Capítulo 35:

Nunca había visto a nadie tan hermosa, por eso me quedé sorprendida de la manera en que ese atuendo había transformado a esa chica.

De una mendiga se había convertido en una divinidad.

«Cathy», llamó mi atención Ayana, dándome un suave codazo.

Ella era la amiga de Lily que me acompañó ese día a la tienda de ropa. «Estás boquiabierta», agregó.

«¿Qué?», murmuré e inmediatamente me recompuse.

De repente, la gente estalló en aplausos.

Yo estaba esperando que la ridiculizaran y se burlaran de ella para que rompiera en llanto, pero lo que ocurrió fue completamente diferente.

Punto de vista de Cathy

En cambio, todos alabaron su belleza, por lo que ella sonreía sonrojada como si fuera una novia a quien le hubiesen propuesto matrimonio.

«¡Qué hermosa es!»

«¿Notas cómo está brillando?»

«Yo podría casarme con ella ahora mismo.»

«¡Quiero ser su mejor amiga!»

Los clientes de la tienda no dejaban de murmurar entre sí y de alabarla en medio de aplausos desenfrenados y sonoros.

«Haz algo, Cathy», murmuró Ayana. «Ella nos está haciendo quedar mal frente a toda esta gente.»

No podía negar que la chica era extremadamente hermosa, pero nadie iba a dejarme en ridículo, especialmente en la capital.

«¿Por qué están aplaudiendo?», gruñí hacia la gente que la admiraba.

Entonces, los aplausos cesaron.

«¿Creen que ella podrá permitírselo? ¡Es una mendiga, una mujer de la calle! No importa que el vestido le quede bien. ¡No podría pagarlo, aunque trabajara durante mil años, nunca podría reunir lo que cuesta!» Hice una pausa y me dirigí a ella. «Así que quítate el vestido y vuelve a las calles; ese es el lugar que te corresponde.»

«Ella no hará eso», sonó una voz suave y sedosa, al tiempo que la dueña de la tienda aparecía caminando hacia la chica.

Un rápido murmullo surgió entre los clientes ante la aparición de la diseñadora más talentosa del reino.

Era una persona que casi nunca aparecía en público, pero ahora lo estaba haciendo por culpa de esa estúpida chica.

«Le regalaré el vestido, ella se lo merece.» La gente comenzó a murmurar, antes de estallar en aplausos una vez más.

Era obvio que yo había perdido y estaba a punto de convertirme en el hazmerreír de la ciudad, pero estaba decidida a tener la última palabra.

«¡Tú!» dije, volteando a ver a la pobretona. «Cuídate mucho de que yo no vuelva a verte, porque si tu horrenda cara vuelve a cruzarse por mi camino, me encargaré de que te arrepientas.» Una vez que terminé de…

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