Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 27
Capítulo 27:
Las lágrimas no cesaban de correr por mis mejillas al darme cuenta de que ese era el final de mi lamentable vida.
No había ninguna luz al final del túnel, solo oscuridad.
De repente, desapareció el contacto nauseabundo de la piel de Rick y fue reemplazado por su doloroso gemido.
Entonces, abrí lentamente los párpados para ver lo que estaba pasando y me encontré con los hermosos ojos azules de Marco frente a mí.
Inicialmente creí que estaba muerta y que él era un ángel.
Al instante pensé que estaba teniendo una alucinación para poder escapar de mi dolorosa realidad, hasta que él habló y me di cuenta de que la escena era real.
«¿Estás bien?», me preguntó, y yo asentí lentamente, todavía confundida por su repentina aparición en mi casa.
Él se movió rápidamente, mientras Rick gritaba de dolor y caía al suelo.
«¿Cómo te atreves?», le reclamó. «Me dislocaste un hombro».
Marco ignoró a Rick, que se retorcía de dolor, y simplemente se volvió hacia mi padre y su mujer, quienes lo miraban sorprendidos.
Sus ojos recorrieron la habitación y encontró la prueba de embarazo que estaba sobre la mesa.
La tomó para examinarla durante un par de segundos, antes de dirigirse a mi padre.
«Mi nombre es Marco y soy el hombre que dejó embarazada a su hija».
«¿Qué?», gritó Richard. «Eso no es posible, fue Rick».
«Eso es una mentira», lo interrumpió de inmediato Marco. «Estoy seguro de que dirá la verdad si no quiere que le disloque el otro hombro».
«Él… él tiene razón», gimió Rick, a quien no le quedó otro remedio que ser honesto. «Él está diciendo la verdad.
Nunca me acosté con ella, pero la quiero para mí, a pesar de que espera el hijo de otro».
«¿Lo ven?», replicó Marco con firmeza. «Yo quiero tomar a Tanya como esposa».
Al escucharlo, lo miré como si estuviera viendo a una deidad caída del cielo.
Su voz era tan tranquila como su rostro, incluso plácida.
Era…
Como si no se viera afectado por el entorno, como una fría pared de hielo que nadie ni nada podría penetrar.
Incluso cuando mi padre fijó su mirada sobre él, Marco no se inmutó.
Era imperturbable, no mostraba una sola emoción.
«¿Irrumpes en mi casa, le rompes el hombro a mi invitado y esperas que crea tus palabras?», preguntó Richard con enojo.
Sin embargo, eso no alteró a Marco.
Por lo general, cualquier lobo de la manada que se enfrentaba a mi padre temblaba de miedo al estar frente a él, pero a Marco parecía no molestarle su mirada diabólica.
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