Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 69
Capítulo 69:
Pronto logré recuperar el equilibrio; ya no era necesaria la seguridad que me ofrecían sus fuertes brazos.
Aunque me llamara florecilla, sabía que en realidad no me amaba.
Nuestro matrimonio no era más que una formalidad; solo estábamos juntos por razones de conveniencia, así que era muy probable que le disgustara aquella atmósfera de intimidad que se había creado entre los dos en ese momento.
Frunció el ceño cuando me solté de sus brazos; analizaba mis movimientos.
Para mi sorpresa, se arrodilló frente a mí y me hizo señas de que me subiera a su espalda.
«Te cargaré», dijo en un tono de voz que no admitía objeciones.
Quise oponerme, diciéndole que no era mi intención causarle molestias, pero no tuve más remedio que aceptar, pues apenas podía tenerme en pie. De modo que caminar a casa bajo la lluvia me habría resultado una tarea imposible.
Con actitud vacilante, rodeé con mis brazos sus anchos hombros.
Sentía el contacto de aquellos músculos firmes y tensos, y rogaba que no pudiera sentir mi corazón desbocado mientras tomaba delicadamente su sombrilla para que sus manos quedaran libres.
Se puso de pie y sentí que sus manos aferraban mis muslos. El toque de sus manos era cálido y firme, incluso a través de la tela húmeda de mi vestido.
Aunque ya ambos estábamos empapados, sostuve el paraguas para proteger nuestras cabezas de la lluvia mientras emprendíamos el regreso a casa.
La luz de las farolas se reflejaba en el pavimento cubierto de agua de lluvia y yo podía ver nuestras siluetas en medio de las sombras.
Sonreí, pues me parecía algo divertido.
Nuestras imágenes reflejadas en el agua de lluvia que cubría el pavimento nos hacían parecer un cuadro o una postal.
Dábamos la impresión de ser una pareja amorosa. A los ojos de un espectador desprevenido éramos marido y mujer compartiendo un momento íntimo bajo la lluvia.
Aquella idea era tan dulce y simple que me infundía una reconfortante sensación de valentía.
Venciendo mi timidez, recliné con suavidad mi cabeza en su hombro, disfrutando de nuestra proximidad.
Al darse cuenta de aquel gesto, tiró ligeramente de la chaqueta que había echado sobre mis hombros para que esta me envolviera mejor.
Me mordí el labio inferior con suavidad; fui incapaz de contener una leve sonrisa.
Debió pensar que yo lo hacía simplemente para protegerme del frío, así que no pareció importarle; no intentó apartarme.
Sabía que no me amaba y que, por lo tanto, no éramos una pareja auténtica, pero a pesar de ello, su abrazo me transmitía una agradable sensación de seguridad y calidez.
Sin duda, guardaría en mi memoria durante mucho tiempo aquel momento de intimidad entre nosotros.
En ese momento, para mí, no existíamos más que nosotros dos bajo la lluvia.
Cuando llegamos a casa, me depositó en el suelo con delicadeza.
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