Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 252
Capítulo 252:
En cierto momento me pidió que dejara de luchar con aquel suelo viejo, argumentando que él podía realizar el trabajo con mayor rapidez y sin ningún tipo de ayuda. A pesar de su actitud altanera, debí esforzarme para no echarme a reír cada vez que inventaba una nueva excusa para seguir ayudándome.
No obstante, me permitió podar los arbustos y arrancar las vides que habían crecido demasiado.
Planté todas las hermosas flores que él había comprado en una de las tiendas y luego regué cada una de ellas.
En cierto momento me quedé dormida. Al abrir los ojos, vi que el sol se elevaba en el horizonte, bañando con su gloriosa luz aquel magnífico jardín, que ahora tenía colores deslumbrantes. Me percaté de que mi cabeza estaba apoyada en el hombro de alguien, y a continuación me di cuenta de que se trataba de Marco.
Levanté mi cabeza y, al hacerlo, lo desperté. Parpadeó y me miró. El azul de sus iris contrastaba con su piel sonrosada. Sus rizos rubios brillaban de sudor. Hacía mucho tiempo que nuestros cuerpos no estaban tan juntos, pero ahora estábamos lo suficientemente cerca como para que pudiera estudiar los rasgos de su rostro, los cuales eran al mismo tiempo rudos y finos.
Podía apreciar sus espesas cejas, la curva de sus labios y sus mejillas bien definidas. Su fisonomía era exactamente tal como la recordaba.
Nos miramos, inmóviles y en silencio, mientras el sol se elevaba en el horizonte, sin atrevernos a decirnos aquello que pugnaba por cruzar la barrera de nuestros labios.
«¡No puedo creer que lo hayas logrado!», exclamó de repente el doctor.
Su inesperada presencia nos hizo dar un respingo y nos separamos de inmediato. Marco se volvió mientras yo fingía ajustar mi vestido. Luego, caminamos hacia el doctor.
Había una pequeña niña de pie a su lado, a la cual nos presentó como su nieta.
«¿Erradicaste la maleza?», me preguntó el doctor mientras bajaba apresuradamente las escaleras y echaba un vistazo a su alrededor.
«Así es, y además renovamos el suelo», respondí suavemente, aún algo cansada después de todo el trabajo realizado durante la noche.
«¡Magnífico! Veo que también podaste los arbustos y plantaste flores nuevas», declaró con entusiasmo, arrancándome una sonrisa.
Luego, se volvió hacia mí y dijo: «Has hecho un gran trabajo, así que mereces una oportunidad. Ahora, explícate, por favor.»
Mi rostro brillaba de orgullo.
Me apresuré a tomar el cuaderno de Margaret y a llevárselo, abierto en la página en la que se hablaba del perfume que pretendía usar.
«Pienso que la princesa ha sido envenenada», conjeturé.
En ese momento, el doctor echó un vistazo a la página. Mi entusiasmo creció al ver que asentía con la cabeza.
«Veo que todo esto tiene sentido», dijo mientras deslizaba su dedo índice a lo largo del texto.
De repente, se detuvo en cierto renglón.
«Espera un momento; esto es un antídoto», indicó, señalando la página.
«Explíquese, por favor», le pedí, mirándolo perpleja.
«Los ingredientes de este antídoto causan reacciones desagradables, lo que significa que, básicamente, el perfume constituiría otro veneno para Peyton.»
«De modo que usarías un veneno para contrarrestar los efectos de otro, lo cual entraña un gran riesgo», explicó el doctor.
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