hayan aprendido una lección”.
“Si, que todos somos ancianos al nacer”. Habló Salome: “Y con algo de suerte la bebé dejará de ser un Koala”.
Vlad cerró los ojos ante las palabras de su hija.
“Sólo no vuelvan hacer apuestas entre hermanos. Ahora quiero que salgan, Samy y la bebé necesitan descansar, espérenme afuera”. Le dio un beso a cada uno en la frente, unas palmaditas y los vio alejarse de la habitación.
Miró a la niña descansar en la cuna y se dio cuenta que sus hijos tenían mucha razón, era como un koala bebé, de esos recién nacidos que están escasos de cabello.
“Se que también lo pensaste, Vlad”. Habló Samantha al mirarlo.
“Si”. Tomo una de las manos de la pequeña, ella sujetó con fuerza su dedo: “Pero sé que va a convertirse en un hermoso cisne con el mismo cerebro de sus hermanos. Espero que pronto sepamos cual va a hacer su destreza para estar preparados”.
“¿Cómo sabías que iba a ser niña?”. Le preguntó Salome a Matías en la sala de espera.
“Porque yo viví tu embarazo. Lo observé en silencio y cuando mamá quedó embarazada, supe que iba a ser mujer”. Respondió con su mirada fija al frente.
“¿Y por qué llegaste a dudar cuando no quisieron decirnos?”.
“Por la compra de los accesorios. Todas las prendas eran amarillas o verdes, me llegaron a confundir”.
Salome se dio cuenta que su hermano si tenía el margen de duda, no todo podía ser perfecto, pero él ganó al utilizar la razón y no los instintos como ella lo hizo.
Tendió su mano y le dijo.
“Ganaste, felicidades”.
Salome caminó hasta su elefante, había que alimentarlo. Su dinero se redujo cuando perdió la apuesta y tenía que solventarse con lo que le quedaba.
“Salome”. Llamó Matías desde el jardín. Tenía ropas viejas y un balde: “Voy a ayudarte a cuidar de tu bestia, no puede ser tan difícil como cuidar a los abuelos”.
“Pero, ganaste…”.
“Yo sólo quería que quitaras mi nombre de la subasta y como lo cumpliste, lo demás no importa”. La abrazó: “Eres mi hermanita, algo torpe, manipuladora y distraída. Mi deber cuidarte, al igual que lo hare con la bebé”.
“Creo que ya aprendí la lección de todo esto”. Habló ella: “Al final sólo importa la familia y no el dinero”.
Matías asintió, muy despacio se separó de ella. Miró al elefante y le dijo: “Si necesitas dinero para poder cuidarlo ¿Por qué no das viajes en elefantes y cobras por ello?”.
Salome abrió sus ojos, la respuesta siempre estuvo ahí. Agradeció a Matías por tan brillante idea y también gradeció a su cerebro por una nueva idea que le estaba dando.
Al siguiente día había dos niñas queriendo su viaje en elefante, cosa que se le hizo extraño a Matías y a Nicolas, Salome pidió que asistieran.
Eran niñas, no niños y a parte todo, ellas no dejaban de verlos, como si los estuvieran eligiendo.
Una niña que de pura casualidad estudiaba en su misma escuela, se acercó a él. Matías la había visto en casi todos los recreos y no le era una extraña, pero tampoco quería decir que ya se habían hablado. Ella se veía nerviosa.
“Disculpa, pero es mi turno de montar en el elefante”. Habló, sus mejillas estaban rojas y no dejaba de respirar rápido.
“Habla con mi hermana, ella es quien da los pases. Yo sólo le ayudo al igual que mi amigo”.
“Pero el boleto que compré decía que incluyen un acompañante para aquellas que no saben montar y tienen miedo. Tú vienes incluido en el paseo”.
“¡¿Qué?!”. Matías no podía creer las palabras de la niña o aún peor, que Salome volvió a meterlo en sus negocios. Eso explicaba las filas de niñas y que Nicolas también estuviera ahí. Lo había arrastrado a sus planes.
Al tratar de tener una explicación, Salome llegó.
“Matías, ella es Katherine Mars y tienes que acompañarla durante el paseo en Bambi”. (Nombre del elefante) sus labios no se movieron cuando dijo: “Hazlo y el 20% de las ganancias será tuyo, el otro 20 para Nicolas”.
“30 %”. Habló sin mover sus labios.
Salome respiró y asintió, sería un 30 para ellos y 40 para ella.
“¿Hay algún problema?”. Preguntó Katherine al ver a los hermanos Ferguson hablar disimuladamente.
“Ninguno”. Respondió Salome: “Ahora Matías te dará tu paseo. Recuerda que son diez minutos, que los disfruten”.
“Adivino, otro negocio de Salome”. Dijo Vlad al ver como sus jardines eran invadidos por niñas.
Samantha asintió, ella los vigilaba desde una silla con su pequeña Taylor en brazos.
“Salome tuvo la gran idea de cobrar por dar paseos en el elefante”. Buscó el boleto que su hija hizo para hacer publicidad y lo leyó en voz alta: “Por tan sólo cinco dólares llévate la experiencia de subir a bambi. Tú eliges que acompañante quieres llevar. Las fotos de Nicolas y Matías aparecen como opción”.
“¿Quién le ayudó a escribirlo?”.
“Sospecho entre el Señor Adams y Miller.
“Miller”. Habló Vlad al recordar que el hombre le pidió el departamento de marketing: “No voy a molestarme, voy a sentarme y veré como hacen negocios nuestros hijos. Al menos esto es sano”.
sus ojos se enfocaron en la acompañante de Matías.
“¿Es la hija de los Mars? ¿Sara y Santiago?”.
“Sí, es idéntica a la madre”.
“Eso no lo dudo. Hoy tuve una reunión con ellos, hablaron de que su hija vendría, pero no presté mucha atención. Pensaba en volver a casa y estar con mi familia”. Tomó a su hija Taylor en brazos. “Espero que seas tranquila como hasta ahora”.
Ella al escucharlo abrió sus ojos y sonrió. Eso para Vlad era una alerta.
“Veo que no será así”.
“Papá, papá”. Salome fue a recibirlo: “Mira todo el dinero que ganamos”.
“Muy bien ¿Ya apartarte los gastos?”.
“¿Qué gastos?”.
“El elefante va a comer más, necesitará más agua y reposo. Además, tienes que pagar por la propiedad que utilices para los paseos. Una renta”. Explicó Vlad.
“¿Todo eso? Me quedaré sin nada”.
“Los negocios son así. Es bueno que lo entiendas”.
“¿Y si amplio el negocio? Entre más productos, la renta se hace corta”. Otra idea llegó a su mente: “Las niñas pagan por los paseos acompañados con Matías y Nicolas, pero habrá mujeres que paguen por ir acompañadas de hombres”.
Se acercó a Samantha para decirle
“Mamá, me prestas a cinco guardaespaldas, los más musculosos y de paso ¿Me prestas a papá?”.
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FIN
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