Esposo arrepentido
Capítulo 3

Capítulo 3:

El secuestro, el intento de violación, el asesinato y la traición, todo junto, fue demasiado difícil de superar. Incluso, fue difícil hacerme a la idea de que mi vida, en tres meses, fue en decadencia. No pude asimilar nada en ese tiempo, ni mi cambio, ni el dolor de la traición, ni siquiera pude asimilar la venganza contra él, y después con lo que pasó.

Fueron demasiadas cosas en tan poco tiempo, que cuando quise darme cuenta, ya no quedaba mucho de mí y lo que sí seguía en su sitio, no sabía cómo sentir, ni cómo superar.

Creo que parte de mi embarazo se vio eclipsado por mis problemas mentales.

El simple hecho de salir de casa se convirtió en un momento de estrés tan grave que tenía que pedir que los controles me los hicieran en la sala de mi casa.

Viví mucho tiempo con el miedo constante a que me secuestraran, a cruzarme con Kim por la calle e incluso a ver a Nick en alguna persona similar.

Y fue desastroso, momentos de demasiada angustia y dolor, casi insoportable.

Pero como dicen, hay momentos de dolor que nos llevan a una alegría indescriptible, y en mi caso, fue el nacimiento de mi hija Brooklyn.

Vino al mundo sin saber cómo había llegado hasta aquí, pero me cambió la vida completamente.

Las cosas grises comenzaron a tomar otro tono y ninguno se parecía al anterior.

Poco a poco, con tan solo miradas, las risas cuando comenzó a descubrir el mundo y el amor tan inmenso que sentí por ella, me cambiaron por completo.

Creo, ya no quedan rastros de la persona amargada e insegura que solía ser y es que a duras penas tuve que cambiar.

Mi niña me necesitaba constantemente.

A medida en que creció, el trabajo se convirtió en su segundo hogar, puesto que tuve que abrir una guardería para no dejarla sin mí mucho tiempo.

A pesar de que superé de a poco mi miedo a salir, el tema de la seguridad sigue siendo algo importante para mí.

Mucho más desde que mi niña nació.

Mi tormento de ojos azules.

Tan hermosa como su padre y tan inteligente como su madre.

Con solo tres años, tiene una habilidad increíble para el habla, es sabia para su edad, demasiado absorbente de información nueva y una niña especial, pues tiene la capacidad de hacer tranquilizar a cualquiera que se acerque.

Es como si hubiese sido hecha especial para la ocasión, para mí, y aunque hemos sabido salir adelante solas, cada que la miro veo a su padre y es que son tan similares que da hasta miedo a veces, pues como él, siento que ella puede ver hasta mi alma cuando clava sus ojos azules en mí.

Como ahora, que me mira por el espejo retrovisor y sonríe enseñándome su juguete.

“¿Podemos tomar helado?», pregunta con claridad.

“Cuando regresemos a casa, amor. Ahora no, es temprano”

Me hace un puchero enfocándose en el camino.

Mi bebé es tan tranquila cuando quiere, pero tan demonio cuando se le place serlo, pues a veces tiene mi genio, y no es muy lindo que digamos.

Para cuando llegamos a la oficina, bajo mis cosas primero y luego voy por ella al asiento trasero.

Desabrocho el cinturón de su silla, estoy a punto de bajarla, pero la bocina de un coche me obliga a mirar hacia atrás.

El flamante coche platinado de Will se estaciona a pocos metros de distancia para que a los pocos segundos, se abra la puerta del conductor.

“¡Yo la bajo!», grita, lo que me hace sonreír.

Veo que mi niña está emocionada oyendo su voz y es que es su mejor amigo.

Mi arquitecto principal está tan acostumbrado a mi bebé que es increíble la conexión que tienen.

Más que nada porque a veces, él es el único que logra calmarla cuando se propone a ser un completo torbellino.

“¡Will!»

“¡Mi bebé!», le grita él a medida en que se acerca, luego de oírla.

Me hago a un costado para que pueda sacarla de la silla y la deje en el suelo, pero opta por tomarla en brazos ya que mi hija no tarda en abrazarlo por el cuello.

Su conexión a veces va más allá, como ahora, que parece que no va a querer despegarse de él en los próximos minutos.

“¿Cómo han estado las mujeres más bellas de Londres?», pregunta, haciéndome reír.

Deposita un beso en mi mejilla, me toma de la cintura y como es usual, caminamos juntos hasta la entrada de la empresa.

Conocí a Will cuando me mudé.

Al principio me mostré reticente de confiar en alguien más, pero a medida en que pasó el tiempo, confirmé que no es solo una buena persona, sino que también es un excelente amigo.

Me acompañó los primeros meses, cuando se me hacía difícil presentarme a trabajar.

Se hizo cargo de la compañía, o al menos de las cosas que requerían mi presencia y cuando nació mi bebé, fue su idea la de implantar la guardería debido a mis problemas de confianza.

Incluso ahora, me cuesta un poco soltarme con él, porque aunque me ha pedido una cita creo que al menos una vez al mes desde que nos conocimos, jamás ha insistido demasiado.

Solo basta con que le diga que no una sola vez para que tenga que esperar treinta días más, para preguntar de nuevo.

No ha perdido las esperanzas, y sé claramente que desea tener al menos una cita, pero mi corazón se rehúsa.

Desde que nació mi bebé, solo ella cabe allí. Nadie más.

“¿Cómo estás?»

“Bien, la película que me recomendaste es estupenda”

Sonríe victorioso.

“Te lo dije. De a poco voy conociendo tus gustos”

Me río en voz baja.

“Sí, digamos que algo. ¿Hay alguna novedad?»

Se encoge de hombros.

“No llamé para preguntar. ¿Quieres que deje a Brooke por ti?»

Niego con mi cabeza. Cuando atravesamos las puertas principales estiro los brazos para que mi hija venga y lo hace solo porque soy yo.

“Despídete de Will, lo veremos más tarde”

Con su manito se despide y él me mira con cierta tristeza.

No es como si yo quisiera de verdad ser esta clase de persona tan cerrada y desconfiada, pero así le explique cómo fueron las cosas para mí, no creo que llegue a comprender la dimensión del daño del que tuve que hacerme cargo.

Desde entonces evito todo este tipo de cosas, como el tener que depender de otra persona para hacer lo que yo puedo hacer.

La idea de poner la guardería fue para tener a mi bebé más cerca, y aunque les ha servido a otras mamás para poder estar tranquilas con sus bebés bien cuidados, a mí me ha servido para trabajar un poco en mi dependencia hacia la niña.

Hay días en los que no sé qué sería de mí sin ella.

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