Esposo arrepentido
Capítulo 48

Capítulo 48:

«Tampoco pude dormir y la verdad es que esperaba este momento para sentirme útil. ¿No te molesta que lo haga?»

Suelta un suspiro, regresando a los panqueques:

«No, adelante. ¿Brooklyn sigue dormida?»

«Dormirá hasta las doce si nadie la despierta”, comento, haciéndola reír.

Es algo sutil, leve, tan suave que apenas se oye, pero una risa al fin y al cabo.

«Duerme demasiado”

«Sí”, concuerda.

«Cuando nació, tuve que pasar los primeros tres meses paseándola toda la noche en mis brazos porque no quería dormir en su cuna, ni en la cama. Solo se dormía cuando la movías”

Pensar en Ava sosteniendo a nuestra hija, es un golpe demasiado duro porque todavía no me acostumbro al hecho de que no estuve ahí.

Esa fue otra cosa de la que me perdí, pero me niego a dejar que vea cuánto me afecta y en cambio, la observo con una media sonrisa.

«¿Lloraba mucho?»

Asiente.

«Sí, jamás tuvo un problema de pulmones, eso te lo puedo asegurar», afirmé mientras mi mirada se perdía en los recuerdos que Ava estaba compartiendo conmigo.

«¿Y qué más hacía?» pregunté, tratando de mantener la conversación en marcha.

Ella me miró con intensidad, y por un momento pareció que estaba luchando con sus propios pensamientos.

Después de unos segundos de silencio, finalmente habló.

«Ella… era inquieta y algo alocada. Aprendió a caminar solo para poder llegar a los cojines del sofá y lanzarlos al suelo», compartió con una sonrisa suave en los labios, como si reviviera esos momentos en su mente.

«Solía darle mis plumones y ella pintó cada almohadón que pudo. Eran obras de arte, lo juro”

«Qué lindo», respondí sinceramente, mientras mi corazón se llenaba de melancolía al imaginar a Brooklyn en esos momentos de inocencia y alegría.

Ava sacó los panqueques del fuego y los colocó sobre una bandeja, pero era evidente que quería cambiar de tema.

Sin embargo, había algo que necesitaba preguntar, algo que estaba pesando en mi mente desde hace tiempo.

«Nunca te pregunté si lo disfrutaste», mencioné, desviando la mirada hacia ella.

«¿Disculpa? ¿Disfrutar qué?», preguntó Ava confundida, volteando su atención de nuevo a los panqueques.

«El embarazo», respondí, consciente de que podía ser un tema delicado.

Ella parpadeó varias veces antes de responder.

«En el embarazo no… Pero después… fue horrible”

Su confesión me golpeó con fuerza, y el peso de la culpa se hizo más evidente en mi pecho.

No pude evitar sentirme responsable por el sufrimiento que había atravesado.

«¿A qué te refieres?», pregunté, sintiendo un nudo en la garganta.

Ava soltó un suspiro y bajó la mirada.

«Tuve depresión post parto», admitió en voz baja.

«Tenía todas estas cosas encima, el salir del país, estar sola, hacerlo todo sola y encima con una bebé… tuve demasiado. Caí muy bajo”

Sus palabras resonaron en mi mente, y el dolor que sentía por ella se mezcló con un profundo remordimiento.

Era difícil aceptar que mi ausencia había contribuido a su sufrimiento.

De repente, me sentí abrumado por la culpa y la tristeza.

No podía sacar de mi mente la imagen de Ava luchando en medio de la oscuridad, cargando con todo el peso de la maternidad sin mi apoyo.

«Lo siento tanto, Ava», susurré, incapaz de contener la emoción en mi voz.

«¿Por qué te disculpas?» preguntó ella, su tono lleno de sorpresa.

«Por todos los problemas que te causé»

Admití con sinceridad.

Por primera vez desde que nos reencontramos, sentí que tenía la oportunidad de abrir mi corazón y expresar mis verdaderos sentimientos.

«Lamento haber traído a Kim a nuestras vidas. De verdad, lamento no haber intentado con más fuerza amarte, porque lo habría hecho si tan solo…”

«Adam, eso quedó en el pasado», me interrumpió Ava con suavidad.

«No es así».

«No es así»

Le aseguré, sintiendo la urgencia de hacerle entender cuánto lamentaba mis errores.

«Nada quedó atrás. ¿Piensas que no noto el rencor que me sientes? Lo veo en tus ojos, lo veo todo. Cada lágrima que derramaste me la vas a cobrar, y como te dije en su momento, lo aceptaré todo. Lo vengo aceptando desde hace años, y jamás te pedí que te detuvieras, porque siempre encuentro algo más por lo que disculparme y mi deuda contigo se hace cada vez más grande”

Ava negó con la cabeza, apartando la espátula con la que estaba trabajando en los panqueques.

No quería escuchar mis disculpas, y su rechazo me dolió más de lo que esperaba.

Sin embargo, sabía que no podía rendirme.

Había cometido errores graves en el pasado, pero estaba decidido a hacer todo lo posible para reparar el daño que había causado.

«No pienso dejar pasar la oportunidad ahora», continué, sintiendo la urgencia de hacerle entender cuánto lamentaba mis errores.

«Estoy dispuesto a escuchar todas tus quejas y afrontar todas las consecuencias de mis acciones. No me detendré hasta que sepas cuánto lo siento, hasta que pueda ganarme tu perdón, si es que alguna vez me lo concederás”

«Adam, lo pasé sola porque no quería que estuvieras ahí»

Admitió Ava, dejándome en silencio.

«Pude llamar varias veces, pude venir a verte, y en eso tenías razón. No es tu culpa que tuviera que atravesarlo sola, fue mía, así que no debes disculparte por eso”

«Sí, debo disculparme»

Insistí, sintiendo el peso de la culpa en mis hombros.

«No me llamaste porque te lastimé, y no me querías cerca. Está bien, lo entiendo”

De repente, Ava lanzó la espátula sobre el fregadero, haciendo demasiado ruido.

Su reacción inesperada me tomó por sorpresa, y me pregunté qué había desencadenado su ira.

«¿Qué sucede contigo?», preguntó, visiblemente ofuscada.

«¿Cuál es tu maldito problema?»

Fruncí el ceño, desconcertado por su reacción.

«¿De qué hablas?»

«¡¿Por qué te disculpas todo el tiempo?!», exclamó ella, su voz llena de frustración.

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