Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 263
Capítulo 263:
Punto de vista de Tanya
Me quedé de piedra, incapaz de comprender aquella extraña situación.
Mi cerebro se esforzaba por hallar una explicación, pues, aparte de Claire y yo, no había nadie más en la habitación, y ahora ella dormía plácidamente.
Le eché un vistazo para estar segura de que así era, y sus ronquidos confirmaron mi suposición.
Escudriñé mi entorno, tratando de encontrar a otra persona, pero no estaba segura de si en realidad quería que hubiera allí alguien más.
El único sonido que percibí y la única imagen que vi fue mi teléfono sonando, como buscando llamar mi atención.
«¿Acaso no piensas contestar la llamada?», me preguntó aquella voz.
En vez de responder a aquella pregunta formulada por la misteriosa voz, contesté el teléfono y me percaté de que al otro lado de la línea estaba Oliver.
«¡Hola! Siento mucho importunarte», dijo con un suspiro.
Durante unos segundos pensé que algo malo había sucedido.
«¿Me podrías hacer el favor de llevar a Marco a casa? Está completamente ebrio», explicó.
Lancé un suspiro de alivio, pues Marco no estaba herido, solo en estado de embriaguez.
Antes de que hubiera tenido tiempo de responder, mis oídos captaron una voz femenina proveniente del otro lado de la línea, muy semejante a la de alguien que yo conocía, pero que me desagradaba.
«¿Está Lily allí contigo?», le pregunté sin pensar mucho en las palabras adecuadas.
«Sí, así es.
Mucha gente ha venido esta noche», repuso.
Oliver pareció ligeramente confundido por mi interrogante, pero no le di tiempo para reflexionar al respecto.
«De acuerdo.
Iré enseguida; por favor, dame la dirección», dije.
Colgué el teléfono y corrí a ponerme ropa apropiada.
Le di a Claire un beso de buenas noches y me dirigí al bar donde se hallaba Marco.
Mientras caminaba a paso vigoroso hacia allí, volví a recordar aquella extraña voz que me había saludado poco antes, y traté de tranquilizarme a mí misma, diciéndome que no estaba enloqueciendo.
«¡Encantada de conocerte!», me dijo con jovialidad.
Aunque no podía ver físicamente a mi interlocutora, yo suponía que desbordaba entusiasmo.
«¡Soy Freya, tu loba!», se presentó.
Aquella sorprendente información hizo que mis rodillas se debilitaran.
Tropecé y estuve a punto de caer.
Pero Freya apenas se dio cuenta de ello y continuó hablando en tono enérgico.
«Siento haber tardado tanto en manifestarme, pero había una barrera insalvable que me impedía hacerlo.
Pero finalmente conseguí derribarla y ahora soy libre, así que ya podemos estar juntas», declaró.
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