Esposo infiel
Capítulo 11

Capítulo 11:

POV Adam.

“Puedo hacerlo porque es mi empleada también. Pero no te preocupes que no lo haré, he decidido que merece otra oportunidad”, hace una mueca.

“No trabaja para ti”, suelto un suspiro.

“Ahora sí”, me enfrenta.

La veo tan combativa que incluso me pregunto si sabe algo que yo no, si en verdad esta reacción suya, esta nueva versión, tendrá que ver conmigo, pero saco esa idea de inmediato. He sido cuidadoso, ella ni siquiera tiene idea de los años que llevo haciendo de las mías, así que me planto frente a ella, dispuesto a dejar las cosas zanjadas cuando recibe una llamada, lo que logra que me ignore por completo.

Da vueltas en la oficina, toma algunas cosas mientras camina a mi alrededor, como si yo fuera parte de la decoración y no su maldito esposo, quien intenta mantener una conversación con ella ahora mismo.

Finalmente cuelga, pero abandona la escena caminando directamente hacia el elevador donde se cruza con Kim, a quien le deja en claro que la verá mañana a las seis de la mañana.

“Ava, nadie entra a trabajar a esa hora”, digo con el ceño fruncido cuando llego a ellas.

“Yo lo hago y dado que es mi asistente, la necesito conmigo desde temprano. Oh, y enviarán algunos papeles a mi correo. Necesito que saques veinte copias, las abroches y prepares la sala de juntas para mañana porque tendremos una reunión temprano”, aclara, en un tono de voz que deja en claro que no está abierto a discusiones.

Sacudo la cabeza. Kim parece que comprende que, si no se lleva bien con Ava, no podrá quedarse, por eso se queda en silencio, tomando notas. Finalmente, el ascensor llega y ella ingresa, teniéndome detrás.

Ver la expresión de mi chica, las ganas que tiene de gritar a los cuatro vientos que no es una simple empleada más, me deprime porque a fin de cuentas yo la puse en esa posición al no pedir el divorcio, pero así no lo entienda, eso es algo que no va a pasar. todavía. Todavía.

Apenas las puertas se cierran y comenzamos a movernos, miro a mi esposa.

“¿Ahora vas a explicarme de qué va todo esto?”, espeto.

“¿De qué va qué?”, alza una ceja.

“Esto, todo el drama que creaste hoy. Echaste a mi empleada, tomaste los planos de un proyecto que yo estaba llevando y te desapareciste toda la maldita tarde, Ava. De verdad que no entiendo tu actitud combativa, pero tienes que detenerte”.

“Lamento que te moleste que haga cosas sin consultarte, pero dado que no estás en casa nunca, decidí retomar el trabajo y parte de mi trabajo como socia, es asegurarme de que todo marche bien, por eso tome el proyecto. Y segundo, esa empleada Cindy, tiene que relajarse si no quiere que pronto haya entrevistas para que alguien más tome su puesto”, rueda los ojos.

Inhalo profundo.

“¿Y la vestimenta? ¿De qué va esto?”, le digo.

“Es un cambio, ya te lo dije”, dice.

“Sí, la pregunta aquí es por qué”.

Sonriendo, se voltea a verme.

“La verdadera pregunta es ¿Por qué no?”, me guiña un ojo antes de salir al estacionamiento cuando las puertas se abren y noto que camina hacia un coche negro, descapotable, último modelo de Ferrari.

Ella saca las llaves para quitar el bendito seguro, lo que me deja con la mandíbula por el piso porque en casa tiene una camioneta completamente segura, nada lujosa, y yo…

“Dime que no rentaste este coche solo para venir al trabajo”, digo.

Se encoge de hombros, lanzando su bolso hacia el asiento del copiloto.

“No lo hice. Lo compre”, suspiro.

“¿Compraste? ¿Cómo que lo compraste, Ava? Tienes que estar jediéndome”, digo.

Toma asiento en el lugar del piloto y tengo que admitir que de cerca este coche es mucho más hermoso que en fotografías, pero así de bello como es, solo puedo pensar en el precio y en por qué lo compró cuando claramente no es algo que necesitara de vida o muerte. Se coloca lentes de sol, enciendo el motor.

“Relájate, fueron los cinco millones de euros mejor gastados de mi vida Nos vemos más tarde, querid”, susurra, como si acabara de decir una cifra menor.

“¡Gastaste cinco millones de euros en un coche! ¡Ava, ve directo a casa que tenemos que hablar, de muchas cosas!”, sacudo la cabeza.

“Quizás más tarde, ahora iré por una copa. ¡Adiós, amorcito!”, hace una mueca.

El motor ruge con intensidad cuando acelera, llevando el coche de nada a mucho en cuestión de segundos dejándome atrás con millones de preguntas en la cabeza, de las cuales no sé cuándo obtendré una respuesta.

¿Qué mi%rda está pasando?

POV Ava.

Me trago todo lo que siento durante el p%to camino, pensando en que él se irá con ella, la llevará a mi p%to departamento y seguramente la c%giera para hacerle olvidar lo venenosa que soy.

Sé que tengo que recomponerme, pensar con claridad, ser la persona razonable que dije que sería para poder continuar con mis planes, pero ¿Cómo mi%rda puedo ser razonable cuando no queda absolutamente ningún razonamiento dentro de mí? ¡Estoy perdida!

Tengo tanta necesidad de sentir un poco de alivio, de llorar lo que sea que tenga para llorar, que en vez de largarme a un bar donde sé que podrían fotografiarme y sacar provecho de mi situación, corro hacia el único lugar donde no existe nadie que pueda juzgarme.

El nudo qué tengo en el centro del pecho se hace cada vez más grande, como un molesto barro que crece sin parar y el que no tocas porque sabes que en cualquier momento va a reventar. Así me siento cuando llamo a la entrada de casa de Janice, quien abre las rejas permitiéndome el paso.

Las ruedas chillan, todavía no me acostumbro a la velocidad de este coche nuevo que compré solo para gastar dinero porque amo mi camioneta. Rodeo la fuente de la entrada, detengo el coche en bruto y no tomo nada de adentro, solo salgo azotando la puerta, con los tacones en mano y la respiración agitada, rogando por tener un p%to descanso, sola eso.

Apenas mi amiga abre la puerta notando mi expresión, suelta un suspiro.

“¿Medida o botella? Creo que será botella”, paso por su lado directamente hacia la licorera donde destapo un whisky añejo pasando varios tragos por mi garganta.

Cierra la puerta viniendo hacia mí, mientras mi mente me pide que trague todo lo que pueda hasta quedarme sin aire, porque lo necesito. Necesito dejar de pensar con claridad porque de otra manera me voy a volver loca.

“¿Vas a decirme qué pasó?”.

“Tiene una amante”, saco la botella de mi boca, disfrutando de la quemazón que tiene mi garganta.

“Eso ya lo sabíamos”, rueda sus ojos.

“¡No, Janice, él de verdad tiene una amante!”, digo.

Frunce el ceño. No entiende nada y no la juzgo, porque a decir verdad no estoy diciendo nada que no se sepa ya, pero es que…

Miro al techo intentando de que las lágrimas no me jueguen una mala pasada y es que dije ya no iba a llorar por él, que todo lo que haría sería hacerlo sufrir, pero ¿Cómo mi%rda puedo fingir cuando me duele tanto el corazón cada que los veo juntos?

“Se está enamorando de esa chica, Janice Se está enamorando, y no quiero que lo haga”, lloro desconsoladamente.

“¿Por qué? Así firmaría los papeles del divorcio más rápido”.

“¡No, porque así él tendría el final feliz que me pertenece y no quiero que sea feliz!”, grito, antes de beber otro trago del que seguro me arrepentiré porque nunca he sido una mujer de beber.

“No quiero que sea feliz, no quiero que tenga lo que quiere y no quiero que sea con esa chica porque sabía el daño que me causaba al meterse con mi esposo, y… ¡Él le está dando lo que me pertenece!

Janice sacude la cabeza. Se abraza a su camisa blanca oversize antes de sentarse en el sofá individual de la sala, clavando la mirada en mi luego.

“No te entiendo, cariño”.

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