Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 255
Capítulo 255:
Rápidamente abrí el bolso que llevaba a la cintura y extraje de él mi perfume contra las alergias. A continuación, lo rocíé rápidamente sobre la pequeña.
Me quedé allí sentada, esperando con temor su reacción, al tiempo que escuchaba los comentarios de la gente a mi alrededor. Algunos se sentían confundidos por mis acciones, mientras que otros las desaprobaban abiertamente, diciendo que los perfumes con funciones especiales no podían sustituir a los medicamentos.
Sin embargo, los ignoré a todos ellos, pues sus opiniones no me importaban en aquellos angustiosos momentos.
De repente, la chica tosió y volvió a la vida. Sus ojos, muy abiertos, parpadearon, mientras la gente congregada a nuestro alrededor lanzaba gritos ahogados de sorpresa y vítores, pues se sentían muy aliviados al ver que la niña finalmente había recobrado la consciencia.
Pocos minutos después llegó el doctor, cuyos ojos estaban desmesuradamente abiertos, pues se había dado cuenta de que su nieta aún vivía y de que, por fortuna, se estaba recuperando. Los lobos allí presentes le informaron lo que yo había hecho.
En ese momento, el doctor me miró y me dijo con firmeza: «Muchas gracias; acabas de salvarle la vida. Has demostrado que tus habilidades como perfumista son maravillosas, así que te daré el ingrediente que necesitas para salvar la vida de la princesa».
Solté un suspiro de alivio mientras el doctor me enseñaba la flor que yo requería, la envolvía cuidadosamente en un paño blanco y me la entregaba.
Entonces, me dirigí apresuradamente a una de las habitaciones del palacio, donde me fueron entregadas las herramientas necesarias para fabricar mi perfume. Me puse manos a la obra de inmediato.
Sin embargo, sentía una sensación de temor en el estómago. A diferencia de las anteriores ocasiones en las que había debido preparar con urgencia un perfume, en aquella oportunidad no podía permitirme cometer el más mínimo error. No podía desperdiciar el principal ingrediente de la fragancia, pues disponía de una cantidad muy pequeña de la misma.
La situación de Peyton era crítica, por lo que, si no me daba prisa para conseguir la cura, no tendría esperanzas de sobrevivir.
Recogí mi cabello en una cola de caballo y me arremangué la blusa mientras fruncía el ceño, intensamente concentrada. Tomé las materias primas que componían el perfume y las molí hasta obtener un fino polvo. Luego, destilé los ingredientes líquidos con el fin de que adquirieran sus formas más puras.
Comencé el proceso de hervir la solución base y luego le añadí los ingredientes necesarios.
Mientras estaba ocupada en aquella tarea, noté un leve cambio en mi talento innato. Podía percibir una diferencia en mi capacidad creativa; trabajaba de una forma nueva, extraña y vigorosa. Al mismo tiempo, me di cuenta de que podía entender mucho mejor las anotaciones del cuaderno de Margaret.
Anteriormente me había tomado mucho tiempo comprender las técnicas que ella había empleado. Sin embargo, ahora entendía sus métodos con facilidad y podía seguir sin problemas sus instrucciones. Me sorprendió ver que todo tenía sentido para mí. En ningún momento me sentí confundida durante alguna fase del proceso, jamás dudé del sentido de una determinada oración y nunca tuve la menor duda de que mis acciones eran las correctas.
Mis movimientos eran simples y fluidos. La facilidad con que realizaba todo en ese momento me intrigaba, pero no tenía tiempo para cavilar al respecto. Debía consagrar todas mis energías y todo mi talento a la creación del perfume que salvaría a la princesa.
Bastó un solo intento para que la solución se agitara con perfecta claridad. Sin la menor vacilación, la vertí en una botella y me apresuré a llevarla al ala del hospital donde yacía la princesa.
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