Esposo arrepentido -
Capítulo 97
Capítulo 97:
El camisolín cae a mis pies en el proceso, dejando al descubierto que no llevo ni siquiera ropa interior, lo que lo hace jadear.
“Eres una sucia, mi amor”, dice, cayendo de rodillas ante mí.
Sus ojos brillan de deseo cuando está frente a mi monte de Venus, separando mis piernas para su comodidad, o al menos eso es lo que pienso cuando veo que toma una de mis piernas, elevándola lo suficiente para dejarla sobre su hombro.
Adam sopla levemente y es ese flujo de aire que llega a mi cl!toris lo que me pone como loca.
“Eres tan hermosa”, susurra.
Con ambas manos me toma de la cintura para mantenerme quieta y sin preámbulos, ataca mi entrada con tanto fervor que debo sostenerme de sus hombros para no caerme.
Las piernas seme debilitan en segundos, estoy temblando y tan necesitada de él que el tener su lengua azotando mi cl!toris me quita todo dolor y pena.
Estoy en el aire, siendo succionada por el hombre de mi vida, alimentándolo con mis jugos que toma tan a gusto, que por un segundo pierdo por completo la consciencia perdiéndome en el placer que me generan sus movimientos.
Mis manos tienen vida propia al estrujar mis senos.
Abro los ojos encontrándome con las perlas azules de Adam clavadas en mí mientras me come con vehemencia, admirado por la atención que le doy a mis pezones al apretarlos y jalarlos.
Ambos estamos tan metidos en nuestro propio mundo, que poco nos importa lo que suceda abajo o en cualquier otra parte de la casa porque Brooklyn sigue durmiendo y nadie ha venido a vernos todavía, solo somos él y yo, dándonos placer, amándonos como mejor sabemos.
Entonces Adams se quita su pantalón de pijama, dejando al aire su miembro erecto el cual tiene las venas tan resaltadas que me hace pensar que le está doliendo por la falta de atención.
Extiendo la mano para que la tome y a medida en que él se está poniendo de pie, yo caigo de rodillas frente a él sin quitar la mirada de la suya…
Adam me toma el rostro, acariciando mi mejilla, haciendo que un momento tan sucio se convierta en un delicado roce de pasión.
“¿Estás segura? ¿Te sientes bien?”
“Nunca he estado mejor”.
Envuelvo la mano alrededor de su miembro y solo ese movimiento lleva su cabeza hacia atrás.
Me fascina el pensar que tengo el poder de hacerlo perder la cabeza de esa forma, con tan solo uno toque y por eso subo y bajo mi mano, detallando la cabeza de su miembro la cual brilla a pesar de estar grande e hinchada.
Juro que tengo agua en la boca.
El deseo de tomarlo con mis labios me provoca hasta el punto en que yo misma necesito de esa atención.
Es este juego previo el que me enloquece, lo que me hace perder mi elegancia porque juro que no hay nada mejor que sentirme una maldita p%rra vulgar cuando estamos juntos.
Con mi lengua acaricio su cabeza, tomando la gota de semen en mi boca, saboreando a mi marido y el exquisito liquido que me pertenece.
No me quedo ahí sino que comienzo a relamer todo, hasta que finalmente lo tomo en mi boca a pesar del gran tamaño y de que no llego ni siquiera a cubrir la mitad incluso teniéndolo hasta la garganta.
“¡Carajo!”
Adam me toma del cabello, penetrándome la boca, dándome sin cuidado alguno, disfrutando de mi cavidad y eso me da tanto placer que tengo que abrir las piernas y llevar mi mano a mi zona, haciendo círculos sobre mi perla hinchada.
La saliva cuelga de los bordes de mi boca en hileras, los sonidos que producimos sin exquisitamente excitantes y no hay nada mejor que darme placer con mis dedos mientras admiro la forma en que Adam se pone con tan solo mi boca.
Me penetra con fuerzas, se muerde los labios y dentro de mí puedo sentir el palpitar de su miembro el cual tiembla de vez en cuando.
Su sabor combinado con el mío me vuelven loca, hasta el punto que tengo que meterme los dedos, disfrutando de la sensación de ser cogida en dos partes por un solo hombre al mismo tiempo.
“Voy a venirme, cariño”, advierte, intentando alejarse, pero lo tomo con una mano en el trasero manteniéndolo ahí.
Comprende el mensaje y se ríe antes de comenzar a acelerar el movimiento de sus caderas al penetrarme la boca.
Espero con ansias, succiono su miembro con el sonido encharcado de mi entrada como único sonido de fondo porque a este punto, ya ni siquiera puedo oír el agua cayendo.
Estoy alterada, a punto de venirme cuando me toma de la cabeza manteniéndome en una sola posición mientras acaba en mi boca, desatando mi orgasmo casi de forma instantánea.
Todo su líquido pasa por mi garganta, las piernas me tiemblan y al cabo de un minuto en esa pose, Adam sale de mí tomándome de la mano para que me ponga de pie.
La sonrisa que trae es contagiosa, demasiado de hecho.
“Eso fue…”
“Espectacular”, culmino por él.
“No sabía que teníamos esa coordinación”.
Se ríe, negando con su cabeza.
Con la punta de sus dedos me limpia la boca antes de venir hacia mí para tomar mis labios con los suyos, saboreando su propio sabor.
“¿Lista para la ducha?”
“Solo si vienes conmigo”, hago un puchero.
“¿Es que hay otra forma de ducharse que no sea juntos?”
Enrollo los brazos en su cuello.
“No, no la hay. Al menos no en esta casa”.
POV Adam.
Después de dejar a Brooklyn con su abuelo, porque llamó para preguntar si podía llevar a nuestra hija a desayunar, Ava y yo nos encaminamos hasta el hospital donde debemos de buscar los resultados de sus análisis.
Estaciono antes de voltear a verla.
Recostada sobre el asiento, está tan dormida después de nuestra sesión de se%o matutino que me hace sonreír de solo recordarlo.
No quisiera despertarla, pero a sabiendas de que la doctora querrá hablar con ella para informarle cómo fue todo, tengo qué hacerlo.
La sacudo levemente, observando con admiración sus hermosos ojos cuando los posa en mí, además de la leve sonrisa que toma sus labios.
“¿Ya llegamos?”, pregunta adormilada.
Asiento, acariciando su cabello.
“Sí, amor. ¿Estás lista?”
Estirándose para quitar la pereza de su cuerpo, Ava se toma unos minutos antes de decidir que está lista para bajar del coche.
Hago lo mismo, pongo la alarma y extiendo la mano hacia atrás para que la tome, entrelazando nuestros dedos cuando lo hace.
Caminamos juntos por la sala de urgencias.
No sabemos dónde debemos de buscar los resultados, ni a la doctora, por lo que nos acercamos a la estación de enfermeras.
“Buen día, mi nombre es Ava Dawson. Ingresé ayer y tengo que buscar unos resultados hoy”, menciona mi esposa a la enfermera que nos atiende.
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