Esposa forzada
Capítulo 5

Capítulo 5:

El único que parecía genuinamente afectado por la situación era el padre de Sara, Henry Lexington.

Sin embargo, se mantuvo en silencio, su reacción se limitó a agachar la cabeza y apretar los puños.

Era todo lo que parecía capaz de hacer por ella, una demostración de impotencia que no pasó desapercibida.

Eros, llevando a Sara, miró su rostro manchado de lágrimas y sus ojos hinchados.

Era evidente que no era tan fuerte como pretendía ser; su frialdad no era más que una máscara para ocultar su vulnerabilidad.

Sacudiendo la cabeza con decepción, salió del pasillo, solo para ser detenido por el conductor.

“Joven señor, te acompañaré a la nueva casa”.

Ofreció el conductor, abriendo la puerta del asiento trasero del vehículo.

Eros le lanzó una mirada de reojo, percatándose de la irritación y el disgusto en la mirada del conductor. A pesar de reconocer el desdén en su voz, Eros mantuvo la boca cerrada. Sabía que estar en esta familia tenía un precio.

Nada en este mundo era gratis.

Sentando a Sara en el auto, Eros se acomodó a su lado y apoyó la cabeza de ella en su hombro.

El conductor arrancó el auto y se dirigieron hacia su nuevo y desconocido destino.

Eros miró de nuevo el rostro de Sara, pensando en el difícil viaje que les esperaba y desvió la vista hacia el paisaje que pasaba.

Cuando Sara abrió los ojos, la oscuridad la rodeaba, sintiéndose como si se ahogara en un pozo sin fin. Histérica, se sentó y distinguió una silueta en la distancia; era Eros.

“¿No tienes miedo?”, preguntó él desde lejos.

“¿Se suponía que debía tener miedo?”, respondió Sara, todavía con dolor de cabeza.

“Enciende las luces”, gritó, y al instante las luces se encendieron, lastimándole los ojos.

Al abrirlos, se encontró con Eros de pie junto a la cama, sus tatuajes asomando por la camiseta.

“¿Te gusta lo que ves?”, preguntó él con tono burlón.

Sara, negando con la cabeza, le lanzó una mirada suspicaz.

De repente, las palabras del Abuelo Magnus resonaron en su mente:

“Sara ya no será directora de Lexington Corporation”.

Alarmada, intentó salir de la cama, pero Eros la sujetó por la muñeca y la atrajo hacia él.

“Déjame”, siseó Sara, retirando su muñeca de su agarre.

Eros levantó los brazos en señal de rendición y sonrió.

“Sé que quieres correr hacia tu abuelo, pero son las 2 de la madrugada. Ir a él ahora no sería prudente”, advirtió.

Sara tragó saliva mientras las lágrimas amenazaban con caer nuevamente.

La desesperación por alcanzar su objetivo y los recuerdos borrosos de esa noche comenzaron a inundar su mente.

En el pasado…

La llevó a una habitación en el último piso del club, un espacio que Sara desconocía. En ese momento, sin embargo, poco le importaba dónde se encontraban.

Abruptamente, el hombre la giró y la atrajo hacia sí, haciendo que sus cuerpos chocaran.

Sara apenas podía respirar ante la cercanía. Sin darle tiempo a reaccionar, él estrelló sus labios contra los de ella.

Sara g!mió y agarró su cabello castaño claro, atrayéndolo.

Empezó a empujarla hacia atrás hasta que la espalda de Sara golpeó la cama y cayeron sobre ella.

Se apartó solo para besarla con más intensidad.

Sara quería detenerlo, pero su cuerpo lo deseaba. El deseo venció a su razón y lo dejó hacer lo que quisiera.

Él chupó su labio inferior y sus dientes lo mordisquearon lentamente haciendo que ella envolviera sus piernas alrededor de su cintura para disminuir el dolor en su interior.

De repente agarró su seno derecho y su cuerpo se sacudió con un siseo saliendo de sus labios.

Tomando esto como una oportunidad, deslizó su lengua dentro de su boca y comenzó a explorar cada rincón de ella, evitando deliberadamente la suave carne de su lengua.

Ella g!mió en el beso tratando de acercarlo más, mientras el dolor en su interior empeoraba.

Perdiendo el control, chupó su lengua y su espalda se arqueó presionándose más fuerte contra él.

Tiró de su labio inferior con los dientes y se apartó.

Montándose a horcajadas sobre ella, comenzó a desabotonarse la camisa rápidamente y la tiró al suelo. Los ojos de Sara se abrieron de golpe mientras jadeaba pesadamente por falta de aire.

Sus ojos trazaron lentamente el contorno de los abdominales marcados hasta su pecho tatuado.

Se mordió los labios, sintiendo que sus bragas se humedecían.

Él ha levantó con él y la sentó, antes de poner su mano detrás de su espalda y desabrochar lentamente su vestido, haciendo que su corazón latiera a un ritmo inusual.

¿Que estaba haciendo ella?

Se preguntó, pero sus labios tocaron su clavícula y perdió todos los pensamientos racionales una vez más.

Bajó el vestido de sus hombros, dejando al descubierto su sostén de encaje rojo.

Sus labios lentamente mordieron y succionaron su clavícula, bajando hasta su pecho, dejándola deseando más de él.

Deslizó el sostén hacia abajo y se inclinó para tomar su pezón rosado en su boca.

Echó la cabeza hacia atrás con esas sensaciones en su cuerpo.

Nunca nadie la había tocado así.

Le estaba prendiendo fuego en las venas.

Ella enredó sus dedos en su cabello y lo acercó para dejarlo continuar con esta placentera tortura.

Siguió deslizando el vestido hacia abajo hasta que se juntó alrededor de su delgada cintura, dejando su mitad superior solo en el sostén.

“Ahhh… ¡M!erda!”

Ella g!mió, haciéndolo sonreír contra su piel, mientras su lengua lamía bruscamente su pezón antes de chuparlo.

“¿Quieres que te bese aquí?”

Le tocó el pezón con su dedo áspero después de alejarse y mirarla a los ojos.

“¿O aquí?”

Su mano viajó hasta su clavícula y su mente se quedó en blanco.

“Todo… todo se siente bien…”

Ella tartamudeó.

Él se lamió los labios, al ver sus expresiones calientes y comenzó a girar sus pezones con los dedos, haciéndola g$mir en voz alta.

En un movimiento, la volteó. Su pecho desnudo presionando contra su espalda desnuda.

Estaba a cuatro patas con su trasero presionado contra su dureza, haciéndolo g$mir e inclinarse para sentirla.

Deslizó el vestido por sus muslos y azotó todo su culo redondo, haciéndola apretar las sábanas, siseando. Frotó el mismo lugar y recogió sus piernas una por una, antes de quitarle el vestido por completo del cuerpo, dejándola solo con las bragas y el sostén.

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